Capítulo Diez

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  Cuando llegó al garaje la puerta no ofreció resistencia como días atrás. Echó un vistazo por encima de su hombro hacia la casa, le sabía mal irse así, sin ni siquiera poder despedirse. Dejó una nota en la encimera donde anotó el número de su móvil por si necesitaba algo.

  El ruido del motor de su coche fue como música celestial tras doce días sin conducir. Encendió la radio y se dispuso a emprender el viaje de más de tres horas que le separaban de su casa.

  Giró a la derecha penetrando en un camino de tierra que quedaba a unos metros de su casa. El cielo tenía ese color grisáceo propio de Forks que amenazaba con una tormenta próxima. El reloj marcaba la una y media de la tarde cuando estacionó.

  Entró en el salón diminuto, a esas horas que existiera tal silencio era extraño. Se asomó a la cocina, al cuarto de su padre y al suyo propio, nada.

  Sacó una botella de agua y se sentó a esperar. No tuvo que hacerlo demasiado, oyó la risa de Seth al otro lado unos minutos después. La puerta se abrió dejando ver a su padre sonriente con una bolsa en su regazo que emanaba un olor exquisito, su amigo empujaba la silla alegremente. Billy se sobresaltó al verle.

  —Sorpresa —dijo sin emoción—. O eso iba a decir hace quince minutos.

  —Seth me ha acompañado a comprar pollo asado, pensaba que iba a ser mucho para mí pero ahora creo que debía haber comprado otro.

  Jacob hizo una mueca ante el comentario de su padre.

  —Harías bien, me muero de hambre.

  Billy se acercó a la mesa para dejar la bolsa, él colocó los platos sintiendo que esa bienvenida había sido más fría de lo que imaginaba. Seth se aproximó despacio dándole un golpe en el hombro.

  —Me alegro de verte. Estás un poco cambiado.

  —¿En qué?

  —Has ganado músculo, te ves más mayor.

  —¿Gracias?

  Seth rio a carcajadas mientras le daba un abrazo.

  —Te he echado de menos, Jake.

  —Yo también.

  —¿Cómo te va en el trabajo? ¿Es muy duro? ¿Tu jefe te trata bien? —quiso saber su padre.

  —El trabajo es interesante y peculiar. Y mi jefe es agradable.

  —Bueno, tengo que irme —anunció Seth—. Espero verte antes de que te vayas de nuevo.

  —Claro.

  Billy esperó a que el muchacho saliera de la casa, luego miró largamente a su hijo como si estuviera buscando la parte que no le había contado.

  —¿Pero? Siempre hay un pero.

  —Pero la tecnología no es capaz de atravesar la capa que envuelve la casa.

  —¿Y ya? ¿Todo bien?

  —Parece que quieres oír malas noticias. Si es eso, los clientes dan escalofríos, vive rodeado de muñecos que se mueven y esconde cosas en las habitaciones.

  Su padre frunció el ceño sin entenderle.

  —¿Es un tipo raro?

  Jacob se mantuvo pensativo unos segundos, al principio pensó que lo era pero ahora sólo creía que era un hombre solitario que se había edificado una familia de cera. En realidad le agradaba su jefe.

LA LEYENDA DEL VAMPIRO DE CERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora