VI. CICATRICES.

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La gente corría de un lado a otro, algunos llevaban a sus pequeños en brazos y otros corriendo de la mano, tropezaba unos a otros en funestas caídas que solo provocaban más caos, los soldados romanos saqueaban cuanto podían y asesinaban a quienes se les interponian, acompañado del general de la legión Crissio miraba todo con total indiferencia.
- Lucilio, ¿Qué sucedió aquí?
- Rebelión Crissio.
- ¿Rebelión? ¿Donde estan entonces?
- Debieron huir hacia las montañas.
- Escucha, esta ciudad es muy importante para el imperio, si no queda nada de ella yo mismo te sepultare bajó sus cenizas.
- Entiendo, replegare a los hombres.
- No demores.
La actitud de Crissio era distinta, gris y fría, después de la partida de Alaya, volvió a Roma donde el senado le pido que supervisará las acciones de las legiones en la ciudad mercante de Cartago ya que los pagos de impuestos se habían detenido y el comercio estancado, acepto sin titubear y en compañía de su fiel sirviente llegaron a esta ciudad donde la devastación había llegado antes que ellos.
A lo lejos vio a cinco legionarios juguetear con una mujer, arrojandola de uno a otro y tratando de arrancar sus prendas, ella gritaba y trataba de huir pero los soldados se lo impedian.
Crissio se acercó y golpeó en la cara a uno de ellos, los legionarios permanecieron inmóviles mirando al tribuno.
- ¿Qué creen que hacen?
- Señor, solo queremos un poco de diversión.
Esa respuesta no hizo más que enfurecer más al tribuno por lo cual atravesó con su espada al mismo sujeto que había golpeado.
- ¡No atacamos al débil, no abusamos del desprotegido! Son soldados del imperio romano ¡Comportense como tal!
Lanzó una mirada de desprecio al cadáver y le dio una orden a los soldados.
- Desháganse de ese cuerpo, arrojenlo a los perros.
Los soldados obedecieron de inmediato y se alejaron con el cuerpo de su compañero, la mujer se acercó a él y arrodillada tomo la mano del tribuno entre las suyas.
- ¡Gracias!
- Lárgate de aquí.
Retiró su mano con brusquedad y se alejó de ella; bajo la orden de Lucilio los soldados se reagruparon en formación a la espera de nuevas indicaciones.
- ¡Escuchen! - grito el general Lucilio- los rebeldes cartagineses deben estar organizándose para atacarnos, debemos estar alerta.
- Silencio- inquirió Crissio- está legión a sido enviada para mantener el orden en esta ciudad, los accesos marítimos de Cartago son vitales para Roma, esto que han hecho no es orden, es devastación, si la ciudad cae el imperio también lo hace, si esto se repite créanme que los asesinarme a todos y cada uno de ustedes. Mañana por la mañana saldremos a buscar a esos rebeldes y los aplastaremos, por ahora designen guardias y tomen un descanso. Lucilio envía un mensajero a Roma, que envíen hombres para restaurar este desastre.
- Exageras Crissio.
- ¿Disculpa?
- Creo que tú posición es cuestionable, los hombres solo estaban haciendo su trabajo.
- Su trabajo es mantener el orden y esto- señaló el caos- no lo es, roban y asesinan sin importar nada, si sigues cuestionando mis órdenes entonces ten por seguro que tú cabeza reposará sobre la punta de una lanza ¿ A quedado claro?
- Si señor.
Crissio le dio la espalda y se dirigió a su tienda, allí Malael lo recibió con una ánfora de sangre la cual Crissio apuro en beber.
- Son solo animales.
- Ya entenderán mi señor.
- Debiste quedarte en Roma.
- Usted me necesita señor y aquí estaré siempre.
La sangre de la ánfora se derramaba por las comisuras de sus labios manchando el pero de su singular armadura.
- ¿Qué sabes?
- La señora sigue en Corinto pero tengo entendido que prepara un viaje a Jerusalén.
- Es cierto, ella quería ir allá.
- Mi señor, ya han pasado seis meses ¿Permanecerá así? ¿Sin buscarla?
- No sé que hacer Malael.
- ¿Puedo preguntar algo?
- Adelante.
- ¿Habría convertido al niño?
- No, el ya estaba muerto, no se puede convertir a alguien muerto y de haberlo hecho no habría funcionando, ningún infante sobrevive a la conversión, todos mueren, es por eso que no hay niños como yo.
- ¿Por que no se lo explico a la señora?
- Por que ese no fue el motivo para que ella se fuera, se fue por que fueron demasiadas cosas en una misma semana.
- Debería buscarla, en todo este tiempo se la ha pasado de batalla en batalla, pareciera que está evitandola.
- Tal vez está mejor sin mi Malael, desde que le conoció solo la ha seguido la desgracia, primero su padre, luego Denae y después Aurelio, creo que está mejor sin mí.
- Eso creé, pero tal vez se equivocó, descanse mi señor.
En silencio Malael salió de la tienda, Crissio se despojo de sus vestiduras y se acostó ligeramente en su lecho completamente desnudo entregándose al sueño nocturno, esperaba esta vez poder dormir sin ver a su amada en sus sueños.
Afuera de la tienda, unos intrusos merodeaban, se percataron de que el tribuno dormía profundamente y entraron  sigilosamente, lo vieron desprotegido y vulnerable, los cuatro intrusos sonrieron y el que parecía el líder clavó con fuerza su espada en el pecho de Crissio; su sorpresa fue enorme, el tribuno abrió los ojos inyectados de rabia y empujó al agresor lejos de él, se levantó quitándose la espada, de la herida broto sangre oscura y opaca.
- Vaya.
Eran los cuatro legionarios que Crissio había humillado, se lanzaron al ataque, uno a uno cayeron bajo sus puños mortales, destrozando sus cabezas y bebiendo hasta la última gota de sangre, escuchó gritos por fuera de su tienda, la legión entera estaba armada y en posición para atacarlo, Crissio desnudo y con su cuerpo cubierto de sangre sonrió cuando vio a Lucilio dirigir el ataque, algunos de los soldados sudaban de temor y otros tenían problemas para sujetar sus lanzas, en medio de la oscura noche Crissio soltó una siniestra carcajada que heló la sangre de los soldados, Malael miraba todo desde dentro de su tienda confiando en su amo, pues sabía que antes del amanecer todos estarían muertos.

La amurallada ciudad se veía muy maltrecha, un severo temblor había derrumbado muros y edificaciones, sin embargo esta seguía funcionando con normalidad, los judíos pastaban su ganado y atendían sus diversos comercios en la plaza anterior al templo, una veintena de mendigos pedían limosnas para subsistir pero la mayoría eran ignorados. Después de separación, en Corinto, Alaya ha una retomado el negocio de ventas de vinos y maderas en el Mediterráneo proveyendo a las principales ciudades del imperio, muchos le solicitaron el tráfico de esclavos a lo que ella se rehusó rotundamente, sin embargo la calidad en sus servicios era suficiente para mejorar su situacion. Ahora se encontraba en la ciudad de Jerusalén donde había pensado ir desde hacía tiempo y aunque su presencia en la ciudad era meramente de negocios, decidió aprovechar la oportunidad para buscar al hombre que había revolucionado a toda la Judea.
En compañía de sus inseparables sirvientes recorría las calles de la ciudad entre miradas e insultos por su condición de romana y gentil (no judía), Drusso permanecía alerta ante cualquier intento de agresión, sin embargo su estatura y corpulencia eran más que suficientes para intimidar a todo el mundo. Llegó a una zona del templo denominada el atrio de los gentiles donde se reunían toda clase de extranjeros con judíos en afán de comercio u otras actividades, tales como la venta de animales o el cambio de moneda, allí en un rincón la esperaba un hombre ya mayor acompañado de otro ligeramente menor en edad.
- Bienvenida- mencionó el hombre con voz suave.
- Muchas gracias.
- Supongo que usted es Alaya. Yo soy Jose, José de Arimatea, el procurador Poncio Pilatos me ha pedido que la recibiera para dejar en claro los detalles del pedido que le ha encargado.
- ¿El procurador no está en la ciudad?
- Tuvo que retirarse a Cesárea, es por eso que yo estoy aquí.
Alaya hizo una mueca a causa de la informalidad del procurador, pero ao mismo tiempo le agradó no tener que ver con el desagradable hombre.
- Entonces supongo que usted es un asesor.
- Solo soy un mediador entre el pueblo judío y el, ahora sí me lo permite será mejor que nos conduzcamos a la fortaleza romana , usted podría peligrar por estas calles.
-  Se lo agradezco.
José y su acompañante llevaron a Alaya y su séquito a través de calles y callejones para evitar el populacho, Alaya no pudo reprimir más su curiosidad y preguntó.
- Disculpe, he oído hablar de un hombre que divulgó una nueva fe aquí.
- ¿Nueva fe? Oh habla del carpintero.
- ¿Usted lo conoce?
- Si ,lo conocí.
- ¿Sabe dónde podría encontrar a ese hombre?
- Lo siento, llega tarde, el murió hace dos semanas.
- ¿Murió?
- Si, fue un hecho drástico, el era mi amigo.
- Lo lamento.
- Descuide, el mismo nos dijo que la muerte no era el fin, pero ahora se ha ido. Ah hemos llegado.
El grupo llegó a la fortaleza Antonia, sede del poder romano en Jerusalén y sitio donde el procurador Pilatos residía, la fortaleza estaba custodiada por un centenar de guardias pretorianos , escaleras de mármol componían el principal acceso de la fortaleza, al llegar, José comento a uno de los guardias el motivo de su presencia por lo cual ingreso a la fortaleza, minutos después volvía acompañado de un hombre mayor jefe de la fortaleza, su nombre era Claudio.
- Bienvenido José de Arimatea- saludo cortésmente al judío con el brazo en alto, después miró a Alaya y se inclinó con una elegante reverencia- Es un honor conocer al fin a la esposa del tribuno Crissio.
- ¿Conoce a Crissio?
- Por supuesto, el hombre es una leyenda se dice incluso que podría ser hijo del mismo Marte. Pero adelante, pasen el sol es agobiante y la fortaleza es fresca.
La cortesía del capitán era rara en los soldados romanos, Alaya agradeció el poder tratar con ellos y no el desagradable Poncio.
- Disculpara al procurador, pero tuvo que acudir de emergencia a Cesárea, sin embargo estoy en total autorización de cerrar los tratos con usted. José te agradezco mucho que la hayas traído hasta aquí.
Claudio tendió un saco de denarios a José quien los recibió con una sonrisa y se despidió cortésmente de ambos, esa sería la única y última vez que Alaya lo vería.
- José es un bien hombre pero su condición de Judío no le permite permanecer aquí.
- Entiendo.
- Entonces dígame, el procurador solicito una carga de sus mejores vinos ¿Cierto?
-Cierto , catorce vasijas , las cuales ya fueron pagadas y se acercan próximas a llegar aquí.
- Entonces ¿Por qué molestarse en venir hasta aquí si el trato ya estaba cerrado?
- Formalidades capitán, mi padre siempre me enseñó eso.
- Ya veo, el viejo Tulio siempre fue así, no es de extrañar que usted tenga las mismas aptitudes que el. Lo único que lamento es que no quiera seguir proveyendo a los esclavos.
- Yo no me dedico a eso, tendrán que buscar a otro proveedor.
- Lo sé, sin embargo. No ha dejado de satisfacer las necesidades del imperio, es usted una mujer brillante e inteligente, ahora veo por qué el tribuno la ama tanto.
- ¿Lo ha visto?
- Lo vi hace unas semanas en Roma, escoltados juntos a un senador, no dejaba de hablar de ustedes.
- ¿Sigue en Roma, sigue allí?
- Lo último que supe fue que lo enviaron a Cartago, ese mismo día me asignaron a mi aquí, y no es raro que nos separaran.
- Crissio, ¿Planea algo?
- Señora, no puedo decirle mucho, solo que cada hombre en esta fortaleza es leal al tribuno y que su seguridad en nuestras manos es un hecho.
- Entenderá que yo no puedo permanecer aquí en Antonia.
- Lo se , pero la cuidaremos, usted debe de estar preparada.
- ¿Para que?
El capitán le entregó a Alaya una sortija, la sortija de Crissio, su emoción y nostalgia no pudo ser disimulada al verla una vez más y tenerla en sus manos.
- Nos prepararemos para el fin de Sejano.

Lucilio se arrastraba por la tierra derramando su sangre, su pierna izquierda había sido cercenada y su cuerpo tenia incontables heridas, se lamentaba en eso momento de su decisión, se lamentaba de traicionar a Crissio. El poderoso tribuno se acercó lentamente hacia a el con una lanza en su mano, su cuerpo desnudo estaba completamente cubierto por la sangre de sus víctimas, clavó la lanza en la cercenada pierna impidiéndole la movilidad, no hubo grito o lamento, estaba tan herido que incluso ya no podía sentir dolor.
- ¡Habla!
- Señor yo...
Crissio le profirió una fuerte bofetada .
- No seas hipócrita, habla.
- Jamás hubo rebeldes, usted fue atraído aquí para tratar de asesinarlo.
- ¿Sejano?
- Si, Sejano sabía que usted solo obedecería Indicaciones de los senadores, así que monto una falsa rebelión para que los senadores le pidieran venir, ellos también se tragaron la idea de una revuelta, con usted distraído y muerto.
- El Senado estaría en riesgo.
- Así es, ahora , si me perdona la vida...
- ¿Perdonarte la vida? Mira a tu alrededor, todos están muertos, todos ellos me pidieron que les perdonará la vida ¿Habría diferencia contigo?
- Por favor.
Crissio se inclinó sobre el suelo hasta quedar al nivel de Lucilio.
- Dime, ¿Sejano te dijo lo que soy?
- No lo hizo.
- Tu falta de información fue tu fin, yo no perdonó Lucilio y no puedo morir, después de acabar contigo- colocó su enorme mano en la cabeza del capitán- el siguiente sera Sejano.
- ¡No, no , por fav....
Presionó tan fuerte que la cabeza de Lucilio explotó como una cereza, al levantarse vio todo el escenario sangriento a sus pies, toda una legión despedazada solo con sus manos, extendió sus brazos al cielo nocturno riendo con triunfo.
Antes del amanecer lavo su cuerpo, Malael le proveyó una armadura nueva y limpia, una vez vestido, se puso su enorme capacidad roja y su casco, así como su inseparable espada.
- ¿Qué haremos ahora?
- Volveremos a Roma.
- Hay algo que no entiendo señor, Seis o sabe lo que es usted y sin embargo no se los informo a ellos, ninguno era portador de plata.
- Sejano solo quería distraerme, en realidad el quiere matarme con sus propias manos, pero esto que hizo, Tiberio no debe estar informado o peor ha muerto y Sejano ha tomado el control total de Roma.
- Pero entonces el senado será disuelto por ese hombre.
- Debemos volver rápido, informar a nuestros leales e iniciar la caída de Sejano.
- Mi señor, ¿no sería prudente verificar la posición del César?
- Si esperamos a saber algo sobre Tiberio, Sejano podría adelantarse, lo mejor es actuar ya esperar a lo que suceda después.
Malael tomo dos de los mejores caballos y se encargó de liberar a los demás, Crissio había tenido especial cuidado de no lastimar a los animales en batalla, ahora se iban libres entre las llanuras de Cartago.

Al otro lado del mediterraneo, Alaya pasan al noche en la fortaleza Antonia, de haber estado allí Pilatos jamás habría pensado en hacerlo, pero la confianza de Claudio y la lealtad que manifestó a Crissio la hicieron sentir cómoda, a pesar de todo ella recordaban con cariño a su marido y unas inevitables lágrimas se deslizaron por sus mejillas.
- Mi señora, ¿Está bien?
- No Alita, no lo estoy, hace tiempo que no sabía nada de Crissio y hoy veo que a pesar de todo nos sigue protegiendo, Alita yo me siento muy culpable de esto, ya no me importa nada solo quiero que estemos juntos otra vez.
- La entiendo, yo también extraño mucho a Malael.
Una cuchillada perforó el corazón de Alaya, en su propia pena no se dio cuenta por lo que Alita estaba pasando, no recordaba que ellos dos también se habían enamorado, tomo las ambos de la joven y la miró directo a sus ojos.
- Escúchame Alita, te prometo que todo esto terminará pronto, se que vamos a volver con ellos.
Las dos rieron y se abrazaron en una extraña alegría que hacía tiempoo sentían, desde que se separaron sus vidas habían sido tranquilas y alegres, pero monótonas, muy lejos de las emociones que Crissio trajo a sus vidas. El enorme Drusso las miraba con los brazos cruzados sobre el pecho, al parecer era el único que no congeniaba con los pensamientos de Alaya.
- ¿Algo te incomoda Drusso?
- Señora, el tribuno está a punto de iniciar una rebelión contra Sejano, eso podría ponerla en riesgo.
- Drusso, sigues sin confiar en él ¿Verdad?
- El tribuno es un demonio bebedor de sangre, sin embargo ha demostrado ser más honorable que cualquier hombre, moriría por ambos, pero mi prioridad es usted, en la desición que tome yo la acompañaré.
- Gracias Drusso.
Con una sonrisa en su rostro el coloso de ébano dio media vuelta y volvió a su puesto de guardia, Alaya se sentía distinta, viva una vez más y en su memoria renació el primer beso que Crissio le dio.
- Mañana partimos.
- ¿A dónde mi señora?
- A Roma.

Las tensiones en el imperio comenzaban a crecer desaforadamente, el desinterés de Tiberio desesperada a los miembros del senado quienes veían con impotencia el creciente poder de Sejano, en sus últimos movimientos, Sejano había limitado las acciones de los legisladores e incluso los había despojado de derechos hundiendolos en el temor, peor aún , la reciente y misteriosa muerte del último hijo de Tiberio, Gemelus, era terrible, la familia no tenía a un sucesor, salvo Calígula, pero este era despreciado por el empleador, todo indicaba que quien tomaría el control total del imperio sería Sejano.
- Debemos acudir con el César para hacerle tomar una desición.
- ¿Quieres molestar al César cuando ha perdido a su hijo favorito? Nos matará.
- Si no hacemos algo contra Sejano el mismo nos matará.
- Lo mejor sería alejarse de la ciudad, dejarlo todo.
- ¿Huir?
- ¿Por qué no? Este senado ha estado en sU contra desde que el César lo designó prefecto, imagínense lo que hará una vez que lo tenga todo.
Los senadores susurraron entre ellos, unos a favor otros en contra, pero todos en una sola decisión, hacer algo contra Sejano, sin embargo, como enviado por las furias del Hades, el prefecto y sustituto del emperador ingreso a la cámara en compañía de un gran batallón.
- Vaya, es halagante el hecho de estar entre sus palabras senadores.
- ¿Qué haces aquí?
- Senador, por favor, todo asunto que cómpeta a Roma debe ser escuchado por su emperador.
- ¡Tu no eres el emperador!
- ¿Eso cree? - con las manos atrás de la espalda y cubiertas por si larga capa blanca se encaminó al centro de la cámara- Tiberio murió hace dos días en Capri.
La noticia heló a todos los allí presentes.
- Después de la muerte de su querido hijo, el emperador no resistió más.
- Entonces el puesto le corresponde a su más próximo heredero.
- ¿Quién? ¿Cayó Calígula? Ha sido exiliado a Alejandría, nadie en la familia del César lo aprecia, así que muy a mi pesar he sido designado para tomar el lugar de nuestro bien amado emperador.
Hubo un silencio eterno entre las gradas del senado, nadie sabía que decir o que hacer en eso momento ante la situacion que tanto temían que se presentará.
- Mentiras- estalló uno de los senadores- si el César murió, el senado sería el primero en saberlo y si este no ha dejado heredero el poder del imperio residirá en esta cámara.
Sejano bajo la cabeza riendo y llevándose las manos a la boca respondió al senador.
- ¿Crees que en algo me importan sus leyes? ¡Yo soy César!
- ¡Jamás lo vas a ser!
Con su paciencia agotada Sejano degolló al hombre que se había atrevido a desafiarlo, los demás se levantaron y vieron como los soldados empuñaba sus espadas.
- ¿Alguien más se opone?
Todos se miraron, dada la situacion en la que se encontraban se arrodillaron ante el prefecto.
- ¡Bien! Ahora preparen todo para hacer el anuncio en el palacio del emperador esta misma tarde. Luca asegúrate de que lo hagan.
- ¡Por supuesto señor!
Sejano salió triunfante de la cámara del senado, el primer paso de su plan se había completado. Por esas mismas horas Alaya llegaba a Roma, más concretamente a la casa en la que había vivido los primeros meses con Crissio, una oleada de recuerdos y emociones la envolvió y le pareció increíble volver allí. Drusso llamo al gran portón pero nadie respondió, hizo uso de su gran fuerza para forzarlo y abrirlo, la casa lucía gris y fría, con el aspecto típico de una vivienda dejada sola por gran tiempo, la hierba había crecido sin control y el polvo se acumulaba en cada rincón.
- No esta aqui.
- Es posible que aún no haya pasado por Roma.
- Claudio dijo que tenia que supervisar a una legión en Cartago, pronto tiene que volver a dar su informe al Senado.
- Mi señora, nadie ha pisado esta casa desde que partimos a Ostia Antica ¿Creé que está vez vuelva aquí?
- No, no lo hará Drusso, por eso tengo que buscarlo yo.
Alita entro para arreglar las habitaciones, muy dentro de ella esperaba que su señor y Malael llegarán pronto a la ciudad, al igual que Alaya, ella también extraña mucho al joven.
Drusso comenzó a limpiar la maleza que había invadido el hogar, Alaya y Alita salieron a la calzada al escuchar vociferar a un soldado que anunciaba la próxima corinación del emperador.
- ¿Qué, Sejano emperador?
Sin dar ninguna explicación, el soldado continuó su camino y dando la noticia de esquina a esquina.
- Pero ¿Qué está sucediendo?
Un temor enorme se apoderó de ella, Sejano ya era un monstruo, como emperador acabaría con toda Roma, ¿Donde estaba Crissio en ese momento?
En el gran palacio Sejano veía como la ciudadela se comenzaba a reunir para presenciar su nombramiento como el nuevo gobernante de la poderosa Roma.
- Magnifico
- Si, lo es.
La voz no lo asustó ni lo sorprendió.
- Crissio, te esperaba.
- ¿De verdad?
- Sabía que la legión no podría acabar contigo.
- ¿Entonces por qué molestarse?
- Para tenerte lejos, para poder hacer todo esto. Vamos, es tu última oportunidad, únete a mí y comandaras todas las legiones de Roma.
- Odio tener que rechazar esa oferta.
- Eres muy modesto, aún con todo ese poder que tienes, está bien, tendré que matarte entonces.
- ¿De verdad quieres intentarlo?
- Ya se convierte matarte.
- Antes de que lo hagas, hay alguien a quien debes ver.
A una señal de Crissio un hombre entro a ala habitación cubriendo su rostro con una gran capucha y parándose enfrente de Sejano.
- ¿De qué se trata esto?


- ¿Que es lo que tramas Crissio? Nada puede detener esto
- Entiende esto, ti no puedes ser César.
- Tiberio y Gemelus están muertos, no hay una línea de sucesión, el senado ha decidido declararme César.
- ¿Bajo amenazas? Sejano no eres digno de ser emperador.
- ¿Entonces quien? ¿Acaso tú?
- Eso no lo decido yo.
Las miradas de los eternos rivales quería destrozar el uno al otro, pero Sejano estaba a unos minutos de ser nombrado, no podía arruinar las cosas.
- ¿Sabes una cosa Crissio? A pesar de todo siempre te admire, pero al parecer esa admiración solo viene de mis deseos de destruirte, sera mejor que te vayas, una vez siendo emperador cada guardia de este palacio será enviado a matarte.
- Tal vez deberías esperar un minuto más
- ¿Para que?
El sujeto encapuchado se llevó las manos a la cabeza revelando su rostro al desconcertado Sejano.
- ¡No es posible!
El emperador Tiberio lo miro con un rictus de enfado.
- La próxima vez que intentes matarme, busca quien sea leal a ti.
A espaldas del emperador apareció Macro, su guardia personal con quién Sejano había hecho el trato para que asesinara al emperador en Capri.
- ¡Tu mataste a mis hijos! ¡Intentaste matarme a mi! Ahora tú serás el que morirá.
A pesar del revés en el plan de Sejano este río burlonamente en la cara de Tiberio.
- Sabía que Macro no te mataria César, por eso tome mis medidas, ¡Luca hazlo!
El segundo de Sejano tomo una trompetilla, a su señal los soldados en la explanada del palacio enviaron una lluvia de flechas hacia el recinto del emperador, Macro desapareció junto con el César para refugiarlo en una de las múltiples habitaciones seguras, afuera el caos estalló cuándo los  soldados empezaron a sitiar el palacio imperial.
- Nunca imaginé que tú me facilitarias la muerte del emperador, ahora Crissio, ninguno saldrá vivo de aquí.
Sejano y Luca se posicionaron para la batalla, era evidente que ambos tenían espadas de plata.
- Bien- contesto Crissio sereno- que así sea entonces.
La pelea comenzó, con la agilidad de un ciervo, el dúo inicio su ataque coordinado contra el tribuno, sin embargo la velocidad de Crissio le permitía contrarrestar los golpes de sus enemigos, en un ágil movimiento pateo a Luca y golpeó a Sejano en el estómago.
- Serán mejor que se rindan.
- Jamás.
El ataque comenzó una vez más , los muebles y objetos al rededor se convertían en destrozos ante la feroz contienda, la espada de Crissio alcanzó el rostro de Sejano causando una terrible herida en el ojo izquierdo.
- ¡Maldito!
Furioso, arremetió una vez más, solo para ser golpeado brutalmente, Crissio pudo escuchar los batallones entrar al palacio, la pregunta era ¿A quien apoyarían? Está leve distracción causó que Luca logrará causar un corte con la espada de plata en las piernas de Crissio, haciendo que se arrodillara, la brecha fue aprovechada por Sejano quien no perdió la oportunidad de clavar su espada en el hombro de su rival. Crissio cayó al suelo, su sangre inmortal manchaba el piso.
- Es tu fin, Tribuno.
La contaminación de la plata lo debilitaba pero tuvo la fuerza suficiente  para detener el mortal golpe de Sejano con su espada, en ese momento las heridas cobraron fractura disminuyendo su resistencia y batallando por repeler a su enemigo, sin embargo arrodillado y deteniendo la espada de plata quedó expuesto, ante lo cual Luca clavó su arma en el costado de Crissio, este cayó pesadamente al suelo con severas heridas.
- Es tu fin Crissio.
Antes de que pudiera dar su último golpe, el pecho de Luca fue atravesado por una larga y puntiaguda lanza y fuerte puño se estrelló contra la cara del usurpador.
- Crissio arriba.
Era Claudio quien había llegado para auxiliar a su amigo.
- Esto se acabo Sejano.
- No lo creo.
Y antes de que pudiera detenerlo huyó hacia el exterior del palacio.
- Crissio ¿Estas bien?
- Si, ¿Qué noticias tienes?
- Hay dos legiones leales rodeando el Palacio, las fuerzas de Sejano serán diezmadas,  una legión más está luchando justo ahora allá fuera.
- Ve tras el, no dejes que escape.
- Pero tú...
- Estaré bien ¡Ve!
Claudio obedeció y salió en persecución del traidor, Crissio se arrastró pesadamente hacia dónde estaba Luca, quien aún vivía.
- Po...por...favor.
- Tu vida fue un fracaso, pero lograras algo con tu muerte.
Ante la aterrada mirada del agonizante, reveló sus dos grandes colmillos y apuro la sangre del ingrato antes de que está se agotara  por la herida del pecho.
Con la fuerza restaurada, el tribuno se puso una vez más de pie, y salió en busca de Sejano.
En el exterior la batalla era caótica, una guerra interna se había desatado, las fuerzas imperiales se enfrentaban a las de Sejano en una feroz lucha, en todo ese caos Crissio no logro distinguir a su rival, entro a la lucha, uno a uno fueron cayendo bajos los mortales ataques del inmortal, era inútil, ningún arma lo dañaba, ningún golpe lo derribada, su ira lo hacía despedazar a sus enemigos de un solo golpe.
- ¡Sejano!
Llegó al otro extremo de la plaza Imperial, en el suelo yacia un cadáver, el cadáver de Claudio con una espada en la cabeza, la espada de plata de Sejano.
- Claudio, tu muerte no será en vano-  cerro los ojos de su compañero caído y miró al rededor-¿Donde estas?
Al no encontrarlo decidió volver al palacio, allí Tiberio era puesto a salvo por Macro.
- ¿Donde esta?
- ¡Maldición! - exclamó el César- ¡Macro extiende este edicto! 1000 denarios aquel que traiga la cabeza de Sejano, y tú Crissio no vuelvas...
- ¡Para allí Tiberio! - lo apunto con su espada- he tolerado tus caprichos todo este tiempo y seguiré respetando tu posición, pero si vuelves a dirigirte a mi de esa manera la cabeza de Sejano no será la única cortada por mi hoja.
El Emperador lo miro con seriedad y asintió solemnemente, el tribuno dio media vuelta y salió del palacio, fuera de allí, Sejano se arropó con los harapos de un mendigo y se cubrió con la sangre de varios muertos para evitar ser rastreado por Crissio, se sentó agotado en la fría tierra mientras lágrimas de rabia se derramaban por su mejilla, la herida del ojo lo molestaba y mientras se vendaba recordó que Alaya había vuelto a la ciudad.

Sejano ha escapado y sus fuerzas fueron diezmadas, uno a uno , los  involucrados en la conspiración fueron ejecutados, no paso mucho tiempo para que Tiberio declarará al Senado como sumo gobernante del imperio hasta que el muriera, en un último acto de desinterés a su gobierno, el emperador decidió volver a su isla de Capri, donde estaría lejos y a salvo de los interminables intentos por asesinarle. Los miembros del senado emitieron pronto una recompensa por la cabeza del traidor, la misma que había hecho el César, 1000 denarios, por lo cual no se hicieron esperar los grupos de cazadores para dar con el.
En agradecimiento a su apoyo, el senado también rectifico la posición de Crissio, por lo cual se le dio el cargo de Cónsul, con este nuevo cargo, Crissio se convertía ahora en el comandante supremo de todo el ejército de Roma y recaía en el la protección de la ciudad y el imperio, su poder era enorme ahora.
Sin embargo Crissio insistió en que su cargo se hiciera sin celebración o anuncio alguno, lo menos que debían hacer ahora era llamar la atención de sus detractores. Se había mantenido durante dos días en la búsqueda ardua de su enemigo , ahora era necesario que descansará.
- Mi señor, podemos volver a su hogar aquí en Roma.
- Hace tiempo que no volvemos, adelante vamos allí.
Los caballos avanzaban con trote ligero pero rápido entre la gran calzada, después de la corta pero feroz batalla en la ciudad los comerciantes y taberneros se mantenían ausentes, por lo que el camino estaba bastante despejado y avanzaron sin molestias, pasaron cerca de la casa del viejo Tulio, al verla una oleada de recuerdos golpeó a Crissio, recordó al anciano y sus bastos negocios, recordó la carrera en la que perdió la vida, pero más que a nada recordó a Alaya , su esposa y con quién a su lado paso lo que el llamaba los mejores momentos de su larga vida ¿Cuánto tiempo había pasado? No lo sabía pero le parecía una eternidad, al cruzar la gran calzada y entrar por el sendero terroso que conducia a su casa en el bosque , vio la estructura de su vivienda pero había algo extraño, el portón lucía forzado y abierto.
- Malael, espera un momento.
El ahora cónsul, bajo de su bestia y con espada en mano se acercó lentamente a la entrada de su vivienda, la casa estuvo desocupada por mucho tiempo, quizá eran ladrones o vagabundos, en el peor de los casos, seguidores de Sejano, en cualquier caso, los encontraría al otro lado de la puerta.
Al empujar el portón con fuerza un grito agudo surgió de la garganta de Alita quien asustada se llevó las manos al pecho, Malael acudió de inmediato para ver lo que pasaba y lo mismo hizo el gran Drusso. Hubo una pausa, unos segundos, los jóvenes esclavos se estrecharon en un fuerte y desperado abrazo, hubo lágrimas y agradecimiento a los dioses, un sólido beso que unificó a ambos después de tanto tiempo.
Drusso y Crissio se miraron y el gigante de ébano camino hasta el quedando cara a cara, Malael y Alita se quedaron mudos, pero entonces Drusso inclinó la cabeza en solemne respeto.
- Es un gusto verlo de nuevo, mi señor.
- Lo es amigo mío.
Respondió Crissio colocando su mano en el hombro del esclavo, en ese momento, en las escalinatas que conducían al interior de la casa estaba ella, a la que él deseaba ver , Alaya. Cómo si se tratara de una fuerza invisible ambos caminaron el uno al otro, Alaya se impulsó en una ágil carrera y se refugió en los brazos de Crissio, el la estrecho como con fuerza apoyando su cabeza en sus hombros y oliendo el aroma de su cabello.
- Crissio, lo siento tanto- decía ella ente lágrimas de emoción- Lo siento tanto.
- Descuida, todo está bien.
Y cuál si fuera la primera vez y después de un largo tiempo ambos se consolidaron en un beso tan apasionado que los mismos dioses pudieron llegar a e envidiar, los miedos, las dudas todo había desaparecido el ese beso apasionante.
- ¿Cómo fue que llegaste aquí? Estabas en Corinto.
- Fui a Jerusalén, allí Claudio me informó que estarías asquí- le mostró la sortija que llevaba puesta- no me la he quitado desde entonces. Supimos que Sejano es el emperador ahora, hemos estado ocultos desde entonces.
- Sejano no es emperador, no lo logro.
- ¿De verdad?
- Mi señor lo detuvo- apunto Malael- Tíberio sigue vivo y derroto a Sejano y eso no es todo, el senado y el emperador lo designaron Cónsul.
Una vez más Alaya demostró su entusiasmo con un fuerte abrazo,pero indico la cicatriz que Crissio tenía en la mejilla.
- ¿Creí que sanaban?
- Las cicatrices causadas por plata no se desvanecen, un poco más y Drusso me habría matado.
- Lo siento mi señor.
- Olvídalo, eso indica que eres un gran guardián.
Al verse todos reunidos otra vez una ola de alegría inundó la casa, Crissio los envío a todos a descansar y estrechó la mano de su amada.
- Debemos ponernos al día.
Pero oculto entre los árboles y con su disfraz, Sejano había visto todo.
La gran crisis que había asolado al imperio por fin había concluido, Crissio no solo consiguió reestablecer el poder del senado, sino que también fue participe en el fin político de su más grande rival, aunque este se había convertido en un fugitivo del imperio, no pasaría mucho para que fuera encontrado y llevado a su ejecución. Aún así, el ahora cónsul, decidió redoblar la seguridad de su casa y su familia,  cuatro guardias pretorianos vigilaban el perímetro de su vivienda, dos más el interior bajo el mando de Drusso, quien había demostrado ser una valiosa pieza, en el tiempo que pasó lejos de su esposa, Malael logro aprender a combatir  , podría parecer exagerado pero no podía darse el lujo de tomar a la ligera la fuga de Sejano, herido y humillado sería aún más peligroso que antes y aunque el podria detectar su presencia rápidamente prefirió no arriesgar mas las cosas, mucho de lo que había acontecido de forma negativa en su matrimonio había sucedido por su confianza a su condición. La pareja reunida yacia en su lecho tras el momento en que el sol se oculto por las montañas.
- Crissio, tengo tanto que preguntarte.
- Puedes empezar, esta vez no te ocultare nada.
- ¿Dónde estuviste todo este tiempo? ¿Que hiciste?
- Después de tu partida en Ostia Antica, permanecimeos unas semanas más allí, tratando de despejar mi mente,volví aquí a Roma donde le solicité al senador me enviaran a las campañas más próximas en el imperio, me sumergí en diversas batallas y rebeliones tratándo de no pensar en nada, tratando de no pensar en ti. Sin embargo, cada batalla era ganada, cada rebelión apaciguada y yo, yo simplemente no podía dejar de pensar en ti.
- Crissio yo no pase día alguno sin lamentar el haberte dejado.
- Lo se, pero nunca te deje sola, después de que partiste supe que no regresarías a Roma, supuse entonces que te dirigirlas a Corinto, debo confesar que muchas veces te mire escondido a distancia.
- ¿Estuviste allí?
- Y cada noche te miraba dormir.
- ¿Por cuánto tiempo hiciste eso?
- Bastante Alaya, yo no podía estar lejos de ti.
Ella se abrazó fuertemente de el y apoyo su cabeza en el trabajado pecho del hombre, era extraño, pensaba, no es un hombre, sin embargo era mucho más humano que muchos en el imperio y valía muchos más que cualquiera. Entonces una duda se metió en su cabeza ¿Que era exactamente su esposo?
- Crissio temo preguntarte esto pero debo hacerlo.
Crissio miró profundamente los ojos verdes de su amada perdiéndose en ellos.
- Dime.
- ¿Que eres tú?
El cónsul tomo una bocanada de aire, como si se estuviese ahogando y miró al techo, se quedó mudó por un momento y suspiró.
- No lo sé Alaya, no lo sé.
Ella miró en sus ojos negros la verdad, las palabras de Crissio se bañaban de honestidad, su voz se había apagado como la de un niño temeroso.
- Solo se esto, no puedo morir, no tan fácil, mis heridas se curan al instante y la comida y el agua se volvieron inútiles, ha cambio de eso debo nutrir mi cuerpo con la sangre de otros hombres.
Esta revelación estremeció a Alaya.
- ¿Has intentado evitarlo?
- Si, hace tiempo, pero, es imposible, si no lo hago entonces podría morir, un tiempo intenté beber la sangre de los animales, pero es inútil, mientras la sangre humana es capaz de saciarme por semanas, la sangre de los animales solo lo hace por unas horas, tendría que matar 50 caballos para conseguir la saciedad que me da una persona, se lo terrible que se escucha.
Crissio se levantó de la cama, y se llevó las manos a la cara.
- Debes pensar que soy un monstruo.
- Si Crissio, lo eres, pero has demostrado ser más humano que cualquier hombre, respetadas a mi padre y a la gente, cubriste bajo tu manto a mis sirvientes y por eso te estoy agradecida. Crissio, no me importa lo que seas.
Ella también se levantó y se encaminó hasta el dándole un suave beso.
- ¡Te amo Crissio- le decía al mismo tiempo que acariciaba su mejilla, el respondió el gesto con un suave beso en sus dedos y una más en sus labios.
- ¿Una cosa más?
- Adelante.
- ¿Habrías podido salvar a Aurelio?
- No, era imposible, Alaya, cuándo una persona ha muerto es imposible que regrese, incluso si lo hubiera intentado antes de que muriera también habría sido fatal, los infantes no sobreviven a la conversión.
- Lo lamento, lamento haberte presionado, yo no lo sabía.
- Se lo mucho que lo apreciabas, durante mucho tiempo me sentí impotente al no poder haber hecho algo por el.
Una vez más la pareja se concentro en un beso, un beso más apasionado que el anterior, el contacto de sus cuerpos y las caricias que los envolvían los llevaron a un torrente de emociones, cada beso ,cada caricia era una manifestación más del enorme amor que se tenían y en la mente de cada uno se esfumaron todos los dolores, angustias y temores, dejándose llevar por el fuego de su pasión hicieron de la noche la cómplice de su amor; miéntras ella dormía en su regazo se juró a si mismo que nunca más la volveria a perder.

Al día siguiente Alaya despertó primero, Crissio aún dormía a su lado y esto le recordó la primera mañana que despertó a su lado, cerró las cortinas evitando que el sol penetrara al cuarto, beso tiernamente la mejilla de su esposo y salió al patio, los jóvenes sirvientes realizaban las actividades de la mañana, Malael alimentaba a las aves y Alita proveía lo necesario para el desayuno de su ama, Drusso daba indicaciones a los guardias y les brindaba agua. Todo parecía de ensueño, una paz inmensa se respiraba en el ambiente, las penas más grandes habían quedado atrás, le parecía increíble que pronto se cumpliría un año desde esa noche en medio del bosque donde visitó esa casa a lado de su padre y en la cuál conocería a Crissio, en esos días Crissio le parecía detestable, orgulloso y petulante como todos los altos funcionarios romanos, hasta que el fatídico día en que su padre fue asesinado y Crissio fue el único que le tendió la mano y la ayudo en su más difícil momento y ahora se hallaba otra vez en esa casa como la señora de la misma y como la esposa del Cónsul Crissio. Una idea se cruzó en su cabeza y le pidió a Alita que la acompañará a la ciudad, ella aceptó y solicitaron la custodia de dos de los guardias pretorianos.
- Malael, Drusso, ustedes quédense por favor, si Crissio despierta solo denle tranquilidad de que salí con los guardias.
Drusso no se convenció mucho, pero no tuvo más remedio que aceptar las indicaciones, por el contrario, Malael le pareció bien y ánimo a su señora.
La idea de Alaya era adquirir un obsequio para Crissio y pensó que la caravana de mercaderes podría  tener algo de interés; no paso mucho tiempo para que llegarán allí, se vieron rodeadas de cientos de comerciantes que ofrecían sus productos, médicos charlatanes que ofrecían infusiones milagrosas, pescadores con especímenes muy extraños, comerciantes de bestias que le ofrecían crias de leones y tigres, joyas qué bien podrían ser  falsas, entre todo el bullicio, se acercó a él sitio de un herrero,  este tenía bellas piezas que asemejaban estrellas, escalas de la ciudades de Roma, Egipto y Grecia, candeleros y animales de metal, cuándo Alaya le indicó al herrero que deseaba adquirir un obsequio especial este desapareció por un momento y volvió con un objeto cubierto por una sábana.
- ¿Que es?
El herrero descubrió el objeto, era un Gladius, una espada hermosa enfundada en una vaina de marfil decorada con pedrería de rubíes y zafiros, la correa estaba confeccionada con piel de toro, para apreciarla mejor la desenfundó y vio una espada reluciente y majestuosa, la hoja tenía un fulgor no propia de las espadas de hierro que usaban comúnmente en el ejército romano, el herrero le explicó que había comenzado a trabajar con un nuevo metal que los caravaneros de Mesopotamia le habían traído últimamente y que esa espada era la primera en ser forjada con ese nuevo metal, Alaya quedó encantada con la pieza y pago los 200 denarios que pidió el herrero.
Una vez de regreso, vio como un caravanero maltrataba a un par de esclavos, ella solo los miró y continuó su camino, recordó lo que habían provocado sus acciones al rescatar a Aurelio.
- Lo siento mi señora- dijo Alita- pero lamentablemente no podemos rescatarlos a todos.
- Lo se.
Prosiguieron tratando de olvidar lo que habían visto.
























EL BESO DEL INMORTALWhere stories live. Discover now