17. polvo en el ambiente.

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-¡yo vooooy!- escuchó el grito de Olivia tras haber tocado el timbre de la casa. Eran las cuatro de la tarde, Alba debía ponerse a trabajar y Natalia a vigilar que los pequeños diablillos no destruyan la casa en el proceso.

Estaba nerviosa a pesar de que sabía que la madre estaría allí para lo que
necesite. Quería demostrarle que podía hacerlo, nunca le gusto hacer mal su trabajo y menos si cabía la posibilidad de decepcionar a alguien cuya opinión le importaba.

Ayer tuvo que irse Antes de que los peques llegarán a la casa, porque recibió una llamada de África y acordaron verse en el pequeño (y aún no inaugurado) restaurante para hablar de lo que Natalia podía hacer y de lo que África estaba buscando. Afortunadamente coincidieron las expectativas la una de la otra y Natalia obtuvo el trabajo. Quiso dar un salto de alegría pero su pie inmovilizado no se lo permitió, lo que sí que hizo fue llamar a Alba para contarle y se puso igual o más feliz que ella.

No era la primera vez que trabajaba como camarera, con lo cual aquello la traía sin cuidado. Lo que le estaba carcomiendo los nervios era lo que la esperaba del otro lado de esa puerta. A pesar de que solamente era la pequeña Olivia con un tutu rosa igual al de su hermano que apenas había levantado la vista de la tablet para saludar a Natalia.

- ¡Nati!- la niña saltó a abrazarla y se prendió a su cuerpo. Natalia tardo unos segundos en reaccionar, pues no se esperaba aquella muestra de afecto tan repentina.
- ¡ayer comí un helado de fresa!- contó como si fuese la cosa más relevante que haya experimentado nunca.- y he comido tus galletas en la mañana. pero no todas, eh, que te he guardado.- levantó un dedo desprendiéndose del cuerpo de la más alta.

Alba llegaba bajando las escaleras a toda velocidad.

- ¿Olivia, que hemos dicho de abrir la puerta sin permiso?

- ah, pero ya sabia que era Nat.

- hola- saludo la susodicha, sorpresivamente tímida. Como si llegase de repente a un lugar nuevo.

- ¿lista para tu primer día como niñera?- bromeo la rubia.

- estoy nerviosa, la verdad- confesó abriendo mucho los ojos.

- ¡¿pero nerviosa de que, mujer?! Si ya nos conoces.

- si pero yo que sé.

- ¡NOOOOO!- Ander vociferó de repente con enfado.

- ¡¿que?! Has perdido a que sí.- su hermana dio un salto por detrás del sofá para ver la pantalla.

- ¡es que si no me ayudas en nada!- se cruzó de brazos.

- ¡pero si te ayudo, te enfadas!

- Andy, has dicho hola a Nat.- la madre interrumpió.

- que sí, que lo he hecho- respondió sin dejar de mirar la pantalla y resopló.

Alba miró a Natalia negando con la cabeza.

- le quedan veinte minutos y luego la apagas ¿vale? Igual María está por llegar y tendrá que apagarla...

Natalia asintió nerviosa, pues ya tenía una tarea asignada.

Alba se dio cuenta.

- Nat- puso una mano en su brazo para calmarla- voy a estar menos de tres metros, cualquier cosa que necesites preguntarme, me tocas el hombro.

- vale, sí. Solo son dos duendes de jardín con vida... y tutús.- se convencía mientras se secaba el sudor de las manos en los vaqueros.

Alba negó con la cabeza y dejó a sus peques peques en las nerviosas, sudorosas y temblorosas pero capaces manos de Natalia. Se puso los cascos para no distraerse y comenzó a dibujar trazos en su tableta gráfica, hasta que la la alrma que le informaba que el tiempo de su peques con las pantallas había acabado. En cuanto la música dejó de reproducirse en sus oídos, escucho un conjunto de risas, no solo de Olivia y Ander. Se giró para ver que era lo causaba tal alboroto, justo para encontrarse a Natalia, Olivia y Ander con la vista fija en la pantalla donde un montón de zombies decoraban plantas en aquel juego que Alba nunca llego a entender del todo.

nómada Where stories live. Discover now