34. treinta y dos peliculas y media

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La habían atrapado con las manos en la masa, literalmente.

- ¿quien es?- dijo del otro lado de la puerta, antes observar por la mirilla y ver a su novia, con la sonrisa cansada por volver del trabajo.

- ah, pasa.- dijo dando un par de pasos hacia atrás y observándose a sí misma, su pelo despeinado, la camiseta manchada y el delantal floreado repleto de harina. No esperaba que viniese hoy, pues se suponía que se iría directo a casa desde el trabajo para ducharse e irse con Blaya, pues era su último día en Madrid.

Por qué llamas a la puerta si tienes llaves- rió la rubia.

- pues por que es tu casa, a lo mejor quieres engañarme con otra o algo así, necesitas privacidad.

- eres más tonta...

- estas guapísima- le dijo la más alta con una sonrisa sincera.- alba soltó una risa nasal y negó con la cabeza.

- ¿no tenías que ir con Blaya?

- sí, vine a verte. Aunque sea cinco minutos.

Enseguida sintió su mano colándose por detrás de su cintura y pegándola a ella.

- Nat... que te voy a ensuciar.- movió los labios casi sobre los de la otra.

- da igual, es por una buena causa.- dijo cortando la tensión entre sus labios con un beso.- ¿galletas?

- mhm, ¿te guardo un par?

- solo una, es que no me fascinan, pero me recuerdan...

- ¿a tu hermana?

Natalia sonrió.

- te lo había dicho.

- ¿cuando vas a verle?- dijo volviendo a la pastosa masa de las galletas- ay, ¿me echas harina, baby?

- pues, no sé... tengo que hacerme un tiempo...

- oye, si quieres invitarla o a tus padres... se pueden quedar aquí, que yo no tengo problema.

- ¿y los niños?

- ¿que tienen?

- no, que donde están...

- ah, están arriba, no te han escuchado creo. ¿Las dejas en el horno mientras me lavo las manos?- dijo aproximándose al lavaplatos y dejando lugar para que la morena tome la fuente cin galletas crudas.

- claro... Blaya quiere daros un regalo, dice que para que tengáis un recuerdo.

- oye pero no se va apara siempre.

La más alta se encogió de hombros.

- es así de dramas, ya verás cuando se despida.

- ¿entonces mañana os pasáis por aquí?- volvió a acercarse a la morena, pasando sus manos por detrás de su cuello y erizándole la piel a la más alta, por el frío de sus manos recién lavadas.

- sí, seguro que sí. Si quieres puedes venir.- sacudió los hombros de forma automática por la sensación las yemas de los dedos de la rubia acariciando suavemente la piel de los costados de su cuello.- ay, que me da cosa- rieron.

- ¿NATI?- Olivia gritó desde la escalera, aún sin poder verla, le había reconocido la voz. La chicas se separaron rápidamente.

- ey, ¿a donde estabas tú?- dijo la más alta al ver a la niña cruzar la puerta de la cocina.

- arriba. ¿también has hecho galletas? Te has llenado e harina.

- ¿qué? Ah, sí. Me he echado harina sin querer- la rubia soltó una risilla mientras se secaba las manos.

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