Capítulo 16

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SeokJin traspasó las puertas del Eternal con el mismo sentimiento de paz que encontraba siempre entre aquellas paredes. Había llegado a aquel lugar intentando escapar del pasado, dejado medio muerto en la parte de atrás por una mala elección solo para encontrarse con que la muerte todavía no le esperaba.   

Había atravesado esas puertas en un momento en que su alma estaba destruida por la pérdida y la desesperación, un tiempo en el que se habría perdido a sí mismo si Boer, el extraño personaje que regía aquel lugar, no lo hubiese arrastrado a la mesa de billar y le arrebatase, partida tras partida, cada pedazo de oscuridad en su interior. 

El Devorador de Pecados, como lo conocían en los íntimos círculos sobrenaturales, le había ahorrado un destino peor que la muerte, había salvado su cordura y en cierto modo su alma. 

El local empezaba a prepararse para la jornada nocturna, las lámparas a media luz, los empleados rellenando el bar y limpiando las mesas... Mirases dónde mirases te encontrabas con un común bar de paso, con una mesa de billar, un tocadiscos que había visto mejores días y unas mesas tan peculiares como su dueño. 

Se acercó a la barra y ocupó uno de los taburetes mientras esperaba a que el hombre al que venía a ver hiciese acto de presencia. 

—SeokJin, mi hechicero favorito. 

La voz llegó desde algún punto del final de la barra. Al instante, un hombre corpulento, con brazos anchos y abultados por el peso de un barril de cerveza que descargaba ya del hombro, hizo acto de presencia. El pelo negro y revuelto caía en desordenados mechones y enmarcaba un rostro de planos angulosos y fuertes, pero sin duda eran sus ojos de un claro tono ámbar los que hacían que se le congelase a uno el alma, pues parecían ser capaces de atravesarla. 

—Hola, Boer. 

El hombre dejó el barril en su lugar y se acercó a él. 

—Y ese precioso pecado tuyo, ¿dónde lo has dejado? 

Hizo una mueca ante la forma en que se refirió a EolEum. 

—Por ella es que estoy aquí. 

—¿Otra vez? —lo miró con sorna. 

No pudo menos que esbozar una irónica sonrisa en respuesta. 

—No de la misma manera —aceptó—. De hecho, esta vez estoy aquí para pedirte un favor. 

El hombre no disimuló su sorpresa. 

—Sabes cuál es el precio que impongo por mis servicios, chico —le recordó—. No puedes pagarlo. 

Él hizo una mueca. 

—No esa clase de favor —negó—. Es algo mucho más mundano. Quiero alquilarte la sala de billar... para algo privado... y sin público. 

Aquello captó su interés. 

—Soy todo oído. 
 
Esa misma noche... 
 
SeokJin le pasó el taco de tiza azul, apoyó el mango del bastón en el suelo y se apoyó en la mesa de billar. Sus ojos marrones no disimulaban la diversión que albergaba. Debería estar contenta, después de todo había conseguido que accediese a enseñarle los entresijos de un juego que él parecía preferir. 

Este local era uno de los pocos lugares a los que eran asiduos, demasiadas veces lo había visto inclinado sobre la mesa, calibrando sus posibilidades, midiendo las distancias antes de realizar un tiro perfecto. Y durante esos momentos, él parecía desprenderse de la coraza con la que siempre se vestía. Era en esas extrañas ocasiones en las que le veía relajado, disfrutando de algo por el placer de hacerlo. Había intentado antes que le enseñase a jugar, que compartiese con ella ese pequeño oasis de paz del que parecía disfrutar, pero sus respuestas a menudo eran agresivas y disuasorias hasta el punto de que ya ni se molestaba en preguntar. Se había acostumbrado a mirarle desde un rincón, admirando su anatomía, sí, pero deseando también y no por primera vez, que el lenguaje distendido, las bromas y el buen humor que compartía en esos raros momentos con sus compañeros de mesa la incluyesen también a ella. Estaba hambrienta de afecto, de su afecto. 

ℍ𝕖𝕔𝕙𝕚𝕔𝕖𝕣𝕠 𝔻𝕖𝕝 𝔽𝕦𝕖𝕘𝕠 ༆𝕂𝕚𝕞 𝕊𝕖𝕠𝕜𝕁𝕚𝕟༆  Libro 5Where stories live. Discover now