30. sitios.

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quedaban apenas un par de horas para reunirse con la que probablemente sea la persona más cercana que tiene actualmente, lo cual resultaba irónico, pues solo se veían un par de veces al año, como mucho. Pero fue así también como consiguieron forjar aquella relación. No acostumbraba a expresar sus sentimientos. Era algo que simplemente le costaba y bien sabía que a su amiga también. A pesar de esto, Nadie Sabía tanto de ella como Natalia y siempre procuró que Natalia sintiera algo parecido. Es por eso que se sintió algo decepcionada de su trabajo como confidente aquel jueves en la noche hace varios meses ya, poco antes de que su furgoneta decidiera vararse en Madrid:

- ¿Natalia, son las cinco de la mañana, que pasa?

- Blaya...- no sé escuchaba nada bien , además iba claramente ebria.

- ¿estas bien?, ¿ha pasado algo?, ¿donde estás?

- Salamanca, creo.

- ¿crees?

- sí, estoy... ay Blaya.

- ¡¿Natalia, qué pasa?!

- ya no quiero estar aquí.- dijo en un susurró entrecortado.

- ¿vale y a donde vas a ir?

- os echo de menos, ya no me apetece moverme más- sollozó.- estaba de fiesta y me daba igual, conozco un nuevo sitio y me da igual, ya no me apetece hacer nada y me estoy agobiando mucho.

- vale, oye, tranquila. Hagamos algo. ¿Estás en la furgo?

- sí- sorbió por la nariz.

- pues te pones algo cómodo y te metes en la cama, yo me quedo aquí contigo hasta que te duermas, y mañana te desvías para Murcia. ¿Vale?

- vale.

Allí quedó aquella conversación, Natalia no volvió a tocar el tema. En la mañana siguiente mencionó recordar haber soñado con ella la noche anterior , pero dijo, sin embargo, que no recordaba más que su voz.

Eso le dio la certeza de que Natalia no estaba enterada de que ella estaba enterada de sus sentimientos.

El que le haya ocultado también lo que pasaba con Alba, o lo de sus hijos fue preocupante y hasta doloroso. En parte, por eso decidió visitarla en Madrid. Además, claro, de sus propios problemas familiares.

...

Había aprendido con el tiempo a reprimir el sentimiento de añoranza, hasta tal lento de no notar siquiera cuando le quemaba el pecho cada vez que veía un recuerdo feliz con alguien que llevaba mucho tiempo sin ver. Es por eso que cuando se vio sentada en la estación de trenes, sintió como el fuego le bajaba por la garganta, hasta el estómago, y casi tuvo que correr al baño cuando vio a su amiga cruzar la puerta, soltar su maleta y abrir sus brazos para recibirla.

La abrazó fuerte, y se dejó abrazar también. Sintió el calor que se siente cuando se regresa a un lugar seguro y conocido.

Tanto tiempo viajando, sin un lugar fijo, obligó a la morena a cambiar lo que hasta el momento entendía por "sitios" sus sitios no eran tan grandes como los del resto del mundo. Sus sitios eran complejos y podían alejarse o acercarse, sin que ella pudiera hacer nada. Pues aveces, llamaba "sitios" a lo que el resto del mundo suele llamar personas.

...

-bienvenida a mi humilde morada-.

-Oh, la la, pero si hasta hay baño.

nómada Where stories live. Discover now