~7 (Visita a los Fisher)

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➭𝗟𝗮𝗺𝗲𝗻𝘁𝗼 𝗵𝗮𝗯𝗲𝗿𝗺𝗲 𝘁𝗮𝗿𝗱𝗮𝗱𝗼 𝘁𝗮𝗻𝘁𝗼 𝘁𝗶𝗲𝗺𝗽𝗼 𝗲𝗻 𝗲𝘀𝘁𝗲 𝗰𝗮𝗽í𝘁𝘂𝗹𝗼. 𝗜𝗴𝘂𝗮𝗹𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗲𝘀𝗽𝗲𝗿𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗹𝗼 𝗱𝗶𝘀𝗳𝗿𝘂𝘁𝗲𝗻.

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23 de Noviembre de 1997 (Nueva York) Maya:

Después de regresar a la calle Streetway nos dirigimos a la casa de los Fisher y llamamos al portón. Éste, a diferencia de él de los Johnson, era un timbre.

El sonido del timbre era tan alto que fuimos capaces de oírlo desde donde estábamos. Inmediatamente se oyeron pasos apresurados y el ruido de la puerta al abrirse (debía de tener cinco cerrojos, por lo menos).

Un hombre un poco más joven que el señor Peterson apareció desde detrás de la puerta y sonrió.

—Buenos días, señoritas. ¿Puedo ayudarlas en algo?—la voz del hombre era grave pero cálida a la vez, de las que parecen pertenecer a un asesino en serie pero luego descubres que no harían daño a una mosca, de esas.

—Buenos días, señor Fisher—saludé yo—somos Wen Nichols y Maya Nichols. Estamos aquí para hacerle varias preguntas respecto a la desaparición de los dos hijos varones de los Peterson.

La cara del señor Fisher se tensó levemente.

—Sí, horrible. Conozco a esa familia desde hace años. Es una tragedia que les haya pasado esto—bajó un poco la cabeza, tiempo en el cual intenté averiguar que es lo que estaba pensando, en vano.

—Lo sabemos, señor Fisher—contestó Wen, de forma comprensiva—por eso estamos investigando sus desapariciones.

—Entiendo. ¡Entren, entren! Aquí hablaremos más cómodamente—nos invitó el señor Fisher, abriendo la puerta del todo.

—Muchas gracias, señor—le agradecí yo, asintiendo con la cabeza y entrando en la casa, con Wen siguiéndome.

—Les acompañaré al comedor, y prepararé algo de té—dijo el señor Fisher mientras que se ponía delante de nosotras y nos guiaba al comedor.

El pasillo de la casa de los Fisher era extremadamente largo y bastante oscuro, pues carecía de demasiada luz.

De un momento a otro se oyó un sonido casi inaudible de alguna parte de la casa. Al oírlo me quede quieta, causando que Wen casi se tropezase conmigo.

—¿Qué ha sido eso?—pregunté yo, levemente confundida.

—Olivia, mi hija—respondió el señor Fisher, deteniéndose también—está jugando con sus juguetes en su habitación, usualmente hace mucho ruido.

—¿Podemos conocerla?—preguntó Wen, detrás de mí.

El señor Fisher sonrió.

—Por supuesto, iré a por ella. Pueden ir al comedor sin mí, está al final de pasillo.

—De acuerdo—respondí.

Wen y yo caminamos en silencio hasta el comedor mientras que el señor Fisher se dirigió a la habitación de Olivia.

Cuándo llegamos, nos quedamos impactadas por la cantidad de decoración que había. La mesa principal tenía varios jarrones llenos de exóticas flores, de esas que solo ves en las revistas, y que transmitían un empalagoso perfume que se podía oler a kilómetros de distancia. El comedor contaba con dos extensos ventanales que reflejaban tanta luz que hasta dañaba los ojos. También había una televisión enorme con cuatro jarrones de flores aromáticas debajo de él.

Agencia de Detectives Nichols #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora