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Se sentía ansioso.

Era buen amigo pero no lo suficiente por lo que no sintió ni un poco de culpa al dejar a su "mejor amigo" hablando solo.

Posicionado a un lado suyo, se dedicó a mirarlo fijamente hasta que los fríos ojos conectaron con los propios.

—Ushijima-san ¿sabe cuando empezaremos a revisar las estrategias?—se animó a hablar.

—No—el mayor rompió el contacto y se dedicó a observar a los otros jugar, aquello provocó un ligero malestar que se negaba a reconocer.

—Deberíamos hacerlo lo antes posible para estar mejor preparados.

—Estamos preparados.

—Si, lo estamos—no sentía que particularmente él estuviera lo suficientemente preparado.

—Vamos Shirabu.

El entrenamiento fue duro como siempre, se esforzó por cumplir aquel comentario soltado la noche anterior que sentía como promesa, pero nuevamente nada había salido como lo había planeado. Falló casi todos los saques y los que habían logrado pasar chocaban vergonzosamente contra red; las colocaciones se mantenían altas pero no lo suficiente, cortesía de la lesión de su índice.

Seguía siendo humano y seguía siendo adolescente por lo que poco a poco comenzó a sucumbir ante la presión.

De ser una oportunidad para demostrar su habilidad, cada minuto pasó a ser una humillación más. Avergonzado de si mismo, aguantaba los maliciosos comentarios que soltaba el mitad australiano, comentarios dichos para que solo él pudiera escucharlos, por lo que no podía mencionar nada sin parecer un busca pleitos. Se sentía patético e insuficiente y el sentimiento solo incremento después de que el entrenador lo golpeara por "inútil".

Lo intentó una última vez. Volvió a fallar.

El entrenamiento había llegado a su fin, los cansados jóvenes salían entré risas y empujones charlando sobre la reunión del siguiente día; su respiración errática era acompañada con los agudos ojos clavados en la red, sus oídos eran castigados con el constante golpeteo del balón contra el suelo anunciado su fracaso. No quería moverse de ahí. No podía. En su pecho, una fuerte opresión causó que el poco aire que entraba a sus pulmones disminuyera.

—¡Hey Shirabu!—se acercó un alegre (aún que no lo demostrara) Kawanishi.

—¡¿QUÉ?!

—¿Ahora que te pasa versión japonesa de Chucky?—el castaño había matado la alegría que tenía.

No le contestó y se dirigió a la bodega.

—Oye ¿qué diablos te pasa?

—Nada.

—No mientas, sé que algo te pasa ¡Ah ya sé! Es porque todos son unos ineptos que no están preparados para el intercolegial.

—Todos son fuertes a su modo y pronto empezaremos a prepararnos.

—¿Entonces es sobre tus colocaciones?

—Si—no mentiría, no cuando el equipo entero había presenciado el ridículo previamente hecho.

—¡Vamos Kenjirō! No creó que te quiten la titularidad por algo así—vio como el cuerpo del más bajo se sacudió ligeramente al ser descubierto; sabía a la perfección que el otro nunca lo admitiría en voz alta—sí te quisieran sacar ya lo hubieran hecho ¡es tu Ushijima-san del que estamos hablando!

Al ver que el dueño del peculiar flequillo no contestaría, se marchó con el carro para los balones, necesitaba privacidad para ordenar sus pensamientos y él se la daría.

Yo sé de amorWhere stories live. Discover now