Y ¿vivieron felices por siempre?

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En la playa un grupo de pescadores hacia su labor matutina, el sol aún no asomaba por el horizonte, de modo que se apoyaban con unas mortecinas antorchas, imaginen el mar cubierto por pequeñas embarcaciones cada una con dos antorchas, la flama ondea al capricho del aire y cada una se refleja en las aguas, una imagen soberbia y única que hacía pensar en cientos de luciérnagas danzar ante el espejo acuático que aún dormía en los albores del día. Desde el balcón Crissio lograba presenciar ese bello espectáculo que no solo lo maravillo, sino que lo hizo toparse con los fantasmas de su pasado, imágenes y recuerdos de una vida que jamás volvería a tener, al recordar su infancia y juventud y las antiguas atrocidades que lo persiguieron su cuerpo se estremeció y sujeto su cabeza entre sus manos tratando de alejar esas imágenes que lo atormentaban; miró dormir a Alaya, su esposa dormía tranquila en un sueño profundo y pacifico, se lamentó entonces de haberle ofrecido una vida con el ¿Por qué lo hizo? ¿Qué objeto tenia, si el estaba destinado a ser miserable? Pero ahora ya estaba con él y Crissio no se había sentido tan feliz en mucho, mucho tiempo,desde que la conoció Alaya se convirtió en alguien indispensable para el y estaba dispuesto a hacer todo lo que fuera posible por mantenerla a su lado.
Se puso una túnica larga que cubrió todo su cuerpo, salió al jardín mientras todos en la casa dormían, camino lento, muy lento como calculando cada paso y miro las últimas estrellas, aquellos puntos luminosos en el cielo y que seguían allí desde el día en que fue condenado; mientras contemplaba el firmamento escuchó un ruido entre las hierbas atrajo su atención, el anciano estaba allí, ya estaba trabajando en el jardín, afanosamente cortaba la maleza, miró a Crissio y le extendió un racimo de uvas, Crissio sonrió pero no lo acepto, el viejo entendió y guardo las uvas, entonces le dio una copa la cual contenía sangre.
- ¿ De dónde sacaste esto?
Le mostró el brazo el cual cubría con una pañoleta ensangrentada, era evidente que el anciano se había cortado a si mismo. El tribuno lo miro por un momento y tomo la copa, su mano temblaba, temblaba como aquel día, pero ¿Cómo lo sabía? Solamente Malael y ahora Drusso lo sabían, el vital líquido vibraba dentro del recipiente ante el trémulo temblor de su mano y con ira arrebatadora arrojó la copa al suelo derramando el contenido, dio media vuelta y se alejó mientras el anciano limpiaba el desastre que acababa de suceder.
No pudo más, un llanto sordo e inexistente nació de su pecho, un llanto débil acompañado de lágrimas vacías, lo odiaba, lo odiaba todo, maldecía su mera existencia y rogó a los dioses lo despojaron de semejante maldición, pero sus ruegos se perdieron en el aire sin ser escuchado, daría lo que fuera por ser libre y ofrecer una vida sin riesgo a su amada, una vida sin la dependencia de la sangre, desde que se convirtió había asesinado más de un centenar de personas, en realidad ya había perdido el número pero sabía muy que eran más de las que había matado cuando aún era un joven soldado, la sangre de miles de personas, hombres y mujeres, había sido derramada para que el siguiera viviendo y cuándo las desapariciones y muertes se hicieron muy notorias optó por comprar esclavas, fue allí donde se cruzó con el viejo Tulio, quien le llevaba las doncellas que necesitaba denominadas como la carga especial. Crissio tocó su pecho, había retomado el control de sus emociones, era un tribuno y debía comportarse como tal. Continuó su caminó y decidió subir hasta el techo de la casa, era una altura de unos cinco metros, pero el tribuno los cubrió con un par de saltos en unos segundos, la colina sobre la que se erigía su casa le daba una  vista panorámica de toda la ciudad costera, en la playa las embarcaciones comenzaban a regresar a la costa, las estrellas comenzaban a desvanecerse en el firmamento y los esclavos y guardias apagaron las antorchas que iluminaron la ciudad durante las horas nocturnas, en la entrada de la ciudad un guardia hacia sonar una trompeta anunciando la llegada del día y la llegada del sol, el sol , aquel disco luminoso tan majestuoso que le daba luz y calor a los hombres y con el cual Crissio ya no podía convivir nunca más, contempló su surgimiento en el borde del océano y lo miro por un minuto, extrañaba la caricia cálida y el paseo bajo su luz, pero eso jamás volvería, eso jamás regresaría, exhaló cansado y volvió a su habitación, allí Alaya seguía dormida , se deslizó suavemente entre las sábanas y la estrecho entre sus brazos, ella aún dormida sonrió y se acurrucó entre los brazos del hombre y besando su cabellera se prometió vivir por ella y para ella sin que nada se lo impidiera.
La gente de Ostia Antica tenía una gran incógnita, ¿Por qué Pilatos estaba fungiendo como procurador de la ciudad cuándo este había sido asignado a Jerusalén? El día del combate de los campeones ocurrió la sorpresa de verlo allí en funciones que no le correspondían, como fuera, Poncio estaba organizando una opulenta fiesta para celebrar su estadía en la ciudad, el palacio del procurador estaba siendo atiborrado de vinos, y esclavos dispuestos a trabajar en los caprichos de Poncio.
De vuelta a casa del tribuno, este amparado por las sombras de sus enormes árboles, entrenaba a Malael con ayuda de Drusso, entendió con los dos últimos incidentes que no solo Drusso era suficiente para la protección de su familia, Alaya y Alita miraban la simulación del combate en la que repetidas veces el joven esclavo probó el polvo, a un lado de ellas el pequeño Aurelio agitaba una rama de vid simulando el movimiento de las espadas.
- Malael, es necesario que te esfuerces en aprender, en dos ocasiones tu vida a estado en riesgo y con Sejano detrás de nosotros eso podría volver a suceder, arriba, esto no ha concluido.
Una vez más la lluvia de golpes y estoques arremetió contra el joven, Crissio exhaló cansado y Drusso miró al suelo con decepción, Malael no se comprometía y en voz baja el tribuno solicito algo a Drusso, este se encaminó por el pasillo y desapareció mientras Crissio levantaba las espadas de madera.
- Mi señor, lo siento.
- Sentirlo no salvará tu vida, esto no es por mí o por ellas Malael,  es por ti, por tu propia protección y para que puedas protegerla a ella- señaló a Alita- oh si lo se y si lo quieres que nada le pase, debes ser más que un eficiente sirviente.
Malael ruborizado asintió, Drusso volvió con tres espadas de acero listo para continuar con la lección.
- Crissio ¿Qué hacés?- preguntó Alaya alarmada.
- Debe saber que su vida corre peligro.
Crissio le entregó una espada a Malael, el filo de estas era impresionante, el más ligero rasguño podría ser peligroso, son darle tiempo atacó una vez más , Malael trataba desesperadamente de cubrirse y lo logró, de alguna manera sus instintos de supervivencia despertaron y bloqueaba torpemente los ataques de su amo.
- Bien, pero no es suficiente.
Y en un rápido movimiento la espada de Crissio quedo a centímetros de la garganta de Malael quien estaba bañado en considerable sudor.
- Es suficiente- indicó la señora- es suficiente por hoy.
Crissio retiró lentamente su espada y Malael se sintió aliviado.
- Bien hecho, Malael, bien hecho, Drusso, continua un rato más con él.
El tribuno tomo el paño que le ofrecía Alita limpiando sus brazos y rostro, Alaya permanecía de pie y el pequeño niño se escondía detrás de ella.
- Eso fue exagerado.
- Lo se, pero era la única manera.
- ¿No crees que deberías dejar que Drusso se encargue de enséñale?
- Drusso es muy bueno y podría enseñarle mucho, pero yo necesito saber que aprende y como evoluciona, sobre todo saber que tiene la destreza suficiente para protegerse a sí mismo.
El anciano emergió de la nada con una charola en las manos, en ella iba una copa con un líquido misterioso que Alaya no logro ver, el tribuno bebió ávidamente el contenido cuidando no derramar nada.
- ¿Qué es?
- Solo vino.
El tribuno indico con una seña a Alita que se llevará al niño, este ya tenía más confianza a ella y acepto ir con ella.
- No te gustan los niños ¿Verdad?
- Es complicado- mintió- no recuerdo la última vez que convivi con uno de ellos ¿Qué pretendes hacer con el?
- Educarlos , darle una vida.
- No tengo ningún problema con eso, solo mantenlo lejos de mi.
- ¿Qué te sucede con el Crissio?
- No sé explicarlo.
En realidad la sangre de los niños lo descontrolada, no quería lastimarlos y los evitaba y ahora había uno en su propia casa.
- Está bien, espero que en algún momento cambies de opinión.
Caminaron entre el jardín, ella apoyada del brazo de el, evitaban el sol.
- Por cierto, Poncio Pilatos desea que acudamos a su fiesta en el palacio del procurador.
- Ese Poncio.
- ¿Iremos?
- Claro, ese enano me debe algunos favores, es momento de cobrarselos.
- ¿Es necesario que acuda yo?
- Por supuesto, eres mi esposa.
- No me agradan las fiestas de ese hombre.
- Solo será unas horas.
Acordaron acudir solo unas horas para cubrir las formalidades, después de todo, como esposa del tribuno militar, debía acompañarlo a este u otros eventos de la sociedad romana, lo único que deseaba era que pudieran retirarse antes de que está fiesta se tornará en otra cosa.

El desagradable gusto de Pilatos era notable en cada rincón del palacio, en la entrada había dispuesto de cinco esclavos en cada extremo del pasillo sin nada que los cubriera excepto unas charolas de bronce que sostenían en su cintura, al centro cinco gladiadores desnudos que se mantenían inmóviles a la vista de todo el mundo y ante el acoso no solo de las damas sino también de hombres que no paraban de tocarlos, había colocado varias mesas repletas de comida en forma de u para que sin importar a dónde se movieran encontraran comida en cada rincón del recinto, las esclavas iban y venían con las bebidas con el busto descubierto y con una cadena al cuello para que aquel que requiriera de sus atenciones pudiera simplemente arrastrarlos hacia ellos.
Alaya y Crissio no pudieron disimular su descontento ante bizarra imágen por lo cual el tribuno le aseguro que solo estarían allí un momento a lo que ella estuvo de acuerdo.
El procurador apareció entonces con su armadura, el regordete abdomen de Poncio emergía por debajo del peto dándole un aspecto cómico pues ademas de eso, el peluquín que llevaba sobre la cabeza se había deslizado un poco hacia la izquierda. Al ver a la pareja , el procurador corrió a saludarlos, si baja estatura lo hizo posarse ligeramente sobre las puntas de sus dedos de pies para poder abrazarlos, además de cómico era grotesco.
- Tribuno Crissio y su bella esposa, que gusto que hayan venido.
- No será por mucho tiempo procurador.
- Vamos no pueden perderse la diversión de esta noche.
Alaya miraba a todos lados con total desagrado, atrás de ellos un par de nobles romanos estaban ebrios y vomitando sobre el suelo.
- Escucha Poncio, he venido por qué según tu tenías algo importante que decir  ¿De qué se trata?
- Está bien, está bien eres muy directo Crissio, ven hablemos por acá.
Los condujo hacia un rincón donde yacían una serie de asientos acojinados, al sentarse sobre ellos estos emanaban un agradable y delicado aroma que cubría por completo el mal olor de la cámara.
- El emperador está muy grave en Capri según entiendo y Sejano no va a desperdiciar esa oportunidad, quizá envié a algunos mercenarios a acabar con el.
- Aún siendo el caso, Gemelus y Calígula están en la línea de sucesión.
- Eso lo sé , Sejano no pasará eso por alto   ya que Calígula lo odia ¿Qué piensas que pasará con el una vez muerto Tiberio? Es aquí donde yo entro.
- Ya veo, entonces planeas ir con el emperador y decirle que Sejano intenta matarlo, con eso pretendes obtener sus favores por qué tu deprorable función en Jerusalén se está viniendo abajo.
Poncio permaneció mudó ante la perspicacia de Crissio pero continuó con sus argumentos.
- Acertaste en todo, salvo que no iré yo, el emperador me mataría de inmediato, irás tú, se qué tanto como Sejano como tú compiten por el favor del César, esto te impulsaría.
- ¿Bajo que argumentos? Me estás pidiendo que informe a Tiberio sobre una conspiración que quizá no existe solo para salvar tu decadente carrera política y aún si fuera esto cierto el César no solo mataría a Sejano, también lo haría contigo y conmigo por qué simplemente desearía hacerlo.
Una vez más hubo silencio, en el centro de la fiesta, un grupo de hombres y mujeres hacían que uno de los sirvientes comiera todo lo que arrojaban al suelo.
-¿ Entonces?
- Hay huecos en tu plan Poncio, lo mejor será que te olvides de esto y empieces a ser tu trabajo.
- Pero ¿ A caso no quieres más poder? Podrías estar en la posición de Sejano, además si no hacemos algo ese bastardo se apoderará de todo.
- Poncio, Sejano caerá más pronto de lo que crees.
El procurador no acertó en el tono de las palabras de Crissio y solo se limitó a suspirar.
- ¿No me ayudarás?
- Te he ayudado en múltiples ocasiones, lo único que haré por ti es esto, cuándo tu carrera política se  hunda haré lo posible por qué no te maten.
Poncio se quedó con la cara blanca y sudorosa, Crissio sabía de ante mano que estaba en la mira del emperador y en cualquier momento mandaría a asesinarlo, lo mejor sería no mantener ningún lado con el; la pareja está próxima a retirarse de allí.
- Se acabó, no valió la pena venir.
- Fuiste algo cruel ¿No lo crees?
- ¿Eso te molesto?
- En realidad no, creo que se lo merecía.
- !Esperen no se vayan!
Crissio puso los ojos en blanco al escuchar la voz del procurador, este miró a su esposa y ella con una sola mirada aprobó que esperarán un momento más.
- ¿Qué sucede?
- Ya lo verán.
Les entrego a cada uno un pequeño papiro que contenía un número IV para Crissio, XII para Alaya.
- Por cierto ¿Qué haces aquí en Ostia Antica?
- Indicaciones de Sejano, no quería que estuviera allá en Jerusalén mientras apaciguaba las revueltas de los zelotes ( rebeldes)
- ¿Y tu esposa?
- ¿Claudia? Ella prefierio quedarse, hay un hombre que está hablando una nueva fe.
- ¿Nueva fe?- preguntó Alaya.
- Si, no recuerdo su nombre, pero se ha convertido en una molestia para los sacerdotes y eso me da mucha satisfacción. Aguarden un momento.
Librados de la desagradable presencia de Pilatos, Alaya habló sobre lo que dijo.
- ¿Escuchaste eso?
- Lo de ese hombre, si ¿Que con ello?
- Me gustaría saber más. Quizá...
- ¿Quieres ir a Jerusalén?
- Si.
-  Debo hacer un viaje a Mesopotamia en unas semanas, podemos...
Las palabras de Crissio quedaron el aire, una serie de esclavas entro con una charola, cada charola traía consigo un saquito y un número, los asistentes entregaban sus papiros de acuerdo a su número recibiendo un regalo, los cuales eran de los más ostentosos a los más ridículos, Alaya recibió un gigantesco rubí y Crissio...una pluma de ganso. La diversión se vio interrumpida cuando un hombre ebrio abrazo a Alaya y la levantó del suelo, ella gritó y el tribuno golpeó al sujeto, esté saliendo corriendo al jardín del palacio.
- Espera aquí.
- Crissio ¡No
Crissio salió a buscarlo, estaba furioso, no le fue difícil encontrarlo con el penetrante olor a licor que despedía.
-Aqui estás.
- Oye cálmate , sólo quería divertirme.
Lleno de rabia Crissio mordió y desgarro su cuello succionando toda la sangre del individuo hasta dejarlo sin vida, tiro el cadáver como lo cualquier despojo y dio media vuelta parándose en seco, al otro lado del jardín estaba Alaya pálida y con los ojos desmesuradamente abiertos por lo que acababa de presenciar.

-¡Alaya, espera!
La mujer corrió despavorida, sus instintos la hicieron huir, paso entre la multitud, tropezando y golpeándose con cada individuo invitado hasta alcanzar la salida del palacio, allí la esperaba Drusso y subió al carruaje.
- ¡Vámonos!
- ¿Y el tribuno?
- ¡Drusso, vámonos ya!
Las desesperadas palabras de su señora fueron muy obvias y el gigante se apresuró en conducir los caballos de vuelta a casa, constantemente miraba hacia atrás tratando de visualizar entre las sombras a Crissio, dentro del carruaje Alaya se llevó las manos al rostro, no sabía qué hacer, no sabía cómo actuar, quería llorar, gritar pero nada emergía de sus pecho, no podía arrancar de su cabeza esa imagen de Crissio con el rostro manchado de sangre arrojando un cadáver al suelo. En poco tiempo llegaron a la casa, Alaya subió rápido las escalinatas y encontró a Alita besándose con Malael, ella la tomó del brazo.
- ¿Donde esta Aurelio?
- Está durmiendo señora, ¿Qué pasa?
- Ven conmigo y tú- apunto con el dedo a Malael- no te le acerques.
- Mi señora yo...
Desaparecieron por el pasillo, Malael trato de darle alcance pero fue detenido por Drusso.
- Será mejor que obedezcas.
Ya no supo que hacer y se quedó de pie solo en el pasillo principal; Drusso tocó a la puerta de la habitación de Aurelio, Alaya asomó la cabeza y le dio unas instrucciones.
- Nadie Drusso, nadie debe cruzar esta puerta, ni siquiera Crissio.
- De acuerdo mi señora.
Alaya le agradeció con la mirada y cerró la puerta, no tenia nada que preguntar, Drusso sabía muy bien lo que estaba sucediendo, saco de entre sus ropas una daga de plata y se colocó a un lado de la puerta.
Crissio volvió entonces, su paso era lento y firme, no movió los brazos, más que caminar parecía flotar sobre el suelo, su mirada era seria, había limpiado la sangre de su rostro y brazos.
- Malael ¿Ella volvió?
- Si mi señor.
- ¿Donde esta?
- En la habitación de Aurelio, con Alita. Ya lo sabe ¿Cierto?
- Me vio beber la sangre de un hombre.
- ¡Por Júpiter!
Crissio siguió su camino hasta llegar a su destino, allí en el colosal esclavo se mantuvo firme con los brazos cruzados y mirada desafiante.
- Muévete Drusso.
- Lo siento señor, no puedo hacerlo.
- Te estoy dando una indicación.
- La señora Alaya me ordeno no dejar pasar a nadie y eso lo incluye a usted.
- Podría moverte.
- Inténtelo.
Expuso la daga de plata, Crissio la miró sin inmutarse.
- Así que ya lo sabes todo.
- Desde que lo traje herido del anfiteatro.
- Entonces debes saber que necesitas más que eso para detenerme.
- Estoy muy agradecido con usted señor, pero prometí protegerla y haré todo lo que esté en mis manos para hacerlo.
Dentro de la habitación Alaya se movía de un lado a otro escuchando las palabras de los dos, Alita estaba sentada en el lecho del pequeño Aurelio quien dormía tranquilamente.
- Señora¿Qué pasa?
- Alita, el ...el es...
Las palabras no podían salir de su garganta, se quebraba la voz.
- Crissio nos engaño, no podemos confiar en él.
- ¿De qué habla?
- Ahora lo entiendo todo, tantos esclavos cada dos semanas, que nunca comiera y siempre alejándose del sol.
- Señora ¡Por favor!
- Alita, Crissio es ...es...un demonio bebedor de sangre.
La noticia heló a Alita.
- Es por eso que actúe de esa manera, es por eso que te aparte de Malael.
- Mi señora, Malael no es un demonio.
- Lo se, pero no podemos confiar en ellos dos.
Alita estalló en lágrimas, en ese momento Alaya lo entendió, alita estaba enamorada del esclavo de Crissio y está terrible revelación fue un golpe abrumador para ella también. Por fuera la tensión subía, Drusso no cedería el paso y Crissio estaba perdiendo la paciencia.
- Podría matarte.
- Hágalo, por qué será la única forma en que lo deje pasar.
Irritado levantó la mano para dar un mortal golpe, pero fue detenido por Malael.
- ¡Mi señor no! Ya ha perdido la confianza de la señora, matar a Drusso será peor.
- Será mejor que los dos se vayan.
Cegado por su ira, Crissio se dejó conducir por su fiel sirviente hasta que llegaron de nueva cuenta al jardín. El tribuno golpeó furioso uno de los bustos de mármol del emperador haciéndolo añicos.
- ¿Cómo puede ser tan descuido?
- Mi señor, tarde o temprano lo iba a saber, ahora tiene que buscar la forma de explicarlo.
- No hay nada que explicar, ella lo vio todo, sus ojos denotaban horror, la forma en que me miró, la forma.
Ambos se quedaron en silencio, Malael no sabía que decir, era la primera vez que veía tan preocupado a su amo.
- Todo el tiempo miró los ojos de las personas que asesino, veo el terror hasta que no queda nada de vida, pero verla a ella eso me causó dolor.
Los ojos de Crissio se cristalizaron, había olvidado la última vez que una lágrima salió de ellos, Malael siguió callado, el dolor de uso amo y el propio por Alita se había acumulado en su interior.
- Mi señor, entonces debe recuperarla
Alaya seguía dando vueltas por toda la habitación, su cabeza era una maraña inmensa de ideas y temores, Alita había sucumbido al cansancio y dormía al lado del pequeño Aurelio, la escena la tranquilizó un poco, pero dentro de sí existían emociones encontradas pues el hombre que amaba era un despiadado asesino, no podía volver a confiar en él, algo dentro de ella se había roto y no podía volver a ver a Crissio a los ojos sin ver al monstruo que conoció esa noche.
El silencio reinaba y muy a su pesar cayó en un sueño profundo esperando que al despertar todo hubiera sido solo una pesadilla.

Malael llevaba en sus manos una bandeja con comida, la noche anterior había sido pesada, el joven llegó hasta la puerta donde el incansable Drusso permanecía.
- ¿No duermes?
- No por ahora.
- ¡Toma!
El gigante tomo la charola y la examinó cautelosamente.
- Es solo comida Drusso, tal vez la señora  no la acepte pero Aurelio y Alita necesitan alimentarse.
Tocando levemente la puerta Drusso la abrió, Alita recibió la comida, sus ojos se cruzaron una fracción de segundos con los de Malael y en ella se dijeron más cosas de las que podrían mencionar con las palabras, la puerta se cerró nuevamente generando un vuelco en sus corazones.
- Ahora vete.
- Drusso...eres un buen hombre.
Y girando sobre sus talones retornó por sus pasos, cinco minutos después volvió con otra bandeja para el centinela.
- Gracias.
- Las cosas no tienen por qué cambiar Drusso, si la señora permite...
- La señora no quiere hablar con el.
El joven exhaló agotado, las emociones y tensiones estaban llegando a su límite, resignado le dio la espalda a Drusso para volver a sus actividades ante la ficha mirada de Drusso. Crissio por su parte permanecía en el techo de la casa amparado por la sombra de un enorme árbol, periódicamente exponía la mano al sol hasta que se generarán ampollas a causa del calor, retiraba la mano e iniciaba un veloz proceso de regeneración, ese dolor que sentía era distinto a aquel que ahora se albergaba en su pecho, dentro de la habitación Alaya sentía lo mismo, su corazón tenía un hueco y su alma se sentía quebrada, le  parecía todo por completo extrañó, no había calor o frío, solo tristeza y soledad.
El tribuno salto desde el techo al jardín, dirigió su persona hasta la puerta donde Drusso permanecía inmóvil.
- Muévete.
- Lo siento.
- Está bien no lo hagas.
Instintivamente llevo la mano al mango de su daga de plata, Crissio lo ignoro y tocó suavemente la puerta.
- Alaya.
No hubo respuesta.
- ¡Alaya!
Seguía sin responder, a través de la puerta podía escuchar la respiración de Alita, Alaya y Aurelio y un corto sollozó que surgía de la garganta de su esposa.
- Sabes que podría derribar con mucha facilidad está puerta, pero no lo haré, no lo haré.
Sus agudos oídos la escucharon acercarse lentamente a la puerta y colocar la mano suavemente en la madera tallada.
- Crissio...
Su voz sonó como una dulce melodía nacida en el Olimpo y agitó el corazón del tribuno.
- Crissio ...¿Quien eres?
- Solo yo Alaya, solo yo, no soy nada distinto a quien tú has conocido.
- Pero eso que vi anoche, esa bestia, dime por favor que no eras tú.
- Quisiera decirte eso, pero no te mentire más, esa bestia que tú viste anoche era yo, no tiene caso que lo siga escondiendo.
Alaya estalló en llanto, cada lágrima surgida de sus verdes ojos ansiaba unirse a el.
- ¿Cómo puede ser?
- No lo sé, no se lo que soy, solo soy así y yo jamás desee serlo.
- Crissio- continuaba detras de la puerta- ¿Por qué no me lo dijiste antes?
- ¿Habrías aceptado casarte con un monstruo?
- Habría aceptado casarme con Crissio, como fuera.
- Pero hoy estás aterrada de mi.
- No Crissio, no de ti, me aterra lo que haces, lo que harías, se que dentro de ti hay bondad y que no has decidido está vida, pero mi confianza se ha herido.
Crissio permaneció en silencio, era cierto las heridas sanaban pero la confianza pérdida era más difícil de restaurar.
- ¿Crissio?
- Sigo aquí.
- Dime ¿Como puedo volver a confiar en ti? ¿Qué más ocultas?
- No lo hagas Alaya, no confíes en mí, deja que yo me gane eso una vez más.
- Nos has cubierto bajo tu protección, me has ayudado y salvado todo el tiempo y por eso te admiró, quiero creer en ti, pero tú no creíste en mi, huí es cierto y ahora hablo contigo a través de una puerta, ahora me parece absurdo, pero temo, no por mí, sino por todos ellos.
- Alaya, yo jamás los lastimaria.
- Quiero creerte Crissio, de verdad deseo hacerlo.
- Entonces hazlo Alaya.
No respondía, pero el podía escuchar el llanto que luchaba por salir del pecho de uso mujer, ella quería hacerlo pero cada vez que cerraba los ojos, la imagen de Crissio bebiendo la sangre de otro hombre se impregnaba a su cabeza y permanecía allí.
- ¿Qué seguirá después? ¿Cuántas noches podría dormir sabiendo lo que haces al salir? Las cosas no pueden ser como antes.
- Y no espero que lo sean, pero puedo hacerlo diferente
- Lo siento Crissio no puedo olvidar lo que eres, en serio lo siento.
Las sandalias de Alaya se deslizaron por el sueño de madera de la habitación, se sentó suavemente en el lecho con sus ojos empapados de lágrimas y su corazón fragmentado, una parte de ella quería salir y abrazarlo con fuerza, pero otra parte se lo impedía, no juzgaba a Crissio por lo que era pues le había demostrado lo humano que podía llegar a ser, recordó los besos y caricias, pero la imagen de todas las personas que llegó a asesinar hacían a un lado todos esos recuerdos.
El tribuno  se alejó unos centímetros de la puerta, el buen Drusso, al verlo de esa manera tan desolada puso su enorme mano en el hombro de su amo.
- Dele tiempo mi señor, dele tiempo.
Crissio asintió con la cabeza, volvió a acercarse a la puerta y con su fuerte y clara voz dijo:
- ¡Alaya...te amo!
Y sin esperar una respuesta se fue de allí, Alaya lo había escuchado claramente y murmuró para si.
- Crissio, yo también te amo.
Y una última lágrima recorrió su mejilla, solo que esta no llevaba dolor alguno.

El desolado monte estaba en silencio, los judíos permanecían arrodillados con la cabeza mirando al suelo, los soldados del imperio los vigilaban constantemente golpeandolos ante cualquier movimiento, 57 zelotes habían sido capturados, 30 asesinados y muy pocos escaparon, en lo alto del monte Sejano sentado en una roca partía una manzana consu daga mientras interrogaba a uno de los rebeldes.
- Habla, ¿ A dónde fueron los otros?
El hombre se mantenía en silencio mirando al tirano directamente a los ojos.
- No quieres hablar, bien.
Y un tajo de su espada fue suficiente para cercenar la cabeza del hombre que todo entre las rocas hasta caer aún hondo barranco.
- Traigan otro.
- Mi señor,ya ha matado 7 y siguen sin hablar.
- Seguiré matandolos hasta obtener lo que quiero. ¡Trae otro!
El soldado tuvo que obedecer, muy a su pesar condujo a otro de los zelotes hasta los pies de Sejano.
- Has visto morir a tus amigos, supongo que no quieres el mismo destino.
El guerrillero escupió directo al rostro del prefecto, este se enfureció y lo pateo en el rostro rompiéndole la naríz.
-Matame por qué no diré nada.
- Lo se, ya lo he visto con los demás
Arrojó la manzana al suelo y se levantó deslizando la punta de la espada por el rostro de su reo.
- Pero dime una cosa, ¿Podrás vivir sabiendo que ti silencio mató a alguien más?
El hombre palideció,vio como Sejano sujetaba del cabello a un joven rebelde de entre 13 o 15 años y lo arrastró hasta su persona.
- Dime niño, ¿cual es tu nombre?
- Isaac.
- Isaac, ¿Conoces a este hombre?
- N...n...no.
- No mientas- lo abofeteó- ¡Dime su nombre!
- Jeremias- exclamó entre sollozos.
Colocó la punta de su espada en el cuello del niño quien no paraba de llorar.
- Jeremías, tu vida y la de este joven no me interesan en realidad, hasta un par de gallinas tienen más valor que ustedes, pero dime si la vida de él no te interesa a ti - presionó la punta de la espada causando un ligero corté - dime dónde están los demás.
Ante esa presión Jeremías estaba a punto de decirle todo a Sejano para evitar la muerte del Isaac, sin embargo en un acto de último valor, con un fuerte grito Isaac clavó la espada que lo amenazaba en su propio cuello cayendo muerto al instante.
- Que desastre.
Acto seguido asesino a Jeremías cortando su cuello. La llegada de un mensajero distrajo a Sejano, este le extendió su espada a uno de los soldados.
- Continúen hasta que hablen, no todos querrán morir.
El mensajero descendió de su caballo y se acercó al prefecto extendió su brazo derecho en alto saludando con respeto.
- Júpiter enaltece su persona señor.
- ¿Qué noticias traes de Ostia Antica?
- Mi señor, Pilatos llevo a cabo la fiesta que ordenó y el tribuno Crissio estuvo presente.
- ¿Dijeron algo?
- Pilatos le planteó la idea conspirativa contra Tíberio, pero el tribuno no aceptó.
- Ese maldito es más perspicaz de lo que imaginé. ¿Qué más?
- Es todo señor, no permanecieron mucho tiempo en la fiesta.
- No debiste mandar a Pilatos, es un idiota.
- Lo se Luca, pero le debe favores a Crissio creí que este sería uno más, no puedo hacer nada en contra de él por órdenes del emperador.
- Crissio es muy listo, debemos buscar otra manera.
- Por cierto mi señor- interrumpió el mensajero- hubo un detalle en la fiesta, un ebrio importuno a al esposa del tribuno, al parecer tuvieron un conflicto, pero yo encontré el cadáver del hombre en el jardín, tenía el cuello desgarrado como si lo hubiera atacado un animal salvaje.
- ¿Alguien más lo vio?
- No, me deshice de le para no hacer escándalo.
- ¿Se lo contaste a alguien más?
- No señor , solo a usted.
- Bien.
Se acercó y abrazo al mensajero...y lo apuñaló por la espalda, Luca vio todo, ordenó a los soldados que recogieran el cadáver.
- Propagar lo que es Crissio será muy beneficioso para ti.
- Lo se , pero aún no, y nadie más debe saberlo ¿Está claro?
- Por supuesto.
- Por ahora pasemos al segundo plan, ¿Macro sigue en Capri?
- Si , pero últimamente se la ha visto platicar mucho con Calígula.
- Calígula no es problema, el mismo Tíberio lo odia. Mis únicos obstáculos son Crissio y el emperador.
El y Luca subieron a sus caballos, uno de sus generales se acercó corriendo.
- Mi señor, ningúno quiere hablar.
- Entonces matenlos a todos, esos bastardos ya aparecerán.
- Si mi señor.
Regreso para dar la orden, como un trueno se escucharon los gritos y súplicas de los rebeldes judíos.
- Luca, envía por Pilatos, que  ese inútil venga a arreglar este desastre, vamos a divertirnos.
- ¿A dónde?
- Al palacio de Herodes.
Se fue muy contento con la información que había  obtenido de Crissio y planeando su siguiente movimiento.

El cielo estaba despejado, claro, como los ojos de una diosa, las estrellas brillaban soberbias para deleitar la tierra, Crissio miraba fijamente todo eso, aquellas luces lejanas, que al igual que se mantenían constantes e inmortales, salto desde el techo hasta el suelo del exterior de su propiedad, el ardor en su garganta debía ser calmado, quizá encontraría entre la madrugada un vago ebrio o algún hombre abusivo, en realidad no le importaba , solo le importaba una víctima que pudiera saciar su sed. Sus pasos lo encaminaron hasta la costa de la playa, allí vio a lo lejos un pescador que se tambaleaba sobre su balsa intentando llevarla a alta mar, el licor podía olerlo a kilómetros, aún si no lo mataba el, moriría ahogado, su destino estaba escrito, se acercó hasta el bote y de un fuerte tirón arrojó al hombre sobre la arena.
- ¿Qué sucede?- preguntó el pescador con frases a penas entendibles.
Intento ponerse de pie , pero Crissio de lo impidió rompiendo sus piernas.
- aaahhg ¡Maldito!
- Lo se , ahora calla, los gritos amargan la sangre.
Se inclinó sobre el y desgarro su cuello bebiendo ávidamente la sangre que fluía por la herida, continúo bebiendo hasta que el pescador con una última convulsión perdió la vida. Se mantuvo inclinado mirando el cadáver del hombre.
- Gracias- murmuró y arrojó el cadáver al océano.
A su espalda surgió un aplauso lento y sarcástico , aún con la cara manchada de la sangre de su víctima volteó para ver de qué se trataba. Allí estaba un sujeto de estatura baja pero fuerte complexión en una túnica corta y gris de aspecto roído.
- Mírate , has progresado bastante.
Crissio permaneció estupefacto unos segundos antes de reconocer al sujeto.
- ¿Gaico? ¿Qué estás haciendo aquí?
- Estoy de paso Crissio, es increíble, no esperaba verte aquí, han pasado tantos años.
- Si, es verdad.
- La última vez que te vi fue cuándo devastaste esa aldea griega, fue divertido.
- ¿Pero que dices?
- Vamos Crissio, se que lo disfrutaste igual que yo.
Y arrojó una cabeza que llevaba con el hacía las agitadas aguas del mar
- Se corrió el rumor de uno de los nuestros que se mezcló entre la sociedad romana, ahora viéndote me doy cuenta de que es cierto, ninguno lo había intentado.
- Es posible seguir viviendo.
- ¿Viviendo? ¿Entre ellos? Son nuestro sustento Crissio, lo sabes, no puedes creerte uno de ellos, ya no lo eres.
Gauco camino dando vueltas al rededor del tribuno.
- Sabes muy lo que somos, depredadores feroces y sin alma Crissio, puedes vivir entre ellos y tomar puestos sociales importantes, pero eso no hace a un lado el hecho de que no eres humano.
- ¿Qué quieres?
- Nada, solo estoy de paso y decidí detenerme por un aperitivo.
Camino despacio hacia la costa hasta que el agua tocó sus pies.
- Fue un gusto verte Crissio, de verdad.
- ¿ A dónde irás?
- A Egipto, allí los hombres se vuelven dioses, tal vez yo también pueda hacer lo que tú haces.
Seguio caminado hasta que el agua lo cubrió hasta el cuello.
- Por cierto, tienes una esposa muy hermosa.
Y desapareció entre las olas, Crissio sintió un vuelco en el estomago y de inmediato corrió de regreso a su hogar, cruzo el arco de la puerta presuroso hasta llegar a la habitación de Alaya. Su temor desapareció al ver a Alaya dormir tranquila. Camino despacio en retroceso con cuidado de no despertarla.
- Es tan hermosa- pensó para si, pero no podía distraerse, Gaico había entrado a su casa debía descubrir si había hecho algo. Fue hasta la habitación de Malael pero no lo encontró allí, por el contrario lo vio a el y Alita correr entre los pasillos y escabullirse  en el jardín, decidió de dejarlos solos, pensó en Drusso y también se dirigió hasta donde el gigante dormía, pero este incansable estaba despierto fieramente armado.
- ¿Nunca duermes Drusso?
- Solo un poco.
Pudo notar como no alejaba la mano de la empuñadura de su daga de plata.
- ¿Crees que voy a matarte?
- No, si quisiera matarme ya lo habría hecho.
- Entonces ¿Por qué la daga?
- Mera precaución...mi señor.
- Jamás recuperaré tu confianza¿Verdad?
- Mi señora Alaya confía en usted, eso es suficiente para mí.
- ¿Pero y tú?
- Lo que yo piense no importa, estoy aquí para protegerla a ella.
- Entonces dime ¿Alguien más entro a esta casa?
- No mi señor.
- ¿Estás seguro?
Ambos se miraron con sorpresa, instintivamente los dos tomaron sus espadas y corrieron hasta la habitación de Aurelio. Alaya, quién se había despertado, salía de allí y vio a los dos con las espadas en mano.
- ¿Qué les sucede?
- ¿Cómo está el?- preguntó Crissio.
- Está bien, algo agitado pero bien ¿Qué ocurre?
- Nada, nada.
- Yo me retiro, señora si me necesita solo llámame.
- Gracias Drusso.
Al quedarse solos el tribuno extendió su mano mano para tocar el rostro de Alaya, al sentir su mano ella se sobresalto y se alejó unos milímetros.
- Lo siento.
- Descuida, te entiendo.
Ya habían pasado tres noches separados, cuando se veían entre los pasillos se saludaban con una tímida sonrisa y platicaban poco, algo se había quebrado.
- Será mejor que vuelvas a dormir.
- ¿Qué harás tú?
- No sé, quizá vuelva al techo.
Ambos rieron ante esa respuesta, Alaya lo miro sonriente y el estaba a punto de retirarse.
- ¡Crissio espera!
- ¿Que sucede?
Se arrojó a sus brazos tomando el rostro de el entre sus manos besándolo apasionadamente sin importarle el sabor sanguinolento que tenían sus labios.

Las últimas semanas habían sido estresantes para la pareja, Alaya aún parecía consternada por la verdadera naturaleza de Crissio, no podía evitar sentir amarlo, pero al mismo tiempo ya no lo veía con los mismos ojos y en ocasiones sentía temor hacia el, un temor natural y ordinario que era insignificante en contra de lo que sentía por el. El tribuno en cambio se sentía incómodo con la constante vigilancia de Drusso, había fracturado la confianza del esclavo y de su esposa y aunque ella no lo demostraba, el podía intuir que algo no iba nada bien.
Entre su círculo de esclavos, al parecer Alita era la única que no sabía sobre Crissio y continuó con su trabajo habitual pensando que los primeros problemas entre sus amos eran habituales en toda pareja. El amor entre Crissio y Alaya era sincero sin embargo sucedió lo que sería el desencadenante de la tragedia.
Alaya estaba preocupada por el pequeño Aurelio, el niño llevaba días durmiendo y comiendo muy poco, apenas si quería levantarse de la cama y por lo general vomitaba lo poco que comía.
- ¿Qué le está pasando?
- No tengo idea, envía a Drusso por un médico.
- Si.
Alita salió presurosa, la pareja se quedó con el niño, pero Crissio mantenía su distancia, Alaya , arrodillada a un lado del lecho de Aurelio le sujetaba la mano, la cual ardía.
- Crissio,está muy grave- dijo ella con la voz entrecortada. El no supo que responderle, luchaba con el mismo por controlar su sed por el chico.
- Crissio ¡Por favor!
Por un instante Alaya creyó que la ignoraba hasta que cayó en cuenta de lo que estaba sucediendo y lentamente se levantó para acercarse a él y tomarle de la mano.
- Tranquilo, se lo que pasa.
Crissio continuaba abstraído y se dejó llevar hasta el exterior de la habitación donde Malael y Alita esperaban indicaciones.
- Malael encárgate de él por favor, Alita te necesito aquí.
Ambos obedecieron y Malael se llevó a su amo al otro lado del pasillo, Crissio seguía sin reaccionar por lo que el joven tomo una navaja y se hizo un pequeño corte en el brazo por donde fluyó un poco de sangre, en ese momento el tribuno pareció volver en sí y miró la herida de su sirviente.
- Gracias Malael.
- Es un placer señor.
- No tienes idea de lo que pase allí adentro, aún no puedo controlarme.
- Claro que puede, de no ser así ya habría matado al niño.
- No fue buena idea tenerlo aquí, fue mucho riesgo.
Se escucharon los pasos de un hombre apoyado en un bastón acompañado por Drusso, era el mismo veterano que lo había atendido semanas atrás, Drusso cargaba una gran bolsa y le indicó donde estaba el niño, Alaya lo recibió y cerraron la puerta.
- Ese Drusso es muy eficaz
- Lo es mi señor, sin embargo ya no es de fiar.
- Tranquilo no atenta contra mi persona. ¿Por cierto, cómo vas con Alita?
- ¿Qué? - se sonrojo.
- ¿Crees acaso que no lo sabemos?
- Mi señor yo...
- No te preocupes, no estás haciendo nada malo.
- Ella y yo pensamos en solicitar su permiso para casarnos.
- En hora buena Malael, por supuesto que lo tendrán.
El joven miró a su amo, sus ojos negros le daban un aire poderoso, ¿Cómo podían llamarlo demonio? Era más humano que cualquier hombre del imperio, más bondadoso y generoso que nadie que hubiera conocido y estaba muy honrado de servirle. Alaya salió de la habitación, se estaba limpiando unas lágrimas, Crissio se acercó de inmediato a ella.
- ¿Qué ocurre?
Ella no respondió solamente se apoyó en su pecho soltando su llanto.
- No tiene remedio, no tiene remedio- decía entre llantos desconsolados- llegó tarde, el...el...
Crissio no preguntó más, era obvio, el niño estaba enfermo desde su vida como esclavo , al pasar de los días la enfermedad que lo aquejaba se manifestó y lo consumió.
- No debí, no debí.
- Hey Alaya, esto no es tu culpa, lo salvaste, le diste una buena vida por unas semanas.
- Pero no fue suficiente, me la pasó salvándo esclavos y al parecer sólo encuentran la muerte conmigo.
Una vez más el llanto la ahogó, Crissio no sabía qué hacer, era la tercera muerte a la que se enfrentaba desde que estaba con el. El anciano salió despacio con la cabeza baja y movió la cabeza negativamente, el pequeño Aurelio acababa de morir,Malael le entregó un saco con monedas pero el hombre no las quiso aceptar y se fue en compañía de Drusso.
Alita se hizo cargo de su señora quien no dejaba de llorar y unió sus lágrimas a las suyas, Aurelio había llevado alegría a ellos y ahora el niño ya no estaba más. Crissio entró a la habitación y vio el cuerpecito cubierto por la sábana blanca, ya no podía oler la sangre, ya no podía escuchar el corazón. Se quedó solo pues Malael había acompañado a su señora u a Alita pues en ese momento lo necesitaba. Levantó la sábana y miró al niño, este parecía dormido, tranquilo, sin tribulación alguna, Crissio jamás había visto un rostro con tanta paz  ,paz que el jamás encontraría, paz que le fue negada hacía años antes de ser un soldado del ejército de Roma, Aurelio estaba lleno de esa paz y por un momento pareció envidiarle y una enorme tristeza lo envolvió por completo, vivió a cubrir el rostro del pequeño, se sentó a un lado de el y entonces lloró en silencio por su partida.
Fue interrumpido en sí despedida por el anciano, este entro a la habitación y acarició el rostro del pequeño y después señaló a Crissio.
- No entiendo.
Una vez más, tocó el pecho del niño y después el de su amo.
- No, no puedo hacerlo, no a el.
Los ojos nublados del anciano traspasaron a Crissio ¿Esa sería la respuesta a su dolor? Parecía lo más viable, pero Crissio no estaba dispuesto a darle el mismo destino al que lo condenaron a el.
- Sal de aquí, a él no, a él no, no perturbare la paz que ha encontrado.
El anciano insistía lo cual desespero a Crissio y una vez más le gritó.
- ¡No lo convertiré en algo como yo!
Alaya lo escuchó y entro rápidamente a la habitacion.
- ¿Puedes hacerlo? ¿Puedes?
- Alaya yo...
- Dime Crissio, ¡dime qué puedes!
- No, no lo haré. El ya está muerto.
- Pero pudiste evitarlo ¿Cierto? Pudiste evitarlo este destino y preferido dejarlo morir.
- ¡Entiende! No lo convertiría en un monstruo como yo.
- Tienes razón eres un monstruo.
Salió corriendo de allí, llamo a Drusso y Alita y se dirigieron a la salida ante la estupefacta cara de Malael, Crissio intuyo algo y salió tras de ellos, Alaya y Alita abordaban el carruaje mientras Drusso preparaba los caballos.
- Alaya ¿que haces?
- No se acerque mas.
- Muévete Drusso.
El gigante atacó con su espada de plata e hirió en la cara al tribuno, este le dio un ligero empuje en el pecho que fue suficiente para hacerlo volar por el aire.
Alaya bajo rápido del carruaje ayudando a Drusso.
- Basta Crissio, basta.
- ¿Qué haces?
- Me voy Crissio, tengo que hacerlo.
- No, no ,no, no.
Alaya le dio un fuerte y largo beso con sus ojos llenos de lágrimas y subió de nuevo al carruaje sin mirar atrás, Alita le dio una mirada a Malael y el asíntio con la cabeza.
- Ve con ellas Malael.
- No mi señor, yo no lo dejaré solo.
Drusso hizo caminar a los caballos al mismo tiempo que una tormenta se desataba y mientras el agua los cubría ambos veían alejarse a las mujeres que amaban.
- ¡Alayaaaaa!






EL BESO DEL INMORTALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora