capítulo 5

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Seis años juntos, encadenados, sufriendo el uno por los pecados del otro deberían haber sido suficientes como para que la odiase eternamente. Por ella había sido despojado de sus raíces, de la única familia que le quedaba, y por encima de todas las cosas, de la mujer que amaba. Y sin embargo, era incapaz de alejarse de ella, dejarla a la deriva en aquel mar de oscuridad que amenazaba con arrebatársela. SeokJin la sintió acurrucarse contra su costado, después de volver a sumirse en el sueño en sus brazos no había querido dejarla, como si el hecho de abandonarla sobre la cama pudiese hacer que se le escurriese entre los dedos. 

El sol de la mañana inundaba completamente la habitación a aquellas horas, a través de los amplios ventanales —ahora con las cortinas corridas—, podía contemplar la serenidad de aquel recoveco y escuchar una vez más el melódico canto del ave que anunciaba el final de una vida. 

‹Te dije que el destino no podía eludirse, muchacho. Puedes huir de él, intentar engañarle, pero al final siempre te encuentra››. 

Su abuela había tenido mucha razón al pronunciar aquellas palabras, de algún modo era como si ella misma hubiese visto el futuro que les aguardaba después de que él y su recién encontrada compañera volviesen al mundo. 

—Aquel fue el comienzo de nuestro particular infierno, ¿no es así, hechicera? 

Su mirada cayó sobre ella, pero ya no la veía como era ahora, como la mujer en la que se había convertido sino como la niña que una vez fue. 
 
‹‹TRIBU BADASGA, CLAN JEONHWA››. 
TRES DÍAS DESPUÉS... 
 
EolEum temblaba de cansancio y temor a su lado. Ella no había emitido palabra alguna desde que la sacó casi a rastras de la maldita cueva al amanecer del tercer día para meterla en el asiento de copiloto de su Jeep. Ni siquiera él pudo encontrar la voz al ver la desnuda desolación que la lucha de sus dos espíritus había provocado como consecuencia de su reclamo, el daño era tal que en los años venideros no volvería a crecer nada. El Fuego y el Hielo se habían encargado de ello. Su urgencia por llegar a la aldea se mezcló con la naciente culpabilidad, no podía evitar pensar en lo ocurrido y en lo que quizá su elección hubiese traído consigo para el pueblo. 

—Traes contigo la muerte, emisario de HwadeokJingun. 

Las palabras de uno los ancianos de la tribu, el mismo venerable que ostentaba el cargo de Consejero de los Jeonhwa y que junto a los otros elegidos de los clanes formaban el Consejo de Ancianos de los Badasga que promulgaba las leyes y conservaba la cultura impresa en sus raíces, detuvieron su avance. Los ojos oscuros del hombre cayeron sobre la menuda figura que llevaba de la mano, la recorrió con tal insistencia que ella se apretó contra él, buscando escudarse tras su cuerpo. La sintió cambiar el peso de un pie a otro y no pudo más que bajar la mirada a los improvisados atados de tela con la que le había envuelto los lastimados pies. Las marcas de las ataduras en los tobillos y muñecas era un mudo recordatorio de lo que aquellos que se autodenominaban la ley de las tribus, podían hacer a una niña inocente. 

—La muerte siempre ha vivido conmigo, anciano —respondió en el mismo dialecto en el que le habló. No apartó ni un solo instante la mirada del hombre, no cedió un solo paso, todo lo que deseaba hacer era llegar al único refugio que conocía y olvidar todo lo que había pasado—. Porto su espíritu. 

Notó el cambio en su rostro, la tensión en la mandíbula al apretar los dientes. 

—Ella no es bien recibida entre los Jeonhwa, la muerte la acompaña allá dónde va — insistió y la señaló con un gesto de la barbilla—. Su clan la ha repudiado y la ley se ha pronunciado al respecto. Deberá dejar la tierra en la que mora a la salida del sol para no volver a ella mientras su espíritu viva. 

ℍ𝕖𝕔𝕙𝕚𝕔𝕖𝕣𝕠 𝔻𝕖𝕝 𝔽𝕦𝕖𝕘𝕠 ༆𝕂𝕚𝕞 𝕊𝕖𝕠𝕜𝕁𝕚𝕟༆  Libro 5Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon