Prólogo

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  Su mirada yacía perdida en el horizonte grisáceo habitual de su hogar, allí los cielos estaban cubiertos de nubes que traían consigo finas lágrimas de lluvia. Nadie apreciaba ese clima excepto él quien tras casi ocho años lejos de allí había aprendido a echar en falta el aroma de la tierra mojada, el sonido del viento y los días envueltos en nubes grises y nieblas espesas.

  Había regresado unas semanas atrás, su padre le organizó una fiesta de bienvenida en la playa con todos los chicos que recordaba haber dejado atrás y que ahora, al igual que él, cambiaron abandonando su adolescencia por una madurez que él adquirió antes que muchos de sus amigos.

  El mayor de ellos le observó con recelo como si fuera un extraño que entraba en la reserva. Su mejor amigo, el único de los chicos que había mantenido el contacto con él, le recibió con un abrazo y un regalo de bienvenida. Otro de los chicos, al cual recordaba con cariño, le miró con admiración y alegría, se alegraba de tenerle de vuelta a diferencia del resto. Seth era unos años menor que él, pero intuía que llegarían a ser grandes amigos.

  Desde aquel día no había tenido más compañía que la de su padre, Quil y Seth. Pasaba las horas sentado frente al mar mientras buscaba un trabajo que le hiciera escapar de un lugar del cual se empeñaban en hacerle sentir un intruso y adoraba con toda su alma.

  Recordaba el momento en que decidió salir de ahí para estudiar una carrera. Sam, el mayor de todos, le exigió que se quedara con ellos porque estaba incumpliendo con su deber frente a la tribu, nunca entendió a que se refería y su padre siempre le respondía que cuando llegase su hora lo entendería. Seth estaba tan cambiado que parecía un miembro más de la extraña pandilla de Sam, el mismo corte de pelo, la misma vestimenta y casi el mismo porte, salvo que el chico era más puro que cualquiera de ellos.

  Debido a las diversas leyendas que circulaban en su tribu decidió estudiar sobre esos animales que tanto había aprendido a querer, se especializó en ellos y deseó encontrar un trabajo que le hiciera pasar su tiempo entre ellos. Aunque se decía que en los bosques de Forks habitaban lobos jamás vio uno en su vida, ni lobos ni sus enemigos naturales que les hacían aparecer; los vampiros.

LA LEYENDA DEL VAMPIRO DE CERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora