Trece.

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La cabeza le dolía a montones por los fuertes ruidos de la cortadora de césped de la Sra. Doris. El universo se había conspirado para tratar mal al asesino en estos últimos días.

Se levantó de la cama a duras penas viendo la hora 7:10 am, frunció el ceño. No se acordaba cuando era el día que se había levantado no más de la 6:10 am. Pero eso no le importaba tanto.

No le apetecía comer ni nada de eso, así que solo sacó a pasear a sus perros haciendo una que otra caminata matutina.

Trotaba con las correas de sus perros en su mano izquierda.

Habían bastantes rubias a esa hora corriendo, por eso es que él se levantaba más temprano, para evitarlas, no podía estar con una persona que vive cerca de él.

Solo dio tres vueltas a la manzana y entro de nuevo a su hogar.

Sentía que las paredes se movían, que el suelo temblaba. Jamás había tenido más de una resaca, se le olvido por completo tratar de prevenirla anoche.

Se sintió completamente renovado con la ducha de agua fría que se dio.

Frunció el ceño al ver que se tomó las 6 latas de wiski y fumo la cajetilla de cigarros completa. El ambiente apestaba y los vómitos le venían de nuevo.

Entró a la cafetería de siempre y pidió lo de siempre.

Su vista vagó hacia las nuevas personas que cuando él estaba ahí, ellos no estaban. Eran un chico de espaldas y una chica rubia que sonreía en varias ocasiones.

Talvez eran una pareja o amigos. Frunció el ceño y se concentró en la mesera que traía su orden.

Se quedó parada un poco más de lo normal, y el asesino se quedó inmóvil.

—Pensé que no iba a venir. Es un poco tarde...

El solo le dio una sonrisa fría sin enseñar sus dientes y la miró asintiendo.

La chica entendió la molestia que le daba al estar ahí, así que solo se fue con una sonrisa satisfecha.

A él no le gustaban ni los hombres ni las mujeres. Él amaba el sexo, y si una chica quiere una cosa que no es sexo, él no tiene que ver nada en el asunto.

No tenía ganas de comer, pero tenía que hacerlo, él odiaba esos sonidos que el estómago daba.

10:38 am.

Se levantó no dejando propina y salió.

Azul, rosado, dorado y blanco, eso colores vinieron a su mente de inmediato, y no tardaron en relacionarlo. El rubio... el rubio... el rubio se había vuelto una destrucción y admiración en tan solo días.

Su mente vagaba en recuerdos pasados de solo las veces que vio al rubio, lo había espiado un par de noches y siempre lo encontraba en su cuarto, leyendo, escribiendo en ese escritorio de madera con millones de figuras pegadas en este, o tocando su guitarra.

Pero la imagen más tierna que puedo presenciar del rubio, fue verlo jugar con Molly, su conejillo de india.

No podía negar que el rubio era un imán para su corazón de hierro.

Sentía terror en cuán lejos podía llegar esa pequeña atracción hacia el rubio. Nunca antes había experimentado eso, eso que sentía cuando estaba con el rubio. Se sentía bien, en paz, incluso hasta tranquilo.

El asesino quería con todas sus ganas poner su cabeza en la pista para ser atropellada si así conseguía sacar al rubio de esta. Pero tenía a certeza de que aun así el rubio seguiría dentro de él, comiendo su cerebro.

Pasó sus manos por los disco de vinilo que había querido comprar desde hace tiempo. Meat Is Murder, ese era su favorito de The Smiths. Así que lo cogió con sumo cuidado.

Él tenía una colección muy grande y admira de discos de vinilo, y amaba poder seguir agrandándola. Su estante guardado en su cuarto de música casi estaba repleto de buena música.

Odiaba a esos músicos vulgares que se hacían llamar Dj, y utilizaban los discos solo para hacer sonidos extraños en las canciones.

Y con mucha vergüenza agarro el disco ABBA. Su madre solía cantarlo cuando lo escuchaba en la radio y esa era la principal razón por la cual lo compraba.

So lonely, se escuchaba en las bocinas de la pequeña tienda escondida en los rincones de la cuidad. Vaya nunca habían podido estar más desacuerdo.

El cajero, que siendo un viejo gordo y asqueroso. Tenía un buen gusto por la música. Cada oportunidad que él tenía y venía siempre lo escuchaba tararear una que otra canción de Joy Division y de Roxette.

—¿Señor por si acaso no venden discos de Nirvana?

Pregunto una chiquilla aún con granos en la cara y unos lentes azules, el señor solo rió y señalo la sección roja.

—Cuando comienzan siempre conocen a Nirvana -negó levemente con la cabeza-

El asesino sonrió y asintió. Recibiendo las bolsas que tenían el logo de la tienda con sus discos dentro.

—Que los disfrutes.

¿Qué le pasa a la gente últimamente? Todos quieren hablar con el asesino. Pero nadie de verdad debería hacerlo.

Salió de la tienda con un pequeño sonido de campanas.

El sol caía en las calles como agua de cascadas, se sentía raro entrar en temporadas de calor, después de estar tan acostumbrado al frío.

Camino hacia su casa con pasos extremadamente largos y rápidos, quería ya no poder compartir más tiempo con las personas. Odiaba esa forma tan rara que elegían para entablar una conversación.

12:20

Quería poder poner esas púas a las 2 de la tarde ya.

Se fue hasta el cuarto de música y reprodujo sus nuevos discos.

Las canciones pasaban y pasaban mientras él estaba sentado en una pequeño sillón cómodo con los ojos cerrados disfrutando de ese pequeño momento íntimo.

How soon is now, era su canción favorita de todo el disco de The Smiths, oh se la sabía de memoria pero no le gustaba cantarla y pensar que la arruinaba.

Había visto en el cuarto del rubio un poster de Sex Pistols, personalmente su banda favorita. Y tal vez él podía hacerle un favor al rubio en enseñarle más buena música.

Frunció el ceño sacando rápidamente el disco de ABBA que no había terminado de reproducir y se fue a cambiar de inmediato.

Se sentía completamente rockero y satisfecho con su look. Traía una camiseta sin mangas con los vaqueros negros y botas. Arregló su cabello dejando a la vista el caliente pircing y agarró las llaves de su auto.

Se montó en este y reprodujo un poco de The Doors y prendió el motor.

El camino lo tenía en la mente y sonrió tratando de pensar en la cara que pondría el rubio al verlo a fuera de su instituto.

Faltaban alrededor de 7 minutos y ya estaba llegando.

No sentía nervios ni mucho menos paranoia estar en un lugar llenos de niños hormonales, él solo quería encontrar a un niño hormonal. Salió de su auto y se recargo en este.

Sus lentes de sol le permitían observar a la perfección a través de los molestos rayos de sol, no había gente a fuera aún y estaba seguro que no tardarían.

Un timbre chilló a lo lejos y luego de unos minutos la gente empezaba a salir.

Sintió su estómago encogerse frente a las miradas de todas los chicos y chicas que salían de ahí.

Observó esa inconfundible- solo para sus ojos- cabellera rubia junto a un chico rizado que venía hablando con un chico de cabello negro.

El rubio observaba al piso mientras camina, sus "amigos" no lo estaban integrando.

—¡Hey, primor!

The Killer [Muke Clemmings]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora