Accidente #17: El arma de uno

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Tras aquel viernes, todo lo que los jóvenes podían llamar descanso, era el corto tiempo que pasaban en su ahora pesada escuela y el sueño profundo al que se entregaban cada noche con tal de olvidar las estremecedoras y turbulentas sensaciones que sus cuerpos les brindaban por el exceso físico.

Era un nuevo lunes un día lleno de neutralidad para cada joven dentro de la sede escolar, un día en el cual aquel grupo de jóvenes extravagantes se hallaban gozando del sol mientras todos estaban recostados en el pasto y las bancas dentro del lugar favorito del pelirrojo para esconderse, su claro personal.

—Quiero un descanso...— las palabras de Clay fueron emitidas con pesadez mientras contemplaba el lento pasar de las nubes con su cabeza recargada sobre la única banca del lugar

—Si hubieras decidido ir con nosotros a tomar una malteada tras los entrenamientos, quizá no tendrías ese sentimiento de disgusto— el habla animado de Sam hizo que una vena punzara bajo la piel de la cabeza del rubio —También hay que relajarse... Regla del atleta

—Oh vamos, ¿ahora me vas a sermonear? — el rubio empezó a estresarse —Cabeza de aire, si pudiera pensar en otra cosa fuera del dolor y de los exámenes que vienen, créeme que Clay te mandaría al olvido con una buena patada... Además, a quien le gustan las malteadas a nuestra eda...— su habla fue frenado tras escuchar como una pajilla sorbía un líquido en un vaso, y también como este se atoraba con ciertos trozos de fruta

El pelirrojo se alteró de golpe y tras ello soltó la pajilla de su boca mientras trataba de ocultarla tras él. Tras ello, el chico pelirrojo bajo la mirada un poco avergonzado.

—E~es que... Si son... Buenas— rascó su mejilla con algo de vergüenza —Sa~sabes... Nosotros siempre compramos para ustedes... Incluso sí no van con nosotros... Fu~fue idea de Sam

El rubio miro de arriba y abajo a su compañero pelirrojo. Sus clases eran un misterio para todos, constantemente le veían correr y escalar, casi como si no tuviera alguna prueba en especial. Su cuerpo plagado de vendajes a diferencia de los demás le daba su misma pinta de accidentado; pero algo era diferente, era más como si su triste mirar fuera levemente aliviado entre momentos.

Mientras que el asunto con el otro chico de cabello negro era diferente, pues ya no era muy raro verle con un rostro serio durante las prácticas y unos cuantos segundos tras finalizar estas, de hecho, la cosa más curiosa fue el como él se veía mucho más cercano al pelirrojo con el transcurso de los días. Tras finalizar los entrenamientos, ellos en conjunto con Tyler se perdían durante una hora en la ciudad hasta proceder a ir a sus casas. Ellos fuera de ser un equipo, se estaban volviendo amigos; con el par de chicos hiperactivos siempre hablando de tontería y media como las emociones fuertes y sus gustos extraños, siempre teniendo a su lado al nervioso Nyron que simplemente no tenía de otra más que dejarse llevar por su falta de voluntad y las explosivas personalidades de sus acompañantes.

Miraron el reloj, ya casi era hora de volver al aula. Y con eso en mente, el trio de chicos se apartaron de su claro oculto, y con las mochilas pendiendo de una de sus correas, se encaminaron a sus aulas con paso apresurado.

El camino se volvió inmerso alrededor de varias personas con su mismo uniforme, cada uno portado de una manera singular, casi como si las circunstancias los obligara a marcar una diferencia, con tal de generar un carácter propio con el cual te siguieran, un lugar donde los vendajes y las banditas hicieron resaltar de entre los demás, a nuestro trio de alumnos peculiares. El pelirrojo iba en medio de estos, mientras el azabache sonreía a la nada con su optimismo y una gaza cubriendo parte de su ojo como un parche, siempre teniendo a su contraparte rubia con el semblante serio que se encontraba murmurando cosas carentes de sentido con una de sus libretas enfrente de sí mismo, sin tener cuidado de su camino.

El maestro del rey del mundo (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora