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Soltó su tercer bostezo en menos de quince minutos, lo único que lo mantenía despierto eran la inmensa cantidad de maldiciones mentales que le mandaba al que no estaba muy seguro de considerarlo amigo a esas alturas del partido.

Su mente reprodujo lo acontecido la noche anterior y a partir de ese momento, todas las maldiciones que soltó llevaban su nombre en la dedicatoria. Él solito se había puesto en aquella situación.

El entrenamiento había terminado una hora antes como de costumbre, debido al castigo, arribó a su habitación media hora después de lo común, media valiosa hora para hacer tarea desperdiciada.

Un agradable silencio los acompañaba mientras realizaban sus deberes; agradecía intensamente que aquel calmado jóven fuera su compañero de habitación, casi nunca hablaban, no era necesario, tampoco era como que su presencia le resultara cómoda, simplemente era silencioso y fácil de ignorar; el compañero perfecto.

De un momento a otro, la ruidosa entrada de su compañero de equipo los asunto tanto que provocó que el chico dueño del escritorio pegado a la puerta cayera de su silla llevándose algunos de sus apuntes con él, avergonzado por la situación le ayudó a levantar sus hojas a la par de disculpas y miradas de reproche al recién llegado. Lo escucharon cerca de treinta minutos quejarse de lo mismo, al parecer lo dicho por Hayate no había sido un comentario casual si no lo que escuchó de su compañero de cuarto que resultaba ser el novio de la mejor amiga de la chica a la que Taichi había ofendido; en algún punto de la conversación fueron hechados al pasillo, Shirabu no se quejaría, al fin de cuentas sí hubiera sido un amigo del otro también los hecharía de la habitación.

-Por eso no podré seguir con el plan para desenmascarar los sentimientos de Ushiwaka por el momento.

-No es como si hubieras hecho algo realmente.

Oye! Pongo mi esfuerzo analizando la situación, ingrato.

-Como sea-mantuvo su postura pero su tono de voz cambio a uno resignado-mañana yo me haré cargo de la limpieza del gimnasio mientras tú haces lo que sea que pleneas para no ir a la cárcel.

-Wow ¿encerio Kenjirō? Me alegra saber que puedes hacer lo mínimo que te toca.

-¿mo qué lo mínimo que me toca?

-Como mi amigo y como agradecimiento por ayudarte con Ushijima-san...

-No haz hecho nada.

-Callate Shirabu, aún no termino, bueno decía, en muestra de tu amistad y gratitud deberías ayudarme a conquistar a mi querida Rikuto.

-¿Y qué se supone que debería hacer yo?-lo miró extrañado, a veces el chico decía cosas muy raras.

-Llevarle mis regalos, conseguirme flores para ella, ese tipo de cosas.

-La pasamos encerrados aquí y ni siquiera adornan los jardines con flores ¿de dónde quieres que las saque?

-Yo que voy saber.

-Tú me las pediste.

-Bueno...no se...podrías hacerlas de origami...

-¡¿Qué?!

-¡SHHHH! no seas tan escandaloso.

-Vete a la...

-¡Ustedes dos que hacen ahí! ¡Ya son las once, saben que no pueden estar fuera de sus habitaciones a esta hora! ¡Vayanse antes de que los reporte!

Sin mediar ni una sola palabra más, se dirigieron y encerraron en sus respectivas habitaciones. Dos horas más tarde por fin había concluido sus tareas, aún que ya era temprano en la madrugada, no podía conciliar el sueño por estar pensando en las estúpidas flores de papel.

Otro bostezo amenazaba con salir pero lo detuvo, una vez limpia la cancha, se dirigió a ordenar la bodega, solo faltaba aquello para terminar de una buena vez. Aún que el entrenamiento había sido bueno como de costumbre, su mente no había parado de divagar en lo sucedido con su senpai en la cafetería.

Tanto en el entrenamiento del día anterior como en el de ese día su rendimiento había sido bueno pero un poco inferior a lo acostumbrado; se sentía ridículo pero no podía evitar abrumarse por lo que pensaba el mayor de él; no quería que pensara que era raro ni como su senpai, su rematador, su capitán y menos como su amor platónico.

Sostuvo en sus brazos la mayor cantidad de balones que pudo para ahorrar tiempo.

La ausencia de ruido le permitía escuchar claramente el canto de las cigarras, a través de las pequeñas ventanas podía admirar el oscuro cielo, todo era cómodamente silencioso y tranquilo hasta que...

-¡Shirabu!

Su corazón pareció detenerse por unos instantes para después estar a poco de la taquicardia, todo mientras su cuerpo se sacudía bruscamente.

-¡¿Qué?!

El silencio en la bodega era roto solamente por el rebotar de los balones anteriormente soltados, los ojos verdes y los de color miel se encontraban conectados como la mayoría de las veces en las que hablaban o (últimamente) cuando estaban cerca.

"¡¿Qué está haciendo aquí?! ¡¿No se supone que debería estar en su habitación?! ¡¿Vino solo?! ¿¡QUÉ HACE AQUÍ?!

-Ushijima-san lo siento...¿necesita algo?

-No-sin decir nada más se fue no sin antes dirigirle una seria mirada con el ceño fruncido.

Fue rápido, ni siquiera se había percatado de lo acontecido hasta que se quedó solo.

"¿Qué fue lo que pasó? Ushijima-san...él...¿solo vino a eso? no creo, él no desperdiciaría su tiempo con algo así...¿A no ser?..¿Y sí vino por algo y al ver mi reacción se sintió ofendido de algún modo y se fue sin decir nada por eso? no...¡¿Y SÍ SI ES ESO?!"

Con un sobresalto volvió en si y comenzó a caminar en la misma dirección en la que se había ido el castaño; la cancha parecía ser el triple de grande de lo que en realidad era.

Su corazón latía fuerte y no por la carrera que había comenzado en si. Sus flequillo era desordenado por el frío viento que lo golpeaba directamente en la cara, su cuerpo tembló ligeramente por el repentino cambio de temperatura pero lo ignoró. Sus ojos analizaron todo lo que estaba a su alcance pero no dio con la gruesa figura que buscaba.

Quería gritar e incluso patalear, era consciente que la velocidad del mayor era superior, pero en ese momento no podía pensar con claridad.

Cuando uno cae en lo que es conocido como amor tiende a tener dos panoramas de la vida; la típica imagen color de rosa llena de flores y otra en la que solo hay dolor, desesperación y todo aquello que lastima.

Aquello pudo parecer insignificante ante los ojos de cualquiera pero para él era frustrante saber que su imagen se derrumbaba frente a la única persona a la que buscaba impresionar. Aún en plena crisis existencial tenía un castigo que cumplir por lo que regresó a acomodar los balones. Lo que en su momento fue una calmada y agradable noche, se había convertido en una triste y humillante experiencia.

Yo sé de amorWhere stories live. Discover now