Capítulo Ocho

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  El día amaneció tan sombrío y nublado que el ambiente húmedo de la casa parecía flotar por los pasillos. Por el resquicio de las enormes cortinas se filtraba una pequeña luz tenue que dibujaba filas amarillentas en las alfombras. Jacob se sentía como pez en el agua en esa atmósfera.

  En esa ocasión no esperó a que el señor Cullen pasara por la cocina, bajó directamente al estudio. Se armó del cepillo para sacar brillo a las baldosas grises.

  Estaba concentrado en su labor cuando escuchó unos pasos detenerse a su espalda, se giró para ver a su jefe apoyado en el marco de la puerta con los brazos cruzados y una ligera sonrisa en los labios.

  —¿Qué hace aquí tan pronto?

  —Lo siento, pensaba que no le importaría si me adelantaba.

  Su jefe negó a la vez que se incorporaba.

  —¿Por qué importarme si está haciendo su trabajo? Me extraña que no me haya esperado como de costumbre.

  —Si quiere que le espere cada mañana lo haré.

  —Me gusta recogerle en la cocina —dijo pasando a su lado.

  —Claro.

  La mayoría de los encargos estaban listos por lo que Jacob pasó las primeras horas puliendo cada rincón que mostraba la más mísera mota de polvo. Se encontraba limpiando la mesa metálica donde dejaban los muñecos cuando, sin ver que su jefe se había movido, se giró rozando la mano del contrario a su paso. El frío de su piel encendió la alarma en su rostro.

  —Edward ¿se encuentra bien?

  Este escondió la mano tras su espalda.

  —Sí.

  —La casa está helada, tal vez debería subir la calefacción. ¿Aquí no llega el calor? —dijo mientras buscaba algún radiador o punto que desprendiera calor—. ¿Puede ser que al estar el horno apagado sienta más el frío?

  —Estoy bien.

  —Por favor, está congelado —replicó.

  —Hacía un poco de frío en mi habitación cuando me he despertado, no debe preocuparse.

  Dejó de buscar para volver frente a él, clavándole una mirada inquisitiva.

  —La mansión está demasiado oscura y eso favorece las bajas temperaturas. Puede que se haya resfriado al dormir. Debería regresar a su habitación y guardar calor en la cama, puedo prepararle una sopa que le ayudará con eso.

  No se había percatado de lo rápido que estaba hablando, pero el señor Cullen no quitó la mirada de los ojos negros que tenía delante sin perder detalle de la preocupación de su empleado, sonrió levemente.

  —Señor Black, creo que está exagerando.

  —¿De verdad lo cree? —calmó sus palabras sintiéndose avergonzado de nuevo—. Disculpe.

  —Vaya, es usted un verdadero héroe, un caballero de los pies a la cabeza.

  No sabía si se estaba quedando con él o la fiebre que no quería admitir le había robado la sensatez.

  —¿Qué?

  —Es la segunda vez que busca usted protegerme o ayudarme.

  —Es la forma más sutil de decirme que me estoy metiendo donde no me llaman.

  La sonrisa de Edward se borró como si le hubiera dado una bofetada.

  —No me refería a eso. Quería decir que es gratificante sentir la preocupación de alguien por mí. Si me hubiese desmayado en presencia de las antiguas empleadas seguramente hubieran rogado para que no me levantara. Sin en cambio, usted no, pretende realmente ayudarme.

LA LEYENDA DEL VAMPIRO DE CERAWhere stories live. Discover now