Quince.

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El asesino observo los ojos del rubio, brillando como estrellas de noche. No podía presenciar lo que estaba sucediendo en el rubio. Solo desajusto el leve agarre de la camisa y enderezó su cuerpo.

La mano del asesino subió hasta los labios del rubio, sacando el labio que estaba prisionero entre sus dientes.

—Adiós.

Susurró el rubio.

—Adiós.

Dijo el asesino.

Dejo al rubio parado tal y cual lo había hecho antes. Pero esta vez, estaba seguro de que, quería volverlo a ver.

Se montó en el auto y relamió sus labios, recordando el dulce sabor del rubio.

El tráfico era caótico, haciéndolo enfurecer.

¿Qué se supone que el rubio trató de decir con ese beso? ¿Por qué espero el último momento para dárselo? ¿Por qué él quería besarlo?

Estaba confundido y nervioso como nunca. ¿Por qué el rubio no dejaba su cabeza?

Golpeó el timón fuertemente después de ver al carro estacionado impidiéndole el paso en pleno tráfico.

Siempre ocurría este problema cuando él iba hacia el centro, hacía aquel prostíbulo.

Era lo que él necesitaba en este momento, necesitaba un par de tetas para asegurarse de que no estaba realmente confundido.

Al entrar en el oscuro y metido lugar la gente era muy poca, pero al él no le preocupaba en absoluto, solo quería cogerse a la morena ardiente.

Mía se encontraba en la barra bebiendo un Martini, con los codos apoyados en la barra y las piernas cruzadas.

La morena al observarlo sonrió coquetamente y señaló a el cuarto mugroso al que seguramente se dejó follar por toda Australia.

El asesino entró, seguido de la morena, quién utilizaba un lindo vestido negro de encaje, que más bien parecía lencería.

El asesino la agarró de la cintura atrayéndola a su cuerpo y besándola salvajemente antes de que ella pudiera hacer algo.

La morena restregaba su cuerpo contra el del asesino, sonriendo levemente al darse cuenta de la mancha de labial que había dejado en los labios de asesino.

La copa que tenía en la mano, el asesino se la quitó y se la tomó sin demorarse en absoluto.

El dolor crecía más en su cabeza que entre sus piernas, se sentía insatisfecho teniendo a esa morena a su disposición. Eso no era correcto.

Ya había acabado, había conseguido hacerlo.

Y no lo había sentido, no había sentido algo como lo que sintió con el rubio.

Ya había aclarado sus dudas, ya había despejados su inseguridad. Ya sabía la respuesta.

Había caído por el rubio.

Pero aún estaba a tiempo, aún podía olvidarlo ¿verdad?

Él estaba seguro de que si haría, lo lograría.

Pero esa misma cosa que le decía que no mate al rubio, le estaba diciendo que no lo haga, otra vez.

Pero estaba mal, él podía sentirlo.

Dejó la misma cantidad de dinero que siempre en una mesita de noche y salió dejando a la morena satisfecha acostada en la cama, habían demorado tanto que la morena había llegado a correrse.

The Killer [Muke Clemmings]Место, где живут истории. Откройте их для себя