Nueve.

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Los días para el asesino se habían vuelto mecánicos y trascendentes otra vez, su vida había vuelto a la normalidad.

Todo iba normal, para él. Estaba siguiendo e investigando a su siguiente víctima.

Rafael Greendly. 40 años. Odontólogo y pedófilo.

Nada interesante, al bastardo le gustaba emborracharse e inhalar cocaína a cualquier hora del día. Incluso si estaba atendiendo a sus pacientes.

El asesino pensaba en el rubio, e incluso solo cuando tenía ganas iba a verlo. Pero el rubio no se enteraba.

Había tratado duramente en conseguir un nuevo hogar y dejar atrás la casa de sus padres para poder vivir en un lugar más chico y más personal.

Pero ningún departamento se adaptaba a sus condiciones personales e integrales del asesino.

No podía estar viviendo en los últimos pisos, él odiaba subir y bajar los ascensores, y las escaleras. No podía vivir en los primeros pisos porque sería mucho más reconocible y eso le incomodaba.

Trataba muy fuerte de poder reducir sus tiempos de exposición con las personas para alargar el tiempo de asesinar, que era lo que más anhelaba desde que el pequeño rubio lo dejó con unas ganas incontrolables de hacerlo.

Ha de recalcar en esa situación que lo único que había estado pensando el asesino era en todas las cosas que él tenía del rubio en su cabeza, sus palabras, sus lágrimas, sus fotografías, sus movimientos, su piel.

El rubio se había convertido en un fantasma rondando la casa abandonada de su cabeza.

Agarró su celular y lo activo para ver la hora.

8:32 am.

Se paró de la mesa de la cafetería dejando dinero en esta y salió.

No quería irse a "trabajar" es día. No porque le daba flojera o porque este nevando.

Fue hace 2 días, cuando él entro al mercado negro, sus "amigos" le levantaron la mano en saludo y él solo sonrió. Caminó sin apuros ni demora hasta el puesto de su tío que quedaba en el centro.

Y pudo solo pudo divisar a lo lejos a Anne Buckleyla esposa de Issac, su víctima pasada.

Los músculos de su espalda se tensaron y su garganta se secó ¿Qué hacía esa señora ahí?

Así que solo siguió caminando, pero no en dirección a su casa.

La furia se desató otra vez en él. La única persona que había visto uno de sus asesinatos había sido el rubio. Y él creyó en la promesa.

Sus piernas avanzaban rápido y seguro. Su cuerpo esta rígido y tenso desde aquel imprevisto.

Debía recalcar que el asesino a pesar de que lo escondía muy bien, estaba asustado. Estaba asustado de lo que le fuera a pasar si alguien con poder lo reconociera.

Y eso estaba ocupando espacio del rubio en su cabeza.

La casa del rubio estaba un poco lejos de la suya y había sido una mala opción haber elegido caminar, pero le convenía, tenía tiempo de pensar.

Sus pesadillas habían estado incrementando, sus noches de sueño se habían estado reduciendo, su humor estaba cambiando y su apetito de matar había alcanzado un alto porcentaje.

No sentía para nada relajado ni seguro con él mismo, había crecido una gran inseguridad en él. Algo no propio si estamos hablando de él.

"Me prometiste que no lo harías... que no me abandonarías"

"Lo siento mucho, Mikey"

Sus pasos aumentaron de velocidad, pensando que dejaría atrás todos los raros recuerdos que acosaban su mente últimamente.

"Solo vete-"

"Déjame explicarte-"

 "Entonces dime ¿Por qué lo hiciste?"

La casa del rubio podía observarla desde donde se encontraba caminando, un muy pequeño patio se hallaba en la parte de adelante.

Una mirada se posó en él, una mirada con odio se posó en él.

"No es mi culpa ¡es la de mis padres!"

"¡Pero ya eres mayor de edad!"

"¡Tú no entiendes!"

El asesino camino tranquilamente dándose el lujo de poder observar a su alrededor las cosas que pasaban, se escuchaban la risa de los niños y el canto de las aves.

Apresuró el paso, él odiaba esos sonidos.

"Hazme entender..."

"Adiós, MIchael"

Frunció el ceño y trató de calmarse antes los recuerdos que chocaban fuertemente su mente. No entendía cuando comenzó exactamente eso de las pesadillas. No lo recordaba.

Su mente pedía a gritos un descanso, y eso gritos lo abrumaban más.

"Tú me dejaste, pero no lo hiciste de verdad" Dijo pasando la navaja lentamente por su cuello.

Saco su móvil viendo la hora nuevamente.

9:08 am.

No tenía nada que podía hacer en ese momento, así que solo se apresuró por llegar a la casa del hermoso rubio.

El clima en Australia estaba cambiando, se sentía más cálido y fresco últimamente, y esos días eran exactamente los días que el asesino odiaba.

Odiaba el sol sobre su piel. Odiaba esa sensación de calor sobre él.

Era martes, y el asesino sabía claramente que el rubio estudiaba en un instituto de música los Lunes, Miércoles y Vienes. Así que tenía oportunidad de encontrar al rubio aún en su cama.

La sola idea lo encendió por completo, no podía negar que había estado fantaseando con el rubio en los últimos días, no podía negar que había disfrutado después de mucho tiempo, con su mano.

Entro a la casa, pasando las rejas metálicas que se encontraban antes de entrar.

Su mirada se desvió hacia la parte trasera, sabía que la puerta de adelante siempre iba a estar cerrada. Así que fue hacía la parte de atrás encontrándose con un pequeño cachorrito comiendo en un recipiente y disfrutando del sol. "Poncho"

Frunció el ceño, él no sabía de la existencia de ese cachorro. Pero aun así avanzo abriendo la puerta despacio, sin ruido ni apuro.

La casa era pequeña y solo tenía dos pisos, así que no iba a ser difícil encontrar al rubio.

Las 4 habitaciones estaban con la puerta entreabierta lo cual se le hizo más fácil.

Lo encontró, era en la 2da puerta del lado izquierdo.

Lo que el asesino vio hizo que su polla se retorciera dentro de su ahora ya ajustado bóxer.

El rubio se encontraba acostado sobre su cama, tenía puesto una camiseta blanca y una lindas panties moradas de bordes celestes sobre su rosado pene erecto. 

—Muy buenos días, primor. 

The Killer [Muke Clemmings]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora