Capítulo Uno

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  Estaba perdido en sus pensamientos cuando notó una mano en su hombro, el más joven de ellos se dejó caer en la arena a su lado. Jacob le observó con el ceño fruncido sin entender por qué todos iban por ahí sin camiseta y los mismos vaqueros cortos, el chico le sonrió ampliamente.

  —¿Por qué todos usáis la misma vestimenta? ¿Es un requisito para formar parte de su banda? ¿No tenéis frío? —el chico rompió en carcajadas como si fuera lo más gracioso que había oído en meses.

  —Tú también deberías estar así, pero tu marcha cambió las cosas.

  —¿De qué hablas? ¿Esa es la razón de que me mire así, quería obligarme a estar en sus filas y soy el único que no ha mordido el anzuelo? —miró a su amigo preocupado de que le hubiera ofendido, Seth negó amablemente.

  —No puedo hablar de esto contigo, se supone que es algo propio de los chicos a los que tú perteneces, pero las circunstancias ahora son distintas y no te ha afectado a ti.

  —No lo entiendo ¿os prohíbe hablar con los demás? ¿Qué ganáis al ser miembros de la banda de Sam?

  —Sólo piensa, Jacob. Busca en tus raíces y encontrarás la repuesta —Jacob elevó las cejas, confundido—. Las leyendas, Jake, piensa.

  Por un momento se sumergió en la infinidad de historias que construían las leyes de su tribu, la principal de todas consistía en las virtudes que poseían aquellos que defendían a sus habitantes. Se apartó levemente para mirar mejor a su amigo que le contemplaba esperanzado.

  —No puede ser ¿lobos? ¿Os convertís en lobos?

  —Enormes —dijo encantado—. Pero somos metamorfos.

  Jacob hizo un esfuerzo por no reír tratando de mantener la mirada del contrario.

  —Hablo en serio. Sam es el alfa y le asusta perder el control sobre nosotros.

  —¿Por qué va a perder el control? No sois unos niños.

  —Por ti.

  —¿Qué tengo que ver yo en esto? Ni siquiera soy uno de los vuestros, quizá por eso siento que estoy siendo excluido de aquí.

  —No. Creemos que no te ha pasado porque te largaste antes de que nos ocurriese, pero ese es el miedo que tiene Sam, todavía no se ha presenciado en ti y cuanto lo haga será un problema para él.

  —¿Por qué lo dices?

  —Por tu linaje, la sangre de Ephraim Black corre por tus venas, eres el verdadero alfa.

  —¿El alfa de qué? Perdona, Seth, pero no creo que esas historias pasadas, y que Sam sostiene por manteneros bajo su mando, sean ciertas. Es una tontería ¿chicos que se transforman en lobo para defender de unos enemigos mitológicos? Sal de eso antes de que te hagan daño.

  Se puso en pie poniendo rumbo a su casa, sabía que había algo extraño en ese chico y haría todo lo posible por sacarlos a todos de ese mundo fantástico en el que los tenía encerrados. Si Sam estaba preocupado por su presencia hacía bien, pues iba a desenmascararle.

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  Era difícil dar con el líder de la banda, no lo encontró en su casa y tampoco había nadie en casa de su prometida, a la que hacía años que no veía, la última noticia que tenía era que Sam era el novio de Leah.

  Estaba sentado en la puerta de su casa resguardado en su chaqueta de cuero, pensando en dónde acudir para verle. Entre los árboles que se abrían a unos metros delante de él aparecieron tres figuras, al alzar la vista comprobó que Sam avanzaba hacia él custodiado por Jared y Paul, cada uno a un lado. La mirada del mayor parecía querer arrancarle la piel poco a poco.

  Lejos de amedrentarse, Jacob se levantó yendo en su dirección. Sam se detuvo a unos pasos.

  —¿Qué estás tramando?

  —Eso debería decirlo yo, Sam ¿qué pretendes con los chicos? ¿Crear una banda que siga tus pasos como si fueran tus matones? —señaló a los chicos a sus costados, Paul dio un paso hacia él apretando los puños. Sam le detuvo con un gesto de la mano.

  —No tienes derecho a opinar sobre esto, ya no eres uno de los nuestros. Le diste la espalda a la tribu, a las personas que te necesitaban.

  —¿Qué clase de persona le hace creer a sus amigos y a un grupo de niños que los vampiros son sus enemigos y por eso tienen el súper poder de transformarse en lobo?

  —Cállate, Jacob —soltó en un tono tajante y amenazador.

  —Yo no soy uno de ellos para que puedas hablarme así.

  —no eres nadie. Deja de meterte en nuestras cosas.

  Jacob iba a replicar cuando Seth llegó corriendo situándose entre ellos, más cercano a Sam.

  —Sam, no hay necesidad de empezar una pelea sin motivo. Si él lo viera por sí mismo entendería que...

  —¡No! Ve con tu hermana y mantén tu posición.

  —¿Qué? —Jacob observaba a Sam con incredulidad y desprecio—. ¿Has metido a Leah en esto? Te has prometido con su prima y la arrastras a tus problemas.

  —Sam, por favor —rogó Seth.

  —Ya he dado mi orden. Cualquiera que se lo muestre a Jacob será expulsado.

  —¿Orden?

  —Sólo he venido a advertirte que te mantengas alejado o puede haber consecuencias, Jacob.

  —Si te piensas que voy a quedarme quieto mientras les arruinas la vida a mis amigos te equivocas.

  —¿Qué amigos? ¿Los que dejaste atrás sin importarte nada? Siempre supimos que eras diferente, pero nunca hasta este punto. Vámonos —gritó mientras se giraba. Todos obedecieron, Seth intercambió una mirada con él llena de inquietud, Jacob asintió para tranquilizarle, iba a ayudarles.

  Dio un portazo en cuanto entró en su casa, Billy se asomó desde la cocina alarmado por el ruido.

  —¿Qué pasa?

  —Dímelo tú ¿por qué no hacéis nada con la actitud de Sam?

  Su padre palideció, deseaba contarle la verdad a su hijo pero si los genes de los hombres de su tribu no habían surgido en su cuerpo no podría decir nada.

  —¿Y? Te quedas callado.

  —Sam no está haciendo nada malo.

  —Claro que no, únicamente está creando una secta.

  —No es eso. Tal vez cuando lleves aquí más tiempo lo entenderás.

  —Papá, Seth me ha contado cosas que no tienen sentido ¿por qué iba a hacerles creer que las leyendas son ciertas?

  —Jacob, él no te está mintiendo.

  —¿Qué has dicho?

  —La verdad. Sam tiene motivos para alejarte de ellos, cree que hay algo deficiente en ti. Nos preocupa que tú no lo hayas desarrollado.

  —Basta, papá. Es imposible que crea esto.

  En cuanto Jacob abandonó la casa, Sam hizo acto de presencia.

  —Lo siento, Billy, siento tener que pedirte esto pero es necesario que tu hijo se vaya de aquí. Está poniendo en peligro a la manada, si sus genes de lobo no se desarrollan entonces no es parte de la tribu. Debes sacarle de aquí.

  —No es eso lo que te preocupa ¿verdad? Pero tengo otros planes para mi hijo. Hay un trabajo que es perfecto para él, está a varios kilómetros de nosotros por lo que tú seguirás siendo el alfa.

  Sam asintió más aliviado, lo que no leyó en las intenciones de Billy fue la idea de despertar el espíritu lobo de su hijo. El chico pensaba que se libraría de su oponente que ni tan siquiera le había declarado la guerra, pero aquel solo era el principio de la verdadera naturaleza de Jacob.

LA LEYENDA DEL VAMPIRO DE CERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora