Diecisiete.

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El olor a sangre lo estaba volviendo loco, era como una especie de droga para él hacer esto.

Observo la sangre salir del cuerpo del señor tirado en el piso.

Llevo un par de billetes del bolsillo del señor, y agarró su cajetilla de cigarros.

Limpió su navaja con la misma manta que el odontólogo utilizaba.

Había investigado bien, este señor tenía a toda su familia en Texas, y estaba seguro de que aquí, a nadie le valía una mierda.

Retrocedieron unos pasos antes de que la sangre le ensucie sus relucientes botas y salió de ahí.

Se subió a su carro, y arrancó, saliendo rápidamente del local.

La adrenalina había aumentado mucho más, podía escuchar los latidos de su corazón corriendo a máxima velocidad.

Aún tenía el tan ansiado olor de la sangre en su nariz, en su aire. Aumento la velocidad dirigiéndose directamente al burdel.

El olor a sangre lo mareaba más unos tragos fuertes. Ese olor metálico, era adictivo para sus sentidos.

Su cabeza palpitaba, amaba esa sensación en él.

Se sentía tan bien, se sentía grande. Ese poder único que tenía él al quitarle la vida a alguien no lo cambiaría por nada del mundo. Se sentía Dios.

Soltó una risa aterradora y encendió su radio.

¿Quién sería la próxima víctima?

Este sería el actual problema de ahora en adelante.

Matar, le daba un poder inigualable, una sensación exótica y salvaje recorría su ser, alimentaba sus ganas y mataba la angustia.

Lo hacía pensar y reflexionar acerca de lo que se puede perder y ganar en tan solo cuestiones de segundos.

Su mente estaba nublada y cegada por el placer que había sentido al matar.

Estacionó el auto en la esquina de su prostíbulo favorito y salió del auto deseoso por beber.

Entro pasando por el mugroso posadillo, y buscó con la mirada a la morena mientras se dirigía a la barra.

La música desconocida para él sonaba fuertemente, adormeciéndolo, cegándolo. Su cuerpo cayó sentado, y le pidió al barman una copa de wiski.

Buscaba entre la gente, deseoso de encontrar a la morena, deseoso de sexo. Pero no la encontró.

—¿Mia? —pregunto lo suficientemente alto para que el barman escuchara.

Trabajando —dijo con una sonrisa irónica señalando una habitación.

El asesino resopló molesto. Él no sabía que hacer estaba demasiado excitado y descontrolado para seguir.

Se bebió 5 tragos de wiski buscando calmarlo, pero lo estaba alterando más, quería follar como nunca antes.

La imagen del rubio paso rápidamente por su cabeza, negando la idea de inmediato, sabía que su madre estaba en su casa, lo cual lo hacía...

Más excitante.

Salió del bar, casi de inmediato subiéndose a su auto, tratando de controlarse para no matarse en plena carretera. No le importaba el dolor de cabeza, si no el de sus pantalones.

Había sido un feliz cumpleaños para él, el poder matar a alguien es ese día, recordando la muerte de sus padres. Pero la meta para tener un cumpleaños completo era follar.

The Killer [Muke Clemmings]Where stories live. Discover now