Into the Fray - BTS [Norte]

27. Hajun

Supongo que me lo merezco. Todas estas horas sentada en el suelo, encerrada, sin mayor compañía que la de mis pensamientos.

Supongo que lo peor de todo es que me merezco algo peor que esto.

Llevo dos días encerrada en una celda. Sé en qué templo está, porque la costumbre me hizo quedarme con la ubicación exacta de cada uno de los seis, y sé que me llevaron a uno que no pisamos en absoluto desde que llegamos a este campamento. Es el que se encuentra más al fondo, y no sé realmente para que lo usarán, pero está claro que ahora también lo utilizan como cárcel. Aunque yo soy la única que ha cometido un crimen tan grave como para estar aquí. Y lo único que puedo pensar es que llevan razón; en que debo estar aquí, y no con los demás. Porque soy del norte, su enemiga. Soy una más de los que han acabado con la vida de sus seres queridos. Y sé que la señora Park está muerta por mi culpa.

En realidad, no he dejado de pensar en eso en estos dos días. En sus sesos saliendo disparados, en la sangre bañando las calles del campamento y en sus últimas palabras.

"Ve... con él".

También sé que estoy viva gracias a ella. Y a Taehyung. Y supongo que eso me duele, porque para él la señora Park era como una madre, y yo la maté.

Cuando Jeon se dio cuenta de quién era... No me lo esperaba. No tanto como debería. Porque Rhee Hajun hubiese buscado un plan, una mentira muy elaborada para que no dudasen de mi procedencia sureña. Pero supongo que ya no soy ella. No del todo, al menos. Porque Rhee Hajun no hubiese gritado, ni hubiese llorado al ver la cara de Jungkook. No le hubiese afectado el rechazo. Pero a mí me afecta.

Intenté explicarme, pero aunque algo dentro de mí me pedía hacerlo con todas mis fuerzas, mi mente siempre supo que no iban a aceptar ningún tipo de excusa. ¿Qué iba a decirles, de todos modos? ¿Que no soy del norte? Incluso aunque no lo fuese, no iban a creerme. Porque necesitan alguien a quien culpar, y yo no solo soy el blanco perfecto, sino que además soy culpable.

Me gustaría decirles quién soy. Sincerarme y decirles a qué vine. Contarles por qué no pude hacer nada de eso. Cómo mi plan se cayó a pedazos antes de empezar y cómo, al final, acabé rindiéndome sin quererlo.

"¿Por qué me aferré tanto al plan? ¿Por qué era tan importante?".

No tengo nada mejor que darle vueltas. Es eso, culparme y pensar alguna salida. A veces también como, cuando, en el más absoluto de los silencios, alguien viene a dejarme una bandeja con un cuenco de arroz y un vaso de agua.

Nunca ha venido él. Tampoco creo que vaya hacerlo, porque estará dolido, se sentirá traicionado y me odiará. Y con razón.

He pensado lo suficiente en ese tema como para entender que me duele. Que esa presión en el pecho y esas ganas que tengo de llorar cada vez que lo pienso, es dolor.

¿Se sentirá él igual o... no le importaré?

Por el número de veces que ha venido a verme, apostaría por lo segundo y, seguramente, no me equivocaría. Y aunque me encantaría que eso no me afectase, lo hace. Y me frustra, me frustra muchísimo saber que me lo merezco, pero no querer el castigo. Aunque, quizá, lo que más me cabrea de todo es no saber cómo he llegado a este punto: cómo he pasado de sentir rechazo, irritación y a veces indiferencia por alguien que me parecía un niñato, a... todo lo contrario.

"Tu padre estaría disgustado con ese comportamiento. Nada de esto es propio de ti, Hajun. Tú buscarías un modo de engañarles de nuevo, de salir de aquí, tú...", intenta hacerme razonar el último resquicio de la Rhee Hajun que conocía. Una parte minúscula, cada vez más.

"Tú ya no eres así. Y tu padre... tu padre es un monstruo como tú".

Una parte que se evapora en cuanto lanzo el último tronco de leña al odio de mi interior.