Capítulo Nueve

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  Su pulso se había vuelto tan firme como el de un cirujano. Pintaba los ojos de esa muñeca con una concentración que pocas veces tuvo en su vida. Alzó la vista para contemplarla inacabada, permanecía calva y con un ojo en blanco. Parecía una vampira que protagonizaban las leyendas de la tribu. Tuvo un escalofrío al imaginar que elevaría las manos hasta su cuello apretando con sus dedos rígidos.

  Negó dándole la espalda. El señor Cullen salió de detrás de la cortina con los vestidos que iban a llevar las muñecas.

  —Si aguanta esta jornada tendrá el récord de su antigua compañera.

  —Siete días —susurró.

  —Nueve de convivencia —aclaró Edward.

  —Justo como yo.

  —Sí.

  —De hecho yo también voy a irme —percibió que el ambiente se había congelado al instante, se giró hacia él que le mantenía la mirada con una sombra en sus ojos, se dio cuenta del significado de sus palabras. Alzó las manos mientras negaba—. No me refería a eso, quería decir que de hecho me iré este domingo a casa. Ya sabe de visita, necesito más ropa y ver cómo están las cosas por allí.

  —¿Eso significa que va a volver?

  —Si no me despide por no saber expresarme sí.

  Edward sonrió aliviado.

  —Está en su casa, Jacob.

  —Gracias.

  —La próxima vez que necesite ropa puedo hablar con mi hermana, adora comprar ropa para todo el mundo. A nosotros nos trae de cabeza, siempre hay algo nuevo que ha comprado.

  —Yo no tengo su elegancia, ese tipo de trajes en mí se verían irrisorios.

  —No diga tonterías.

  —Se nota que nunca me ha visto con uno.

  —Venga a trabajar en traje.

  Jacob se quedó mudo, Edward soltó una risita educada que no pudo reprimir.

  —¿Se está burlando de mí?

  —Yo no me burlo de mis amigos.

  —¿Y de los que están en proceso de serlo?

  —Puede.

  El chico enarcó una ceja ante la diversión de su jefe.

  —¿Alguna de ellas pretendió ser su amiga? —Edward pareció pararse a pensar.

  —La segunda que vino, pero no exactamente buscaba una amistad. Dijo que le resultaba atractivo, que era enigmático aunque no tanto como la mansión.

  —¿Le tiró los tejos? —cuestionó riendo.

  —Lo intentó. Se fue a las tres semanas cuando la rechacé, fue la que más tardó en hacerlo.

  —Es usted un rompe corazones.

  —¿Por no estar con quien no quiero? ¿Qué hay de usted? ¿Cuántos corazones ha roto?

  La sonrisa de Jacob se apagó de un plumazo.

  —Ninguno. He sido invisible toda mi vida. Era el típico que todos saben que existe, pero nadie se molesta en mirar.

  —Perdone mi indiscreción.

  —Estoy acostumbrado a ser una sombra para los demás.

  —No debe permitir eso. Es una persona que vale la pena conocer.

LA LEYENDA DEL VAMPIRO DE CERAWhere stories live. Discover now