~4 (El señor Williams)

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➭𝗘𝘀𝘁𝗲 𝗰𝗮𝗽í𝘁𝘂𝗹𝗼 𝗲𝘀 𝗰𝗼𝗿𝘁𝗼, 𝗽𝗲𝗿𝗼 𝗲𝘀 𝗾𝘂𝗲 𝗲𝗹 𝗳𝗶𝗻𝗮𝗹 𝗾𝘂𝗲𝗱𝗮𝗯𝗮 𝗱𝗲𝗺𝗮𝘀𝗶𝗮𝗱𝗼 𝗯𝗶𝗲𝗻 :𝗗

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21 de Noviembre de 1997 (Nueva York) Wen:

La casa del señor Williams era como todas las demás de la calle, aunque esto no evitaba que me impresionase.

—¿Lista?—preguntó Maya, mirándome.

Asentí y llamamos.

Desde dentro se oyó un gruñido.

—¡Ya voy!—y luego un susurro que alcancé a oír—que remedio...

Después de unos diez segundos, la puerta se abrió y un hombre de unos treinta y cinco años se asomó por ella.

Era un hombre joven pero que aparentaba más años de los que en verdad tenía: su pelo era de color gris y sus ojos carecían de brillo, además de ser extremadamente bajo.

—¿Qué quieren?—gruñó el señor Williams.

Al final iba a resultar que Adriana sí que tenía razón sobre él: era un amargado.

—Lamentamos molestarle, señor Williams—se disculpo mi hermana—pero nos gustaría hacerle varias preguntas sobre la desaparición de los hijos de los Peterson.

El señor Williams palideció instantáneamente.

—¡Yo no sé nada! ¡Lárguense de mi casa!—gritó él, cerrándonos la puerta en las narices.

Resoplé y giré sobre mis pasos para irme. Observé como Maya no me imitaba, sin embargo, ella había tocado de nuevo la puerta.

—¡Por el amor de Dios!—gritó el señor Williams, abriendo de nuevo la puerta—¡¿que quieren?!

—Como ya he dicho, señor—dijo Maya sin subir el tono de voz—necesitamos preguntarle algunas cosas.

El señor Williams miró a mi hermana de forma dura y odiosa, luego respondió,  casi ladrando:

—De acuerdo, tienen dos minutos. ¡Y desde ahí! Que no van a entrar.

Maya sonrió.

—Bien, ¿donde estaba usted la noche de la desaparición de los hijos de los Peterson?

—Estaba paseando—contestó el señor Williams, poniendo los ojos en blanco—como todas las noches.

Maya y yo nos miramos, de nuevo pensábamos lo mismo. Ella asintió como en señal de que no dijera nada, al menos por ahora.

—De acuerdo—siguió mi hermana—¿qué piensa usted de los Peterson?

El señor Williams levantó la vista, sus ojos brillaban como en señal de la posibilidad de quejarse sobre algo libremente.

—Son unos ricos sin remedio. Los padres son unos tiranos y los hijos unos malcriados—respondió sin cortarse en absoluto.

Más o menos esperaba esa respuesta teniendo en cuenta lo que la mayoría de las personas pensaba de él.

Maya miraba al señor Williams de forma... impasible, exactamente como lo hacía Lucy. Un escalofrío me recorrió la columna vertebral.

—¿Cual es su rutina de día?—preguntó mi hermana con el ceño fruncido.

El señor Williams nos miró con asco, como diciendo: "no debería importaros".

Finalmente se decidió a contestar.

—Nada más levantarme, me tomo un café y voy a la iglesia, cuándo ésta termina me dirijo a comprar el periódico, luego regreso a casa—hizo una pausa para tomar aire—como en casa y escribo si tengo inspiración; después, vuelvo a salir.

Mi actitud observadora notó como el señor Williams había hablado más rápido en la última mitad de su habladuría, sin embargo, no lo mencioné.

—¿Y por la noche vuelve a salir, correcto?—pregunté, esta vez, yo.

—Así es—contestó él.

—De acuerdo. Una última pregunta—intervino Maya—¿se lleva usted bien con algún vecino de esta zona?

—¿Insinúa que soy una persona asocial?—gruñó el señor Williams, enfadado.

—En absoluto, señor—dije—solo por curiosidad.

Algo que sabía que no era cierto, pues Maya nunca preguntaría algo "por curiosidad". Para ella todo tenía un significado.

El señor Williams barajó sus posibilidades de respuesta y llegó a la conclusión de que debía contestar.

—Supongo que la familia Johnson no es del todo... horrible—contestó él, extrañamente mirando al suelo.

Maya y yo nos miramos, llegando a la misma conclusión:

El señor Williams tenía un secreto.

Agencia de Detectives Nichols #1Where stories live. Discover now