牛島 若利

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Ushijima Wakatoshi constantemente era tachado de tener nula inteligencia emocional, incluso algunos se atrevieron a insinuar que padecía alexitimia. Resultaba más fácil imaginar que no existía a pensar en que existía y era un poco mas desarrollada que la media en los jóvenes que compartían su edad. El que era su caso; en parte, gracias a las clases de "emociones, sentimientos y como manejarlos" que impartía aquella prestigiosa escuela a sus alumnos de secundaria; pero principalmente, su inteligencia emocional y su autocontrol eran fruto de las enseñanzas de su abuela, junto con regaños y castigos.

Después del divorcio de sus padres, la matriarca se autoproclamó como la encargada de su educación con la premisa de que ellos no sabrían como hacerlo correctamente; de esa manera, todo lo "importante para la vida" fue aprendido de ella.

La Golden Week estaba próxima a su fin, ese era el último día en el que podría quedase en la casa de su familia, pues al día siguiente tendría que regresar a la institución para preparar todo lo necesario para la reanudación de labores.

La temperatura de ese día era apaciguada por el fuerte viento que se colaba por la ventana (de una manera casi tan violenta como el calor) provocando que el fūrin se meciera bruscamente amenazando con caerse de su sitio. En la mesa de centro, dos humeantes tazas se encargaban no solo de llenar el salón con el característico aroma del té de kukicha, si no también, de darle una dura pelea al fresco viento que intentaba invadir el ambiente. La televisión transmitía la telenovela programada en el horario vespertino, aquella que había cautivado al público japonés, incluso a la señora Ushijima que en ese momento se encontraba en su sofá acompañada de su único nieto. No había espacio para charlas innecesarias ni desviaciones de mirada...hasta que cierto diálogo y cierta escena se aparecieron.

—¿Por qué la besa?

—Por que le gusta.

—¿La ama?

—No

—¿Algún día la amará?

—Si porque son los protagonistas.

—¿Cuál es la diferencia entre gustar y amar?

Sabía perfectamente que el chico no hablaría tanto sí no tuviera real interés en el asunto. Soltando un suspiro y aprovechando los comerciales, se acomodó de tal manera que pudiera verlo de frente.

—El amor es un sentimiento mientras la atracción es igual que cualquier otra emoción, podrás sentir atracción por muchas personas pero solo a una amarás, esa sera tu persona especial—aunque aquello era lo que se podía decir "dulce", la voz de la anciana le quitó todo rastro de dulzura.

—¿Cómo sabré que es mi persona especial?—el asunto no era lo suficientemente claro para él.

—Lo sabrás porque querrás pasar todos los días de tu vida a su lado y ver crecer a sus hijos juntos, no hay más, no es tan complicado—su mirada pareció volverse aún más fría—si no cumple con esos dos requisitos no quiero ni que la menciones o me lo menciones, confío en tu criterio y elección para no cometer los errores de tus padres.

Una vez dejado en claro aquello, continuó con su actividad anterior, no había nada más que agregar.

Aquella conversación le dejó dos cosas muy importantes, aprendió sobre algo que hasta ese momento no le había llamado la atención y supo que no podía buscar apoyo de su familia a no ser de que fuera algo definitivo.

—Si, me gusta Shirabu—expresó tan pacífico como siempre.

Aún que aquello lo sorprendió, no dejó que lo dominara, pues bien sabía que en cuestión de conceptos, muchas veces diferían.

Yo sé de amorWhere stories live. Discover now