Capítulo Tres

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  Conocía el nombre de algunos de los instrumentos que le iba nombrando. Después le alargó una agenda negra de cuero donde tenía apuntado las medidas de los que debía entregar en el plazo de una semana.

  El hombre se colocó un delantal con manchas que no parecían propias de la cera derretida que le hicieron pensar en sangre, tal vez era un carnicero que armaba cuerpos huecos vaciando a los cuerpos humanos. Jacob se deshizo de esa idea fingiendo repasar las anotaciones. Le tendió uno a él que por suerte estaba limpio.

  —Por favor, acérqueme esa caja. Con cuidado, es pesada.

  Jacob tiró de ella con una mano y la bajó de lo alto del armario sin problemas. El contrario miró el brazo del chico asintiendo.

  —Será usted de gran ayuda cuando necesite subir las cosas desde el sótano.

  —Es pura genética.

  —Encienda el horno, póngalo a 65 °C. Que no supere los 80 grados sino se echará a perder.

  —¿Cuánta cantidad?

  —Introduzca dos placas de la caja, con eso habrá suficiente para moldear una cabeza.

  Jacob obedeció y consultó la agenda.

  —En total son tres, uno del tamaño de un niño ¿cuánto tarda en crear uno?

  —Del tamaño de un adulto dos jornadas. ¿Cómo anda de pulso, señor Black?

  —¿Por qué?

  —Los rasgos deben ser dibujados, el iris, las pestañas, todo.

  —Intentaré hacerlo bien.

  —Ahí también están anotados los rasgos que deben tener.

  Al leer le dedicó una mirada con las cejas elevadas en un gesto de incredulidad.

  —¿De verdad? ¿Quién ha encargado muñecos diabólicos?

  El señor Cullen trató de esconder una sonrisa que no pasó desapercibida para Jacob.

  —Si viera las extrañas criaturas que me han encargado tendría usted pesadillas.

  Cuando la cera quedó totalmente derretida, el señor Cullen la extrajo con mano maestra y la vertió en un molde al tiempo que le explicaba los pasos a seguir. La esfera que se creó la colocó en un gancho de madera que se alzaba desde la base de la mesa, sacó un maletín con acuarelas y pinceles.

  —Pruebe a pintar los rasgos —le pasó el pincel y Jacob cayó en la cuenta de que todos los gestos que hacía eran a una distancia prudencial tratando siempre de no tocarle.

  Se centró por completo en la tarea que tenía entre manos, la mirada atenta del hombre a su espalda le estaba poniendo de los nervios. Casi todo le estaba saliendo bien hasta que sin querer deslizó un trazo más grueso en el contorno del ojo. Se apartó lanzando una maldición.

  —Perdón.

  —Descuide —borró el trazo con un paño húmedo quitando casi toda la imperfección—. Es cuestión de tiempo, basta que practique un poco.

  —¿Cuántos años lleva en este negocio?

  El señor Cullen le mantuvo la mirada sopesando la respuesta, Jacob advirtió que sus ojos eran un poco más oscuros que la noche anterior, como si le hubiera leído el pensamiento, el hombre pestañeó un par de veces antes de apartar la vista.

  —Siga trabajando.

  Acabada la jornada se dirigió a su habitación para relajarse con una ducha. Tras ese percance el ambiente se había ensombrecido entre ellos, el silencio era el único acompañante allí abajo.

LA LEYENDA DEL VAMPIRO DE CERAWhere stories live. Discover now