Accidente #24: El contrato del pecado

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El tiempo pasó, el sol había desaparecido por completo, la gente en la ciudad empezaba a reducir su aparición en la ciudad mientras las luces de los edificios y locales nocturnos brillaban de manera tintineante. La ciudad pasó a los inicios de su vida nocturna, la gente empezaba a recurrir más a los vehículos con tal de llegar lo más temprano posible a casa. La ciudad poseía grandes edificios en su zona centro, todos ellos rodeando de forma significativo el gran parque que exhibía con orgullo, teniendo así varias manzanas llenas de edificios de aproximadamente 300 metros antes de pasar hacía las edificaciones residenciales que no superaban los 100 metros cada uno, siendo esta una notable diferencia que no era percibida realmente por la forma en la que la ciudad había sido edificada, contando así con las depresiones constantes que le daban esa familiaridad con San francisco.

Es así como, en la parte exterior de un hospital, una albina se encontraba sentada en una de sus bancas, teniendo la mirada baja mientras apretaba sus manos con una ansiedad notable por su forma de perder la mirada con el cuerpo ligeramente estimulado por sus temblores. Ella estaba sentada en una zona muy concurrida debido a los constantes transeúntes que pasaban hacía el interior del recinto. Encontrándose curiosamente donde cuatro cámaras apuntaban hacía ella como en una convergencia, mientras se mantuviera ahí, todos serían exhibidos en actos en contra de ella. Una jugada a la cual su ansiedad la había llevado.

A su alrededor la gente iba y venía del hospital, así como mucha otra gente caminaba hacía un estacionamiento subterráneo que se encontraba enfrente del hospital, por debajo de un edificio que pudo ubicar como un hotel de lujo por las figuras de las sombras que se asomaban a su vista. Notando como la gente que salía del hospital, en su mayoría se quedaban viendo a un curioso payaso de mascara de arlequín de una amplía sonrisa cuyas vestiduras moradas eran notables por un componente fosforescente en estas partes. Ryoko lo llegó a mirar con sumo aburrimiento solo para notar como este se encontraba haciendo piruetas mientras movía un bastón con mucho equilibrio, casi como una animadora. Un acto al cual le restó importancia al volver a su paranoia.

No paso mucho tiempo como para que su piel se erizara con una tenue brisa que le hizo atraer la mirada a las puertas del hospital, notando así a un pequeño pelirrojo que se encontraba ligeramente temeroso al ver de lado a lado en la entrada del hospital. Un gesto que cesó por completo tras notar una cabellera blanca a la cual simplemente alzó de forma tímida la mano como si tratara de hacer un saludo. Un saludo que la albina ignoró y simplemente interpretó poniéndose de pie, a lo cual el pelirrojo simplemente se acercó a ella con la cabeza agachada, tanto por miedo como por pena.

—Lo siento... Una enfermera me dijo que aun debían quitarme el suero y verificar si mi papá había firmado mi salida... Fu~fue un caos— el chico agacho la mirada mientras abrazaba la caja en donde llevaba sus regalos de cumpleaños por su falta de mochila

—No me interesa... Nos vamos— sentenció la albina mientras se cruzaba de brazos y empezaba a caminar; pero cuando notó que estaba por salir de su zona segura, se detuvo —¿La rata está contigo? — cuestionó sin darle la cara

—E~el maestro... No— contestó mientras por su boca colaba un suspiro de calma —Pe~pero me dijo que estaría cerca por si surge algo

—Bien... Solo no te pierdas... Ya malgastamos nuestro día buscándote— la albina comenzó a caminar sin siquiera mirar al chico que con los brazos temblorosos le empezó a seguir a una distancia poco más de un metro

Caminar por las calles de la ciudad en ese ambiente nocturno era meramente aturdidor, no era mentira que martes sigue siendo un día poco atractivo para salir. Y así fue como con el pasar de las calles empezaron a notar la ausencia de personas, más que nada mientras atravesaban el parque Unity debido a que este estaba en medio de su camino a casa. Notaban como algunos de sus compañeros de preparatoria iban y venían del bosque, denotando más que nada una incomoda aura cuando pasaban a lado de ambos jóvenes, llevando una cierta mirada de preocupación por el pelirrojo y una de acuse sobre la albina. Un gesto que la mirada agachada del pelirrojo no pudo notar, mientras que la albina en cuestión procuró ignorar de forma fallida tras repetirse en sus adentros, "incluso en el campo de las máscaras... Cynthia Bellemore me venció, ¿acaso podré volver a cumplir éxito algo". Unas palabras internas que le hizo alterar levemente su mueca, una que ahora estaba sumida en una amarga colera producto de su notable racha de derrotas.

El maestro del rey del mundo (En edición)Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt