9. conflictos mañaneros.

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No entendía de donde venía aquel perfume. Aún ni había abierto los ojos pero ya sabía que el día seguía nublado, o cuanto menos, humedo. Se lo decía el dolor de su espalda que ya era su más fiel compañía.

Escuchó un golpe, no podía ser un trueno, ya no había truenos.

Abrió los ojos y tuvo que contenerse para no chillar, pues Alba estaba a menos de un palmo de su cara, con la mejilla aplastada contra la almohada, la boca entreabierta y las cejas fruncidas, supuso que por el ruido que no alcanzaba a despertarla.

No recordaba en que momento había quedado dormida la rubia o ella misma.

Volvió a escuchar el ruido y enseguida salió de la cama con suma delicadeza para no despertarla y bajó las escaleras en busca de lo que había perturbado su sueño.

Esperaba que fuese una ventana abierta. Pero se volvió a llevar una sorpresa al ver a ese par de duendes cuya existencia (ahora sí) había olvidado.

- ¡ves! Yo te lo he dicho, que no mentía.- la niña señaló a Natalia y su hermano se quedó mirandola con extrañeza.

- ¿qué... qué hacéis aquí tan temprano? -consiguió decir cuando salió del pequeño shock que le ocasionó de repente recordar que existían.

- jugar. -respondió con naturalidad la de rizos.

- ¿a las siete de la mañana?

- sí ¿quieres jugar? Mira esto.

La niña saltó sobre una botella de refresco vacía que tenía la tapa lo suficientemente floja como para salir volando en cuánto la aplastó con todo el peso de su cuerpo, golpeando la pared en la que Natalia ya había notado los dibujos y garabatos hechos con ceras y lápices de colores

He allí el ruido.

- yo... no. Estoy bien así. Y de hecho ¿Podéis hacer un poco de silencio? Es que su mamá está durmiendo.

- ¿dices mami?

- ah, sí... Su mami.

-vale... ¿me das una ayuda com una cosita?. -preguntó otra vez la niña.- es súper fácil, mira ven -tomó a Natalia con su pequeña mano y la arrastró hacia la cocina.- es que los cereales están muuuuy altos -explicó.

Los cereales estaban en realidad, bastante bajos. Aunque para la escasa altura de ese cumulo de rizos andante, pues si era bastante.

Cogió la caja y se la dio a la niña.

El niño llegó tímido y arrastro una silla hasta acercarla a una encimera, aún así tuvo que estirar todo lo que daban sus bracitos. Para alcanzar dos cuencos y da los pasó a la niña que los colocó sobre la mesa.

A Natalia sorprendió aquella autonomía para tan corta edad.

- ¿os gustan las manzanas preguntó al niño que asintió sirviendo los cereales en el cuenco vacío.

La otra se sentó junto a él abriendo un cartón de leche que especificaba ser sin lactosa en su envase, y lo sirvió sobre los cereales de su hermano, luego sirvió leche en su cuenco que antes estaba vacío, derramando un poco en la mesa y mirando a su hermnao con cara de circunstancia, el niño suspiro y ella se encogió de hombros mientras servía cereales en la leche.

Natalia veía aquello de la misma manera que vería un documental de animales exóticos y sus comportamientos.

- ¿porque nos has preguntado eso?- habló ahora sí el niño.

Natalia pestañeó.

- ¿el qué?

- lo de las manzanas.

nómada Where stories live. Discover now