IV. LAS BENDICIONES DE EROS.

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El tibio sol de la mañana acarició el jovial rostro de Alaya, pestañeando se levantó y tallo sus ojos quedando ligeramente deslumbrada, a su lado , dormido como un tronco yacia Crissio, la ligera sabana cubría parcialmente su cuerpo, ella sonrío al mirarlo creyendo que en cualquier momento despertaría tocó ligeramente la piel de su esposo con las yemas de los dedos recordando las caricias y besos de la noche anterior.
Crissio no despertó por lo cual decidió dejarlo dormir un poco más, se levantó cubriendo su cuerpo con una de las sábanas, su larga cabellera negra llegaba hasta la parte baja de su espalda y esto le provocó un cosquilleo en la piel, una sensación similar a los dedos de Crissio al tocarla,  se engalanó con una de sus túnicas y salió al patio, Alita colocaba una charola con, pan , dátiles e higos y una ánfora de leche para que su señora desayunara, agradeciendo la atención se sentó comiendo uno de los higos.
- ¿No lo acompañará el tribuno?
- Sigue durmiendo Alita, podemos esperar un poco más.
- Yo no lo aconsejo mi señora- respondió Malael- el amo Crissio tiende a dormir largos periodos en el día, es mejor que usted continúe con sus actividades cotidianas.
- ¿Quieres decir que podría pasar todo el día dormido?
- Es posible señora, ahora sí me disculpa necesito ir a alimentar a los caballos.
¿Sería posible que Crissio se la pasará dormido todo el día? De ser así, ¿Qué haría llegada la noche? Mientras seguía comiendo la fruta Alita se encargaba de peinar la cabellera de su señora, desde su llegada a casa de Crissio las cosas a las que estaban acostumbradas pasaron a segundo plano, pues fue indicación del tribuno que las libertades que tenían antes no se efectuarán ya, aún así, ella y Drusso se sentían muy bien bajo el amparo del tribuno.
- Mi señora permítame decirle que creo que fue una excelente desición casarse con el tribuno.
Alaya sonrió y agradeció las palabras de Alita , necesitaba que alguien le dijera eso y su gran amiga lo hizo.
- Solo lamento no haberlo hecho antes, de haber sido así Denae seguiría con nosotras.
- Mi hermana ya reposa bajo el seno de Ra , dejemos a los muerto reposar y concentremos en vivir la vida que ahora tenemos.
- Agradezco que sigas conmigo Alita, supe que Crissio les ofreció su libertad.
- Lo hizo pero hemos decidido quedarnos a su lado, ser sus sirvientes es mejor que ser liberado en un mundo que no nos tolera.
La joven esclava sujeto el cabello en una gruesa y firme trenza que adorno con algunas flores del jardín, Alaya quedó encantada y estrechó con fuerza la mano de su compañera.
- Alita te prometo que siempre te protegeré.
- No tiene que hacerlo mi señora.
En un emotivo impulso Alaya abrazo con fuerza a Alita demostrando el gran cariño que le había tomado en todo  estos años que había estado con ella. Alaya se sentía feliz, se sentía completa, las dudas y miedos se desvanecian poco a poco,pero a pesar de eso aún estallaban en su cabeza las palabras de Sejano " no tienes idea de quién es Crissio ni de lo que es capaz" pero decidió que confiaría en el.
La mañana paso rápido, cuándo regreso a su habitación el tribuno ya había despertado, vestía una túnica de lino que le cubría hasta las rodillas y mantenía expuestos sus fuertes brazos, ataba sus sandalias cuando Alaya entro por lo cual no se percató de la presencia de su esposa quién lo contempló en silencio hasta que terminó la tarea.
- ¿Cuánto tiempo más piensas permanecer allí?
- Creí que no me habías visto.
- Yo lo veo todo.
Tomo las manos de Alaya entre las suyas , la altura del tribuno era considerable, y el rostro de la mujer quedaba justo a la barbilla de su esposo, Crissio se inclinó ligeramente besándola despacio.
-¿ Y bien?
- ¿ Y bien?
- Ya soy tu esposa Crissio, ¿Qué sigue ahora?
- Nos vamos Alaya, nos vamos de aquí.
- ¿Dejaremos Roma?
- Tengo entendido que tienes una propiedad en Corinto, pero nos iremos a las costas.
- Malael me dijo que pretendes que nos vayamos a Ostia Antica.
- Así es.
- Está muy lejos de aqui, ¿que pasara con tus responsabilidades en el senado?
- Bajo la directriz de Sejano el senado ha sido reprimido de modo que nos estaremos agrupando en distintos puntos,  además quiero mantenernos lo más  lejos posible de el.
- Pero estamos bajo el amparo de Tiberio.
- Sejano nos dejara de molestar, pero lo conozco y no se quedará así, debemos tomar algunas precauciones extras.
- ¿ Y cuándo partiremos?
- Está noche.
- ¿Tan pronto?
- Es un viaje largo , si partimos de noche podemos evitar caravanas y mercados ,llegaremos más rápido, olvídate de llevar cosas, allá encontrarás todo lo necesario.
- Crissio, ¿Puedo preguntar algo?
- Dime.
- ¿Qué pasó contados tus esclavos?
Mi padre te traia casi todo el tiempo.
Crissio se quedó en silencio por unos segundos y suspiro.
- Mate a la mayoría en una rebelión orquestada por Sejano, a los demás les concedi su libertad, no podía confiar en ellos, casi logran matarme esa noche, es por eso que considero que con Malael, Alita y Drusso es suficiente.
Alaya se quedó callada mirándolo, la mirada de Crissio había cambiado en una expresión un tanto dura y cruel.
- Va a ser un viaje arduo, descansa un poco, le pediré a Drusso que prepare el carruaje.
Beso una vez a su mujer y la dejo sola con la impresión de que todavía algo le ocultaba.


El carruaje encargado por Crissio ya estaba en la puerta , los cinco integrantes estaban listos para partir a su destino, la ciudad costera de Ostia Antica, una ciudad cuyo puerto servía para la interacción de Roma con las otras provincias del imperio y dónde Crissio disfrutaba de pasar largos períodos alejado del caos habitual del Senado.
- Muy bien, Alaya y Alita irán dentro del carruaje, Malael lo dirigirá, Drusso y yo los escoltaremos.
A la orden del tribuno las dos mujeres abordaron el carruaje que era algo pequeño y similar a un baúl, las mujeres tendrían que pasar la mayor parte del viaje recostadas sobre varios cojines que ya iban dentro, Alaya se retiró el lienzo que cubría su cabeza y dio un largo beso a su esposo, este correspondió y le regaló una sonrisa muy amplia.
- Será un viaje largo Alaya procura descansar.
Con un fuerte abrazo Alaya se despidió momentáneamente, Drusso le entrego a su señor la gran espada que siempre llevaba a la cintura y después procedió a montar su caballo listo para la partida.
- Andando.
El carruaje comenzó su camino en un ligero andar, los caballos guiados por Malael obedecían cada indicación como si se las susurran al oído. Crissio y Drusso se posicionaron en la parte trasera del carruaje como ya lo había dicho. En unos minutos llegaron a la calzada principal que los desviaria hacia el bosque que tendrían que cruzar , la luna en cuarto menguante, iluminaba parcialmente el camino por lo cual encendieron unas antorchas para auxiliarse.
- Mi señor, ¿Este lugar a dónde vamos está lejos de ese tal Sejano?
- Por supuesto Drusso, Sejano tiene por ahora otros asuntos de mayor importancia que atender, las múltiples sublevaciones de los zelotes (rebeldes) de Jerusalén lo mantendrán ocupado por un tiempo.
- Eso espero, se que usted nos ha amparado también y se lo agradezco pero ese hombre no se detiene ante nada.
- Lo se y por eso necesito saber qué harás lo posible por protegerlas a ellas.
- Mi vida les pertenece como una vez se lo dije al señor Tulio, no pude protegerlo a el, ahora mi compromiso es con Alaya y Alita quien es como mi hija.
- Eres un gran hombre Drusso, es todo un honor tenerte a nuestro lado.
Depósito su mano sobre el hombro del fuerte esclavo quien regalo una discreta sonrisa al Tribuno.
- Por cierto señor, aquella vez que lo golpee en el rostro ¿Qué fue lo que sucedió?
- Hay cosas que no debes saber Drusso y que no debes preguntar.
Un silencio incomodo llegó entonces, Drusso mantenía la vista enfrente y de ves en cuando miraba a Crissio en una mezcla de administración,respeto y temor.
- ¡Mi señor, hay un tronco obstruyendo el camino!
Crissio avanzó ante la alerta de Malael y en efecto un tronco grande obstruia el camino.
- El viejo truco del tronco ¡Drusso mant..
Una flecha veloz corto el aire impactandose en el cuello del tribuno haciéndolo caer del caballo, Malael fue golpeado en la cabeza y cayó inconsciente.
- ¡No!
Drusso descendió rápidamente para auxiliarlos pero fue rodeado por cinco sujetos con viejas espadas oxidadas, uno de ellos trato de atacarlo pero solo encontró un certero golpe en el rostro por parte del titanico hombre, dos más lo atacaron blandiendo las espadas pero el resultado fue el mismo , tres de los cinco bandidos yacian en la tierra ante la corpulencia de Drusso, pero entonces de la oscuridad surgió otra flecha que se impactó en la pierna del gigante, aulló de dolor, pero no sé rindió , continuó de pie dispuesto a luchar hasta su último aliento, dos flechas más lo alcanzaron hiriendo la misma pierna obligándolo a caer, uno de los bandidos se acercó a él con su sucia espada para dar el último golpe sin embargo la fuerte mano del esclavo rodeó su cuello rompiéndoselo con un solo movimiento.
- ¡Basta !
Grito uno de los agresores y lo golpeó fuertemente en la cabeza con una gran roca, con el gigante incapacitado los ladrones abrieron el carruaje encontrando a Alaya y Alita totalmente desprotegidas.

Alaya estaba alarmada, frente a ella y Alita de hallaban cinco sujetos con malas intenciones, fueron obligadas a descender del carruaje mientras uno de ellos registraba el interior, los otros cuatro tipos no dejaban de mirarlas, de reojo vio a Malael tendido a la orilla de la carreta y Drusso en el mismo estado en la parte trasera junto a los cadáveres de los dos bandidos que logró matar, pero ¿ Donde estaba Crissio?
- Bien, ¡encontre esto!
El tipo bajo del carruaje con dos saquitos perfectamente amarrados, el que parecía el líder los rasgo con una daga y de ellos cayeron sendas pepitas de oro, expresó su satisfacción con una sonrisa sucia.
- Excelente.
- ¿Qué hacemos con ellas?
- Nos las llevamos , serán bien pagadas en los burdeles de Persia.
- ¿Qué les hace pensar que iremos con ustedes?
Los sujetos estallaron en risas de burlas ante la tajante respuesta de Alaya, otro bandido jorobado y de aspecto desagradable la sujeto de la cara para decirle algo.
- ¡Tus hombres están muertos! No tienen ninguna protección.
- No creas que los necesito para protegerme.
Sin que se diera cuenta Alaya tomo la daga que escondía entre sus ropas y apuñaló en el estómago al jorobado, ante el ataque fue abofeteada por el líder.
- Bien , si no quieres ir con nosotros te quedarás aquí a ser devorada por las ratas.
Antes de que pudiera volver a tocarla, fue aprisionado por unos fuertes brazos, Drusso, con sangre fluyendo de su cabeza había vuelto a la lucha, levantó al líder por encima de su cabeza arrojandolo por los aires, el esfuerzo provocó dolor en sus heridas y fue nuevamente asediado por los agresores quiénes lo apalearon en el suelo.
- ¡Dejenlo en paz!- gritaba Alaya desesperadamente siendo ignorada; el líder se levantó y se acercó al maltrecho Drusso dispuesto a acabar con él, pero no contó con la aparición de Crissio. El tribuno había vuelto, su colosal estampa provocó el miedo en los bandidos.
- Pagarán por esto.
- Te disparé al cuello, deberías estar muerto.
- ¿Por qué no lo vuelves a intentar?
- Los tres bandidos que quedaban y su líder atacaron a Crissio, este no se inmutó en ningún momento y se mantuvo sereno, el primero cayó ante la espada de Crissio la cual le atravesó el pecho, la velocidad a la que se movía era inhumana, antinatural que dejó perplejos a todos incluso a Alaya.
Los incesantes ataques de las espadas oxidadas no lograban alcanzar su objetivo y entonces sucedió, la ira de Crissio estalló en los bandidos, tomo a uno de ellos por el cuello y lo azotó en el suelo partiendo su cabeza en dos, alcanzo a uno más a quien entre gritos de horror le atravesó el pecho con su propio puño, solo quedaban dos, la mirada en su rostro era siniestra por lo cual el líder y su secuaz huyeron despavoridos al bosque, sin mirar a las mujeres fue tras ellos en la oscuridad de los árboles; en su carrera los ladrones no no notaron que se separaron sin saber a dónde dirigirse.
- oh no, oh no, oh no.
Escuchó pasos entre la hojarasca pero no lograba ver a nadie.
- El temor hace más dulce la sangre.
- Aghh.
El grito de horror fue reprimido, pues con su fuerte mano le arrancó por completo la tráquea y arrojó el cuerpo al suelo como cualquier desecho.
El último sobreviviente, el líder seguía huyendo, el cansancio de sus piernas le pedía ceder , pero el temor le indicó que continuará corriendo, fue en vano, entre las sombras tropezó con Crissio.
- ¡No , no ,por favor!
- Te atreviste a agredirnos, casi matas a Drusso y golpeaste a mi esposa, no tendré piedad contigo, drenare lentamente tu sangre hasta que sientas como tú corazón se queda vacío y las sombras de la muerte cubran tus ojos y cuándo acabe contigo dejaré tu miserable cuerpo disperso por el bosque, jamás encontrarán tus partes en el inframundo y serás solo una escoria entre las sombras.
- No, ¡Nooooo!
Las aves nocturnas huyeron de los árboles y los insectos guardaron silencio, todo lo dicho por Crissio se había consumado.

Alita , ayudaba a Malael a levantarse, pero el bien Drusso seguía muy mal herido, Crissio regreso con ellos, sus manos y armadura estaban sumamente manchadas de sangre.
- ¿Qué fue lo que hiciste?
- Lo necesario.
- Los mataste, estoy de acuerdo, pero tú método fue...
- Hay que ayudar Drusso, Malael ¿puedes conducir?
- Necesito un poco de tiempo mi señor.
- Hay una aldea a unos  pasos de aquí, llevaré a Drusso para que lo ayuden, en cuanto te sientas mejor llévalas allá.
- Si mi señor.
Atravesó al gigante en su caballo sin ayuda y monto para dirigirse rápido a la aldea.
- Alaya, ten cuidado.
Partió a galope, pues la respiración de Drusso era cada vez más complicada, Alaya lo vio alejarse sin apartar de si cabeza lo que acababa de presenciar.

Drusso era atendido en una casa de la aldea que Crissio había señalado , ninguno de los habitantes de allí era médico o similar sin embargo se había encontrado con un anciano veterano del ejército romano que se había enfrentado a ese tipo de heridas y más en el campo de batalla, en respeto a su trabajo y experiencia el tribuno acato  la indicación de esperar afuera de la casa mientras el anciano hacia lo suyo; mientras esperaba de lamentó de la situacion de su esclavo, si hubiese puesto atención habría logrado escuchar a los bandidos antes de que estos atacarán pero últimamente estaba muy distraído y no era por de más , Alaya era ya su esposa y eso le daba gran satisfacción.
Entre la oscuridad las mortecinas luces de las antorchas de su carruaje se hicieron con la atención del tribuno, tal como lo indicó procedieron a darle alcance en la aldea. Alaya bajo del carruaje con la agilidad de un ciervo y corrió a los brazos de su esposo al verlo en el exterior de la casa.
- ¿Cómo está Drusso?
- Están atendiendo sus heridas, aunque severas no hay de que preocuparse, Drusso en un hueso duro de roer, estará bien.
- Menos mal, los dioses están de su lado ¿Quienes eran los que nos atacaron?
- Simples ladrones, si solo hubieran querido el oro se los habría dado.
- Hiciste lo que debías Crissio.
- Por cierto, la manera en que te defendiste fue formidable ¿Donde aprendiste a hacerlo?
- Mi padre siempre pensó en mi, así que le pidió a Drusso que me enseñará a usar la espada.
- Eres muy valiente Alaya.
La pareja sonrió, la  tensión de hace un momento se había desvanecido y ahora solo eran ellos dos nuevamente. El anciano, quien carecía de un ojo y se apoyaba pesadamente en un bastón, salió de su modesta casa para dar su informe de la situacion.
- He logrado evitar la pérdida de sangre señor, por ahora dormirá hasta mañana y podrá seguir con su camino, es un hombre muy resistente.
- Excelente- el tribuno extrajo dos Aureus ( moneda de oro equivalente a 25 denarios) de su saquillo atado a la cintura y se los entrego al anciano.
- Pero señor, esto es más de lo que debería darme.
- Y la vida de Drusso es invaluable anciano, cuando despierte dale una buena comida y dile que se encamine a su destino.
Con una ligera reverencia el anciano agradeció y volvió a su hogar, Crissio ato el caballo a la casa para que Drusso lo usará a la mañana siguiente puesto que el suyo había escapado en el caos del ataque.
- Malael, descansa un poco entra al carruaje yo continuaré conduciendo.
Malael acepto, pues aún se hallaba adolorido por el golpe en la cabeza.
- Yo voy contigo.
- Está bien.
Alaya y Crissio tomaron el lugar del conductor, a una indicación los caballos avanzaron en la noche, mientras el tribuno llevaba las riendas, Alaya se sujeto del músculoso brazo y así se mantuvo.
- Me alegra que estés bien, cuando vi a Drusso y Malael mal heridos pero no a ti, pensé en lo peor.
- Solo me hicieron perder el equilibrio.
- Crissio, la forma en que los atacante...
- He estado en múltiples batallas, la forma en que un hombre asesina a su enemigo es distinta en cada situacion.
- Te agradezco lo que hiciste por nosotros.
- ¿Agradecerme? Alaya, eres mi esposa , moriría por ti de ser necesario.
Ella sonrió sonrojandose y apoyo su cabeza en el brazo de Crissio cerrando los ojos, se sentía plena y protegida, se sentía como no lo había hecho de la muerte de su padre, Crissio la miró y su corazón dio un vuelco, ¿Qué reta esa sensación que sentía en su pecho cada vez que ella estaba a su lado?
El camino se hacía cada vez más corto, al horizonte se veía el gran faro del puerto de Ostia Antica, después de horas de camino ya habían llegado a la ciudad costera que tanto esperaba Crissio, en la entrada de la ciudad dos guardias romanos extendieron su brazo derecho saludando al tribuno.
- Que gusto verlo nuevamente aquí señor.
Crissio respondió al saludo con una sonrisa y entregó un denario a cada guardia.
- Alaya despierta, tienes que ver esto.
La mujer abrió los ojos y pestañeo al ver dónde se encontraba, la increíble ciudad estaba alumbrada con grandes antorchas que la hacían similar al cielo estrellado , las edificaciones eran preciosas y los jardines vivos con varias fuentes en su alrededor, una estatua de Neptuno se levantaba soberbia en el centro de la calzada y un gran platon ardiente iluminaba sus pies, Crissio indicó a Malael que llevara a Alita y el carruaje a casa, tomo a Alaya de la mano y la llevó a la costa.
- ¿Qué haces?
- Ya es hora.
Indico con su dedo el horizonte y las aguas del poderoso mar se iluminaron con un color naranja simulando el fuego de una fragua, en unos minutos el primer resplandor del sol se asomó por la orilla del océano, sus rayos se dibujaron en las aguas y en el cielo en una hermosa refracción que saludaba a la tierra.
- Apollo bendice nuestra llegada.
Permanecieron abrazados ante ese espectáculo, entonces Alaya tomo en sus manos el rostro del tribuno y lo besó con la pasión contagiosa del océano, Crissio retiró el velo que cubría la cabeza y hombros de su esposa y acarició los hombros mientras respondía al beso tierno y apasionado, desató el nudo que sujetaba la túnica y la delicada prenda cayó graciosamente por la piel de Alaya a la vez que desprendía al tribuno de su armadura, las pequeñas y delicadas manos recorrían su espalda, se recostaron siendo acariciados por la arena, entregándose el uno al otro ante las olas que rompían en las rocas de la costa.
Alaya despertó hacia la hora Nona (14: 30 hrs) , a su lado encontró un pergamino con una perla de mar gigantesca, el pergamino tenía escrito una nota
" Volveré al atardecer" , reconoció la letra de Crissio, recordó que habían entrado a a la casa poco después del amanecer y una vez en su habitación se entregaron una vez más a sus deseos durmiendo de inmediato, así pues Alaya despertó hambrienta, al vestirse y peinar sencillamente sus cabellos salió a reconocer la casa que ahora ocupaban. Era enorme, mucho más grande que la de Roma, los pisos estaban decorados con mosaicos azules y encajados con piedras de río, una serie de columnas al estilo griego sujetaban los abovedados techos blancos, en cada pasillo, exóticas y bellas plantas lucían de ornato, siguió el pasillo que la llevó hasta un jardín inmenso rodeado de árboles frutales y dónde aves como avestruces, Pavoreales, tucanes y loros convivían, además también vio un estanque con agua sumamente cristalina y donde 4 perezosas tortugas dormían, mientras miraba los animales un anciano de muy baja estatura se acercó a ella por la espalda, no emitió ningún sonido por lo cual asustó a Alaya.
- ¿. Quien es usted?
El hombre no respondió, expreso una sonrisa grotesca revelando que no tenía un solo diente y le ofreció a Alaya un racimo de uvas.
- Gracias , ¿cual es su nombre?
Seguía sin responder.
- ¿Usted trabaja aquí?
No hubo respuesta, esto preocupó a Alaya pensado que quizá estaba extraviado o podría ser un ladrón, mientras el sujeto cortaba la maleza del jardín Malael llegó para esclarecer el asunto.
- No sé moleste señora, le cortaron la lengua por eso no puede hablar.
- ¿Quien lo hizo?
- No lo sabemos, el tribuno lo trajo aquí cuándo lo encontró mendigando en las calles, desde entonces ha cuidado la casa por tres años, es un excelente jardinero.
- ¿Cómo se llama?
- No lo sabemos, el tribuno lo llama Grusilio y al parecer le agradó.
Alaya miró al anciano, parecía tan frágil y la administración por Crissio creció aún más, pues trataba de ayudar siempre a quien lo necesitara, lo cual contrastaba bastante con la actitud violenta en contra de los bandidos que los atacaron.
Media hora después Alaya comía en compañía de Alita, le pidió que la acompañará a dar un recorrido por la ciudad la cual les recordaba bastante a su natal Corinto, la joven esclava aceptó a regañadientes de Malael pues les recordó que no debían salir en ausencia del tribuno.
- Tranquilizate Malael volveremos antes del atardecer.
Malael no tuvo más remedio que ceder, pues debía respetar las indicaciones de Alaya , sin embargo también tenía que hacerlo con las de Crissio, no podía desobedecer a Alaya, pero al obedecer una indicación de ella estaba desobedeciendo a Crissio, la cabeza de Malael dio vueltas y al fin terminó por ceder.
La calzada de la ciudad era más amplia y mucho más limpia que la de Roma, las tabernas y baños públicos se hallaban dentro de grandes estructuras de roca, por la calle lucían tuberías de plomo que llevaban el agua limpia por toda la ciudad y alimentaban las innumerables fuentes que adornaban las calles y dónde una decena de niños se dedicaban a jugar, Alita, sujetando el brazo de su ama , miraba todo con impresión recordó sus viejos días como una mujer libre en Egipto.
Siguiendo con su recorrido encontraron un anfiteatro similar al que había visto en Grecia en uno de los viajes con su padre y decidieron entrar, un orador entonaba un cántico recordando las victorias de Tiberio sobre las tribus germanas y enfatizo la proesa de Crissio al salvarle la vida al joven general Tiberio. Al escuchar el nombre y hazañas de su esposo sonrió, pues entre toda la multitud ella era la esposa del héroe que estaban elogiando, al terminar las crónicas se presentó una comedia parodiando a Tiberio y Sejano, el actor que representaba al prefecto lamía cómica mente los pies del supuesto emperador dando a entender la forma en que logró llegar tan alto, todos rieron, incluso los guardias romanos que allí se encontraban, era obvio que Sejano era detestado en muchos sitios. Al término de la función decidieron volver a casa pues el sol comenzaba a esconderse para dar paso a la noche, mientras intentaba volver vio por la calle a un hombre obeso golpear un ovillo en el suelo de la calzada, al percatarse bien de la situacion noto que era un niño al que golpeaba.
- ¡Déjalo en paz!
- Esto no es asunto suyo.
- ¡Qué lo dejes!
El sujeto le dio un ligero empujón haciéndola retroceder, esto provocaría la ira de Alaya quien respondió con un fuerte golpe en el rostro del sujeto dejándolo inconciente en el suelo, procedió a ayudar al niño quien se protegía la cabeza de los feroces ataques, uno de sus oídos sangraba y su inocente rostro estaba cubierto por las lágrimas, limpió la sucia carita con su sotana y tomo al infante en sus brazos llendo de regreso a casa antes de que el sujeto volviera en sí

Al otro lado de la ciudad Crissio se mantenía sobre su caballo esperando, llegó a él un hombre cubierto por una capucha y llevando consigo a una mujer joven.
- Aquí la tiene señor, ¿Cómo acordamos?
Le arrojó al tipo una bolsa de monedas.
- En esa cantidad va también el precio de tu silencio.
- Descuide señor, no podría traicionar a tan buen cliente.
- Lárgate.
- ahora mismo, pero permítame decirle que el señor Pilatos desea una audiencia con usted.
- ¿Poncio? ¿Qué quiere ahora?
- Eso solo usted lo sabrá.
- Ya lárgate.
El tipo se fue acelerando el trote de su caballo , la joven que le fue entregada a Crissio no paraba de llorar y temblar.
- Por favor deja de hacer eso...le da mal sabor a la sangre.

El niño se mantenía en cuclillas escondiendo el rostro entre las rodillas , Alita trataba de limpiarlo pero este no permitía que se le acercara siquiera para recibir algo de comida, trataron de hablar con el pero se dieron cuenta que no podía hacerlo, solo emitía gruñidos como si se tratara de un animal salvaje. El pequeño parecía tener entre 5 y 6 años y Alaya se preguntó que tan cruel era el mundo en donde se esclavizaban y golpeaban niños.
- Ya es de de noche mi señora.
- Lo se, debemos darle un baño para dormirlo en una de las habitaciones, ¿Crees que puedes quedarte con el?
- Si mi señora.
- Gracias Alita.
Alaya volvió a hablarle, por extraño que parezca, el chiquillo solo se calmaba ante ella e incluso le sonreía por lo cual se lo llevó a una habitación donde Malael ya tenía preparada una tina de agua tibia.
Comenzó entonces a darle el baño, era evidente que el niño no lo conocía pues se maravillo del agua caliente y jugó con ella, en esto estaban las mujeres cuando Crissio entró empujando fuertemente las puertas.
- ¿Qué ocurre aquí?
- ¡Crissio!
- Te hice una pregunta ¿qué estás haciendo?
- Solo aseo a este pequeño.
- ¿Solo eso? Tengo entendido que se lo has quitado a su dueño, el procurador de la ciudad me ha dicho como sucedieron las cosas.
- ¡Si se lo quité Crissio! ¡Lo estaba golpeando!
- ¡Es su esclavo Alaya, no puedes simplemente ir por allí quitándoles su propiedad cuando veas acciones que no te agradan!
- ¡Pensé que entenderías Crissio!
- Claro que lo entiendo, pero también respeto la propiedad ajena. ¡Viste a ese niño, lo entregaré!
- ¡No!- Alaya gritó fuertemente que todos los allí involucrados se estremecieron- no dejaré que lo lleves con ese bárbaro, lo matará.
- Alaya, tengo al procurador exigiendo que ese niño sea devuelto, entiende, no me puedo enemistar con el.
- No lo hagas , que se enemiste conmigo Crissio, por que este niño no vuelve allá.
La actitud de Alaya era firme, Crissio entendía que ella no cedería.
- Entonces así serán las cosas.
- Si, así lo serán.
- Muy bien, Malael, toma a ese niño lo llevaremos con el procurador.
Malael se quedó quieto con la mirada al suelo.
- ¿Malael?
- Lo siento señor, pero esta vez no puedo obedecer.
- Tendré que hacerlo yo.
- ¡No te atrevas a sacar a ese niño de aquí Crissio!
La tensión había crecido, Crissio estaba dispuesto a pasar sobre ella pero no quería lastimarla.
- Muévete Alaya.
- No lo haré.
La campanilla del portón tintineo distrayendo a todos. Crissio salió rápidamente a ver de qué se trataba, el hombre obeso iba en compañía de cinco guardias pretorianos.
- Tribuno con todo respeto he venido por mi propiedad.
- Te recomiendo que te vayas , por qué no te lo entregaré.
- Disculpe Tribuno, es una orden del procurador.
- Entonces estoy dispuesto a responder ante el.
- Escuché fui humillado ante todos por una mujer y no aceptaré nada que no sea ese maldito niño, ¡Me pertenece!
- jugemoslo, si ganas te entregaré al niño con mis esclavos, entre ellos una doncella de Egipto, pero si tú pierdes , bueno, el niño se queda aquí.
- De acuerdo, junto con una suma de 500 denarios.
- Aceptó.
- Ah y que sea una pelea entre nuestros campeones, si recuperaré mi reputación será en el deporte más apasionado del imperio.
- Bien mañana en el anfiteatro al atardecer.
- No, al mediodía, ofreceremos un espectáculo digno de reyes.
El sujeto se fue riendo con los guardias, Crissio se preocupó, con Drusso en recuperación el tendría que pelear, pero el sol de medio día lo haría muy vulnerable. Volvió a entrar a la casa y paso secamente entre su esposa y Malael encerrándose en una de las habitaciones.
A la mañana siguiente preparo su armadura, su espada y su carro de combate con dos caballos, Malael abordó el vehículo para llevar a su amo, pero fue retirado bruscamente por el mismo.
- Mi señor , no puede hacerlo, el sol lo lastimara.
El tribuno no prestó atención a su sirviente y agitó las riendas indicando a los caballos que avanzarán, Alaya lo miro desde los arcos de la casa con el niño en brazos y una lágrima corrió por su mejilla ante la indiferencia que mostraba su esposo.

El sol se levantaba soberbio sobre un cielo azul y despejado, las manos de Crissio parecían arder mientras sujetaba las bridas del carro, sintió su casco sofocante y al retirarselo grandes gotas de sudor se deslizaron por su frente, sus brazos, hombros y espalda parecían desprenderse de la piel exponiendo sus nervios y arterias, la exposición al sol le estaba causando un dolor intenso que hacía años no sentía.
Al llegar al anfiteatro de la ciudadela, inmediatamente se dirigió a los portales para apaciguar el dolor bajo la sombra, sus heridas comenzaban a sanar pero sabía que no duraría pues en el momento de la pelea tendría que salir nuevamente al sol.
- ¡Debo enseñarle a Malael a combatir!
Vino a su memoria Drusso y su increíble fuerza, si el estuviera aqui podría representarlo en el combate pero estaba en recuperación y no podía pedir que hiciera eso. El sujeto que exigía el niño le fuera de vuelto llegó y palmeó la espalda del tribuno, se retorció por el ligero dolor que le causó, esa área aún no sanaba.
- Crissio ¿Dónde esta tu campeón?
- Descansando, yo combatire.
- ¿Tu? No te ves en condiciones, vamos déjate de bromas.
- No es ninguna broma, yo pelearé contra tu hombre.
- Estás seguro ¿Gaico ha matado a muchos gladiadores?
- Yo no soy un gladiador, soy un guerrero de Roma.
- Como sea, ya lo verás en la arena, jajaja.
Se retiró dejándolo solo, pensó que debido a la intensidad del sol tendría que hacer un rápido ataque y mortal negándole a los presentes el espectáculo que estaban deseando presenciar, en sus condiciones no podía permitir que su rival lo dañará o podría estar en problemas.
- Maldición,si no fuera por el sol.
Se dobló por un dolor en el pecho y de pronto arrojó vómito sanguinolento, con lo cual se debilitó aún mas; las gradas comenzaron a llenarse de gente, se corrió la voz rápidamente de que un tribuno militar se enfrentaría a un gladiador, algo jamás visto, el bullicio estalló en cada rincón del anfiteatro, sonaron las trompetas, en el palco principal se asomó el procurador.
- ¿Pilatos? ¿Qué hace el aquí?
Pilatos no era el procurador de Ostia Antica, lo que desconcertó a Crissio, los presentadores entonaron cánticos elogiantes para el representante del César y llamaron a la arena al gladiador Gaico, era un sujeto alto, ligeramente más alto que Crissio, brazos, pecho y piernas enormemente ejercitados, caballera y barba larga en un rostro que parecía sacado del mismo infierno; la curpulencia y tamaño del guerrero impresionó a la tribuna pero no a Crissio.
- Bien es hora.
Dio un paso y cayó al suelo, la multitud vociferaba exaltada creyendo que el tribuno se había desmayado del temor, se levantó pesadamente, hasta que una fuerte mano le tendió ayuda.
- ¡Drusso! ¿Qué haces aquí?
- Representarlo mi señor.
Tomo el Gladius ( espada romana) de su amo y se presentó en la arena, al ver a ese gigante de ébano la gente se entusiasmó, quizá ya no verían pelear al tribuno pero dos titanes de esa índole darían una gran función. Drusso no llevaba armadura, solo una hombrera que protegía el brazo combatiente y su túnica corta, Gaico por su parte llevaba escudo, espada y un peto protector de cuero, este sonrió al ver a su adversario.
- Tu amo, ¿Se acobardo?
- No, simplemente no eres digno de enfrentarte a el.
A una señal de Pilatos inicio la pelea, las espadas vibraron ante el choque del metal , los poderosos músculos se tensaron para resistir el impacto, Gaico empujó ligeramente a Drusso para liberarse y soltó un golpe con el escudo directamente en su rostro.
- ¡Levántate!
Los ataque de Gaico eran contusos pero legibles, lo que le dio una ventana de oportunidad a a su adversario, cuándo dio el segundo golpee, Drusso sujeto el escudo con ambas manos y lo despojo de su dueño, este al verse sin la defensa se retiró un par de pasos. La pelea era espectacular, quizá los mismos la observaban recordando los días en combate con los titanes. El coloso arrojó el escudo a un lado tomando solamente su espada, Gaico arremetió una vez más,pero solo se encontró con la formidable resistencia de su rival, el choque de las armas provocó que el metal se quebrara, ya sin armas, Drusso propinó un fuerte golpe en mandíbula haciendo trastabillar a su adversario, pero este respondió rápidamente con un golpe similar, la sangre fluyó de sus bocas , uno a uno se golpeaban incesantemente, cuando Gaico lanzaba un fuerte golpe Drusso respondía con uno más fuerte, ninguno cedía, ningúno pretendía perder; sus cuerpos temblaban del agotamiento, Crissio lo miro preocupado, a penas se habiaa recuperado de las heridas anteriores, pero no podía dejar que se rindiera. Con fuerza sobrehumana, Drusso aplicó si último golpe en la frente de Gaicol quien cayo al suelo agotado. La multitud estalló en gritos y vítoreos, la magnífica pelea de los titanes había sido grandiosa, todos exclamaba muerte a Gaico, quien resignado se mantuvo en el suelo mirando a Drusso.
Pilatos se levantó de su asiento, extendió el brazo con el puño cerrado y el pulgar se extendió lentamente hacia abajo.
- ¡Mátalo, Mátalo, Mátalo!
Drusso se agachó hacia su rival.
- Has ganado, es un honor morir a tus manos.
- Buena travesía hermano.
Sujeto la cabeza de Gaico con sus grandes manos y de fuerte tirón la separó de la espina, Drusso levantó sus manos al cielo aclamando su victoria. El sujeto obeso fue con Crissio para pagar su apuesta.
- Tuviste suerte de que ese gigante llegará, tu no habrías tenido oportunidad contra Gaico.
Y le entrego también los 500 denarios, Drusso fue con su amo .
- Buen trabajo, pero ¿como te enteraste?
- Malael me alcanzó en la entrada de la cuidad y me lo dijo todo.
- Buen trabajo Drusso, buen trabajo.
Y no pudiendo más se desvaneció en los brazos del gigante quedando totalmente inconsciente.

El carro de Crissio llegó entre una gran nube de polvo , Drusso lo conducía con tanta prisa que incluso los caballos terminaron agotados, entre sus fuertes brazos llevaba al tribuno quien aún no volvía en sí.
- ¿Qué le sucedió?- preguntó Alaya completamente desesperada.
- No lo sé, se desmayó en el anfiteatro.
- Pronto llévalo a la habitación.
Drusso volaba entre los pasillos, Alita preparó rápidamente la cama en donde depósito al tribuno.
- ¡Crissio! ¡Crissio!
No respondía, todos los intentos eran inútiles, Malael lo supo de inmediato con la ayuda de Alita comenzó a quitarle su armadura y ropas, lo que vieron los impresionó de sobremanera, bajo la armadura, la piel de Crissio estaba quemada , como si se hubiera expuesto a hierros ardientes.
- ¡Por Júpiter! ¿Qué es esto?
- Mi señora, tiene que dejarme con el.
- ¿Qué?
- Por favor  mi señora, es la única manera o el tribuno morirá.
- Está bien, Malael...por favor.
La angustia se vio reflejada en los ojos de Alaya, los cuales se cristalizaron con un llanto retenido, Malael asintió con la cabeza y Drusso se retiró con ellas de la habitación.
- Es mi culpa, es mi culpa.
- No mi señora, no lo es, el tribuno sabía lo que hacía.
Dentro de la habitación, Malael se quedó mirando unos segundos a su amo, la última vez que lo vio así fue cuando Crissio apenas entendía su condición u verlo nuevamente en esas condiciones lo angustio, sabían de antemano que el sólo podía exponerse unos minutos al sol, o en el caso del alba y el ocaso, solo un par de horas, está ve se prolongó a más de dos horas al mediodía; la piel ahora negruzca y rojiza había perdido la jovialidad propia del tribuno, se veía como un animal derrotado, humillado.
- Mi señor, lo siento muchísimo, debí obedecer sus órdenes.
El rostro se hacía cada vez más cadavérico, no había tiempo que perder, Malael uso la espada de su amo para hacerse un profundo corte en la palma de su mano, la vertiente sanguínea comenzó a fluir entre su palma y dejó caer la mayoría del flujo ente la boca de Crissio, cuando creyó que era suficiente cubrió con su propia sangre la piel y las heridas. Un par de minutos después la sangre había dejado de fluir, enrollo su mano en un tosco vendaje y miró con detenimiento el procedimiento.
- Vamos, vamos.
Oro a los dioses por la sanación de su amo, pero todo seguía igual, no había señal alguna de recuperación. Llamaron a la puerta, posiblemente Alaya o quizá Drusso, aún así el joven esclavo no se movió de su lugar, quería estar allí todo el tiempo que fuera, necesario, los golpes en la puerta se hacian más contusos y una delicada voz, la voz de Alaya, llamo desde el otro lado de la puerta.
- Malael, por favor, déjame pasar, necesito verlo.
- Aún no es posible mi señora.
- Solo será un momento, por favor déjame pasar.
El joven titubeó, las súplicas con la voz sollozante de Alaya figuraron un dolor en su pecho, pero resuelto a la promesa a su amo se mantuvo firmé.
- Lo siento señora , aún no es posible.
El llanto de la mujer fue una oleada de emociones encontradas en el, el tribuno debía recuperarse pronto, solo así el la dejaría pasar. Persistió con la sangre hasta que la debilidad y sentido común le hicieron desistir, era evidente que su sangre no era lo suficientemente fuerte para devolver la salud a su amo, pero quizá Drusso podría, no lo pensó dos veces y de inmediato asomo la cabeza a través de la puerta solicitando la presencia del gigante.
- ¿Qué ocurre?
- Todo está bien mi señora , solo necesito su ayuda.
El coloso entro y la puerta se cerró una vez ante Alaya quien se encontraba sola pues Alita había ido a alimentar al niño.
Drusso se paralizó al ver la cadavérica y ensangrentada imagen de su amo.
- ¿Qué pasa aquí?
- ¿Recuerdas cuándo entregaste con el ? ¿Recuerdas lo que sucedió?
- Si, ¿Tiene algo que ver con esto?
- Te necesita.
- ¿Es uno de esos demonios bebedores de sangre?
- ¡No importa lo que sea! Sigue siendo nuestro amo, sigue siendo Crissio.
Las supersticiones y temores de Drusso lo hicieron dudar.
- Drusso, nos ha protegido del miserable de Sejano, te ha salvado la vida y ama a Alaya, no es un monstruo, ¡Drusso!
- Dim...dim...dime qué hacer.
- Extiende tu mano.
Hizo un corte y repitió el mismo procedimiento que antes, notaron que las heridas comenzaron a sanar pero de forma muy lenta, habían tardado mucho.
- ¿Estará bien?
- Si- exclamó con alivio- si, pero le llevará tiempo, quizá uno o dos días, por ahora es necesario que guardes silencio, el amo le dirá a la señora en su momento.
- Espero que así sea, por qué también jure protegerla y si tengo que hacerlo de el lo haré.
- No será necesario. Ahora vamos a tus aposentos, te acabas de recuperar y necesitas atenderte esas heridas, muchas gracias Drusso, de no ser por ti el amo estaría muerto.
Al salir de la alcoba vieron el rostro lloroso de la señora , con una ligera sonrisa Malael le dio a entender que todo estaba en orden y le explicó que por ahora necesitaba descansar.
- En un momento más podrá entrar.
Alaya río entonces y abrazo a los dos, su corazón dio un vuelco ante la terrible idea de que estuvo a punto de perder al hombre que ama.
Decidió seguir las indicaciones de Malael y dejar descansar al tribuno, por ahora se encargaría del niño y ver que necesidades requeriría, pero su marcha fue detenida por Malael, quien regresaba de atender a Drusso y le aviso que el procurador Poncio Pilatos había llegado y deseaba hablar con el tribuno. Alaya se dirigió a la estancia principal para atenderlo, ella no lo conocía de modo que se sorprendió al ver un hombre de baja estatura, clavó y ligeramente obeso fingiendo como un procurador.
- Sea bienvenido.
- Gracias, usted debe ser la esposa de Crissio.
- Si, lo soy.
- necesito hablar con el.
- Lo sé, pero no sé encuentra en condiciones por ahora.
- Lamento saber eso, verá en dos días regresaré a Jerusalén y deseo invitarlos a una fiesta que daré en el Palacio.
-  Agradezco su atención señor, se lo haré saber a mi esposo en cuanto se mejore.
- Y espero contar con su exquisita presencia señora, hasta pronto.
La despedida del procurador sonó tan patética que Alaya se rió de el mientras se dirigía a la salida en compañía de de Malael, ¿Una fiesta? Alaya detestaba las grotescas fiestas que organizaban los líderes de Roma.

Ante la situacion que había sucedido Alaya se sentía responsable de la condición de Crissio, sin embargo había algo que no acertado en todo esto, de acuerdo con la historia de Drusso, el tribuno no combatió en ningún momento, no peleó, ni lo agredieron, entonces ¿Cómo fue que llegó en peores condiciones que el gladiador? Casi muerto y con una apariencia cadavérica que se alejaba mucho del aspecto atractivo y seductor que lo caracterizaba, ¿Podría ser algo que comió? Pero Crissio no había comido nada desde que se casaron, a menos no frente a ella. ¿Alguna disputa en las galeras mientras esperaba a que terminara el combate de Drusso? La cabeza comenzó a doler ante tanta duda y decidió cuestionar al tribuno ante todo esto una vez que se encontrará mejor, pensaba que había cosas que Crissio no le había dicho aún y de la nada, como arrojadas por el cielo surgieron las ponzoñosas palabras de Sejano - No sabes quién es Crissio y de lo que es capaz- había tratado de olvidarlas pero la violenta respuesta al ataque de los bandidos y esa extraña condición no hacían otra cosa que incrementar sus dudas.
Tratando de distraerse salió al jardín para alimentar a las aves exóticas, el viejo que la asustó el primer día seguía allí haciendo su trabajo, a su lado el pequeño niño imitando al anciano daba de comer a los Pavoreales, ahora lucía distinto, limpio con una túnica púrpura, muy distinto de aquel pequeño esclavo azotado, al ver a Alaya los ojos del infante se iluminaron y corrió de inmediato a sus brazos, ella lo cargó y le dio un beso en la mejilla mientras el pequeño reía; el anciano expreso una sonrisa al ver la escena, una jovencita y un niño, debido a la edad de la señora, la estampa parecía más a unos hermanos  que acaso madre e hijo.
- Y bien pequeño ¿Cómo te llamas?
El niño no respondía, solo emitía sus característicos gruñidos.
- Bien, será poco a poco, pero mientras te llamaré mmm Aurelio, si , como el gran y verdadero emperador, Marco Aurelio, ¿Te gusta?
Con su linda e infantil sonrisa el niño dio su aprobación y Alaya se sintió satisfecha, tenía claro que el haber rescatado a ese niño le trajo serios problemas a Crissio y se sintió responsable más no arrepentida, había salvado a una criatura de una muerte segura o quién sabe qué otras barbaries se podrían haber cometido con el, si la situacion se repitiera mil veces, ella lo volvería a hacer esas mil veces.
- Mi señora, el tribuno ha despertado, se encuentra mucho mejor, desea verla.
- Gracias Malael, voy en seguida.
- Señora, es preferible que no lleve al niño.
- Está bien, por cierto, se llama Aurelio, cuídalo.
Malael tomo de la mano a Aurelio y lo llevo de vuelta al enorme jardín; corriendo, casi volando, Alaya se dirigió a la habitación de Crissio, habían pasado ya dos días desde que llegó mal herido u en todo ese tiempo no lo había visto por recomendación de Malael.
- ¿Crissio?
- Pasa.
Verlo allí sentado en la cama y con la misma fortaleza de siempre la alivio mucho, se acercó lentamente hasta llegar a el y se sentó en el borde del lecho,  extendió su mano y tocó el rostro suavemente.
- ¿Estas bien?
- Lo estoy.
- Crissio yo...yo...lo siento mucho, creí que tenia todo bajo control, nunca quise que esto pasará.
- Ya sucedió y nada lo podrá cambiar Alaya, sea lo que sea ya está hecho y el niño está a salvo gracias a ti.
- Gracias.
- Sin embargo, no voy a tolerar otra acción similar, no aceptaré otro esclavo traído en esas condiciones y sin bien recuerdo te pedí que bajo ninguna circunstancia salieras de esta casa ¿Recuerdas?
- Crissio, no puedes mantenerme encerrada tras estos muros.
- Fue un trato y como comerciante que fuiste debes saber que los tratos se respetan.
Alaya se levantó del borde de la can y le mostró la espalda, Crissio sabía que ella no dejaría las cosas así que en cualquier momento respondería en su defensa y esto lo apasionaba, podría haber sonreído, inclusos anular el trato si se lo pedía en ese momento, pero no podía mostrar flexibilidad.
- Está bien- la respuesta dejo perplejo a Crissio- está bien, ya no saldré de esta casa sin tu consentimiento, pero...- allí estaba- lo que suceda aquí adentro será bajo mis indicaciones.
No pudo más, Alaya era un espíritu indomable, asintió con la cabeza y le extendió la mano, ella la sujeto y cuando lo hizo la jalo directo hacia el y al recosto entre sus brazos quedando los dos muy cerca de sus labios.
- Como usted diga mi señora.
Ambos sonrientes se dieron un beso, un beso pequeño, corto pero apasionado, deslizó sus dedos entre los pliegues de la túnica de seda de la mujer tocando su suave piel, recorriendo cada centímetro, despacio, suavemente y sus labios tocaban y besaban los hombros de su amada, ella correspondía sujetando la fuerte espalda del tribuno dejándose llevar por el torrente de emociones que se generaba entre cada beso y cada caricia, como si solamente ellos dos existieran en el mundo, alejándose de toda perturbación, de toda situacion, solo ellos dos, solamente ellos dos.



EL BESO DEL INMORTALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora