Capítulo 19

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—¿Por qué te marchaste aquella noche?          

La inesperada pregunta hizo que SeokJin apartara las mantas a un lado y dejase la cama. Necesitaba espacio, distanciarse físicamente de ella pues todo en su cuerpo le pedía abrazarla y ceder a la agradable calidez que acababa de encontrar una vez más entre sus brazos. Si ya por lo general era difícil resistir la tentación, aquella noche era incluso más complicado. El Pacto lo instaba a darle lo que necesitaba, a cumplir con lo que su alma deseaba y sabía que esta estaba tan hambrienta de afecto como la propia. 

—Si me hubiese quedado a tu lado, nos habríamos destruido el uno al otro —confesó al tiempo que se acercaba a la ventana—. Te habría herido con la misma saña con la que me sentí herido, eras un recordatorio continuo de algo que nunca deseé. Pero tú no eras más culpable que yo por estar allí, el destino nos había jodido a ambos y no podía permitirme más errores. Necesitaba alejarte, pues si no lo hacía, acabaríamos matándonos... 

Cerró los ojos cuando el recuerdo de aquella noche cruzó su mente con la misma nitidez con la que podía verla a ella, desnuda, enredada en las sábanas en las que habían yacido. Llevaban juntos un año, trescientos sesenta y cinco largos días en los que se encontró despojado de todo: sus raíces, su familia... Todo desapareció lanzándole al mundo sin más compañía que una muchacha a la que no podía dar la espalda y en quien no dudaba en descargar todo su odio y frustración. Había luchado con uñas y dientes por mantenerse alejado de ella, para no volver a tocarla; el recuerdo de las tres noches consecutivas en aquella cueva lo atormentaban. La traición vivía en su pecho con tal intensidad que se odiaba a sí mismo casi tanto como la odiaba a ella por haberle permitido cometer tal acto de traición contra su propio corazón. 

Pero era difícil mantenerse alejado de alguien tan necesitado de afecto como EolEum, con tanta hambre de conocimiento y temor a lo desconocido. La pesadillas que poblaban sus noches los mantenían a ambos al borde. Ella despertaba entre alaridos, el inestable poder del espíritu despierto en su interior la consumía y se le escapaba de las manos hasta el punto de terminar congelando el lecho en el que dormía y su propia piel. Escarcha, puro y frío hielo que le perlaba la piel, le azulaba los labios y le arrebataba el suave azul de los ojos convirtiéndolos en dos pedazos de hielo. No le quedó otro remedio que acercarse a ella, envolverla en calor y seguridad cuando su mente se hacía pedazos bajo el peso de los recuerdos, obligarla a aceptar su destino y penitencia a golpe de ira y arrogancia, hizo todo lo que pudo para convertir una niña desvalida y asustada en una mujer capaz de enfrentarse a él, de equilibrarlo... Ella no era la única que estaba perdida, lo comprendió en el mismo momento en que se enfrentó al final de sus ancestros, cuando vio la columna de humo al borde del río en el que se iba consumiendo la pira funeraria de la última familia que le quedaba viva. Sabía que si no hubiese hecho lo que hizo, si no hubiese descargado sobre ella su dolor y su rabia ahuyentándola, habría sucumbido al peso de la desesperación trayendo consigo la destrucción de EolEum. 

—Si no nos hubiésemos separado, habría acabado con tu estabilidad e incluso quizá con tu propia vida —murmuró preso de los recuerdos. El rencor y la desesperación presentes en su voz—. Esa noche te abandoné para preservarte, Eol y para salvarme a mí mismo. 

El sonido de los muelles del colchón lo llevaron a mirar en su dirección, ella se había incorporado, sentada ahora en la cama con tan solo la sábana cruzada sobre el regazo. La suave y blanca piel trasparentaba las azuladas venas aquí y allá, los senos se alzaban orgullosos coronados por rosados pezones de los que había disfrutado momentos antes. Las largas piernas asomaban bajo la ropa de cama, colgando hacia el suelo. Con el pelo rubio suelto y cayéndole como un manto sobre los hombros, parecía la Reina de las Nieves. 

—Si tan solo hubiese sabido entonces lo que ocurriría a raíz de mi decisión... —continuó con pesar. Ese era uno de los mayores pecados que llevaba a la espalda. Ella había estado indefensa, completamente sola cuando aquellos malnacidos aparecieron en medio de la noche—. Te dejé para preservarte y terminé entregándote en las mismísimas manos del diablo. 

ℍ𝕖𝕔𝕙𝕚𝕔𝕖𝕣𝕠 𝔻𝕖𝕝 𝔽𝕦𝕖𝕘𝕠 ༆𝕂𝕚𝕞 𝕊𝕖𝕠𝕜𝕁𝕚𝕟༆  Libro 5Where stories live. Discover now