Veintiuno.

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—B-Bebé —entró llorando a la habitación la rubia señora.

El rubio frunció el ceño y dejo su teléfono en la cama cuando se paró de inmediato de esta a abrazarla fuertemente.

Ver a su madre llorar era su debilidad, así que sus ojos se empaparon cuando escuchó los sollozos lastimeros desde su cuello.

—¿Me dices que pasó?

—T-Tu... Tu abue-lita. E-Ella... Ella-

El rubio solo la abrazo más fuerte mientras lloraba en silencio.

¿Qué se supone que era eso? ¿Una amenaza? ¿Una advertencia? ¿Un susto? ¿Una lección? ¿De parte de quién? O tal vez era una simple coincidencia.

No tan simple, era la vida de una persona. La vida de una persona querida.

Mientras el asesino había salido en plena madrugada y se había ido a la casa del campo con su motocicleta. Había dejado su carro estacionado en su cochera.

Dejando la idea de que él se encontraba aún en su casa.

Se encontraba afiliando sus navajas sin ninguna pena ni pudor. Las sobras de madera se convertían en aserrín en sus pies.

Si eso llegaba pronto, debería de estar preparado.

Estaba seguro que quienquiera que esté detrás de eso, quería hacerle daño.

Y estaba seguro que tal vez él no sería el único dañado.

Los pájaros sonaban y la radio no captaba bien la señal.

Su teléfono sonó y el corazón se le paró.

Era el rubio.

M-Michael...

El asesino frunció el ceño.

—¿Qué tienes?

M-Mi... Mi a-abuelita.

—Habla claro, no te entiendo. Cálmate y respira.

A-Asaltaron a mi... a mi abuelita. Ella no resistió –el-el susto.

El asesino volvió a fruncir el ceño.

¿Quién había podido hacer eso sabiendo que si lo haría, moriría?

Joder.

—¿Dónde estás?

M-Mamá y yo vamos a ir a Irlanda en media hora, estoy en el aeropuerto.

—Bien. Quiero que no vuelvas hasta que todo pase ¿Me entendiste?

¿Por-? Dime por favor que no tienes nada que ver, Michael.

Los profundos sollozos que el rubio botaba desde el otro lado de la línea, solo lo hacían sentir más vacío.

—No tengo nada que ver.

¿Me lo prometes?

El rubio absorbió su nariz esperando la respuesta del asesino.

Te lo prometo.

El rubio asintió aun sabiendo que el asesino no lo veía y sonrió. Había conseguido un "Te lo prometo" del asesino. Y para él era encontrar un tesoro perdido.

¿T-Te puedo... llamar más tarde?

—Yo lo haré. Ya, no llores.

Está bien. Adiós.

The Killer [Muke Clemmings]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora