16. cicatrices.

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Natalia se encontraba sentada en el sofá, esperando a que Alba saliese de la habitación en la que se había metido hacía casi media hora, para hablar en privado con Ander y luego también con Olivia. Eventualmente cruzó esa puerta con los ojos encharcados (por que si había algo que ese par había sacado de su mamá Claudia, era la capacidad de expresar exactamente como se sentían, sin tapujos y sin endulzante. Aunque fuese duro.)

Se tomó cinco minutos para calmarse un poco en el baño, procurando no pensar en lo que en realidad le causaba ese escozor en el pecho, más aún que las tajantes palabras de Ander especialmente. Porque ¿como iba a explicarle ella a sus peques que lo que había pasado fue que temió por su integridad, qué no quiso arriesgarse ante la posibilidad de que descubrisen que había decidió traerlos a un mundo que no estaba preparado para familias como la suya?. Claro que Alba sabía que ese día llegaría, pero no ahora. No con siete años.
De todas formas, dio una vaga y flasa explicación, se disculpó ella por haberlo hecho, se disculpó la niña por la rabieta inicial y por último él por por haber dicho palabrotas en su mente todo el camino a la casa.

Marina llamó para saber como estaban pues esa semana no habían podido cenar juntas. Alba soltó escuetente lo sucedido y la menor de las rubias se ofreció a llevarse a los peques a tomar helado y a jugar con con ordenador de su casa. Alba se vio obligada a salir de su escondite para consultar dicha propuesta con y siquiera pudo terminar de formular su pregunta porque Ander ya estaba volviendo ponerse las zapatillas y Olivia había comenzado a salta canturreando "a casa de la tita, la tita Marina". Cosa que la dejó con un mejor sabor de boca cuando se dispuso a volver a la sala donde la pobre Natalia debía llevar esperándola media hora. O eso creyó, erróneamente, por que cuando bajó las escaleras, no encontró a Natalia en el sofa.

- ¿Nat?

- cocina.- dijo riendo.

- ¿y esto?- preguntó al ver una fuente llena de bolitas de una masa con pepitas.

- galletas.- dijo como si no fuese una obviedad.

- ya- soltó una risa contenida.- ¿pero de donde has sacado los ingredientes? Si no había nada de esto aquí.

- ah, es uno de estos polvos que le hechas tres cosas y ya las tienes hechas. Son las favoritas de mi hermana.

- ¿ah sí?- se sentó en la encimera mientras la morena continuaba haciendo bolitas de masa.

- sí, las preparábamos todo el tiempo. Yo no las comía seguido pero siempre la ayudaba a prepararlas... oye ¿estas bien?- preguntó al levantar la cabeza y ver cierta oscuridad en su ojos.

- sí, ya hablamos. Todo está bien.

- ¡listos...! ¿que haceis?- Ander y Olivia aparecieron en la cocina.

- galletas- informó Natalia, con más ilusión que la de los sieteañeros, que ya era decir, pues amaban las recetas dulces.

- hala ¡pero si nos vamos en cinco minutos!- Olivia miró su antebrazo como si tuviese un reloj de muñeca, cosa que no. Y resopló con indignación.

- pues su problema por irse de rave por ahí- los vaciló la morena sacándole una risotada a la rubia.

- ¡pues vamos a comer helado con nuestra tía!- Olivia pilló enseguida el tono vacilón de la morena.

- ¡pues nosotras vamos  comer galletas!- se sumó Alba.

- ¿y que? Oli y yo vamos a jugar a minecraft.- se sumó el que faltaba.

- pues nosotras vamos a ver otra vez la peli de Shr...- y Alba atinó a cubritle la coca con una mano.

- ¡ninguna!

nómada Where stories live. Discover now