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El cielo encapotado por nubes grisáceas, el frío congelador y la nieve que había por doquier, le daban la bienvenida a la familia recién llegada. De todos los lugares que había, los padres de las chicas habían decidido por aquel pueblecito que era olvidado y tranquilo, para su suerte, estaba cercano a la empresa que tenían en Seattle.
Madison Jones iba en el asiento del piloto en su Jeep rojo, con su hermana menor durmiendo plácidamente en el asiento de atrás, mientras ella seguía las indicaciones del GPS que sus padres programaron. A decir verdad, la mayor de las hermanas estaba de un humor irritable y aunque a su pequeña hermana trataba de lo mejor, podía notarse a leguas que solo se controlaba a no golpearla por sus preguntas estúpidas.
Estacionó frente a una gran casa que estaba lejos de las demás, y casi pegada al bosque que había en el pueblo. Forks era un lugar con vistas increíbles y dignas de pintar, según Marine, la artista de la familia, pero lo malo de este pueblo era que jamás se veía el sol, solo en escasas ocasiones y el clima frío no era algo muy preferible para las hermanas que solían enfermarse muy seguido.
—Mary, levántate, llegamos.—Anunció la mayor, moviendo a la joven que estaba profundamente dormida.—No hagas que te tire agua helada con el frío que hace.—Murmuró tras minutos moviendo a la chica de un lado a otro sin éxito alguno.—¡MARINE!.—Chillo molesta, haciendo que la aludida se despertara de golpe.
—¡¿QUÉ?!.—Gritó la de ojos verdes.
—Ya llegamos.—Apuntó la casa delante de ellas, y comenzó a alistar su chaqueta para salir del vehículo.
La más joven se sorprendía de la seriedad que solía llegar a tener su hermana mayor, si bien, entendía que su dolor por la pérdida de su hermano le afectó aún más por el hecho de que era su gemelo y siempre estuvieron juntos, ella no entendía el porqué era tan distante con la gente, y en especial con su familia.
Marine soltó un suspiro, se colocó su gorro de lana y bajo del Jeep luego de tomar su mochila. Camino a paso perezoso y muy difícil por la nieve que había en el jardín, para luego entrar a la que seria un hogar temporal.
El interior de la casa era muy rústico, elegante y muy al estilo que solía tener la familia. Por décadas, los Jones habían sido pelirrojos y solían usar cosas del color escarlata como signo de la familia, aunque había algunos Jones con cabellos diferentes, a estos no se les contaba ni reconocía como familia.
La más pequeña corrió a tropezones por las escaleras que conducían a los que, dedujo, serían los cuartos. Luego corrió y admiro cada uno, habían entre 5 a 6 habitaciones en la casa, quedándose con el que tenía vista a la calle. Oyó que la puerta al otro lado del pasillo fue abierta y supo que su hermana había escogido aquella habitación que daba al patio trasero.
