Doce

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  Una vez leí que uno sueña con lo último que nuestro cerebro procesa. Consciente o inconscientemente. Y que soñamos más de cinco veces por noches y muchas veces no recordamos nada, pero nuestra mente siempre está activa.

Cuando despierto no recuerdo haber soñado con Nicholas, no recuerdo nada más después de haber dejado mi celular sobre el libro en el velador y haberme tumbado a dormir. Pero hoy siento sus brazos a mi alrededor, y una pizca de fragancia de su piel, huele a café. Y no estoy soñando, de eso si estoy segura.

Cuando me volteó en la cama me encuentro con su cara a centímetros de la mía. Nick tiene los ojos cerrados pero sonríe, no está durmiendo.

— Buenos días -murmura abrazándome a su cuerpo– ¿dormiste bien?

Si la mejor parte de dormir... es despertar y encontrarlo a él, aquí, conmigo, entonces si, dormí de maravilla.

— Te prepararé el desayuno -besó mi mejilla e hizo el intento de salir de mi cama; lo sujeté de un brazo.

— No, aún no -rogué somnolienta- quédate otro ratito aquí en pijama.

Nicholas río.

— Pero si no llevo pijama -lo miré con atención. Él vestía una polera blanca y jeans. Calcetas grises, también- Vi a tu mamá salir y quise verte dormir un rato, así que me metí por tu ventana.

— Debo ponerle seguro -me queje entre las sábanas. Me puse en pié con bastante pereza, Nick me observaba con atención. Fui hasta la ventana y le puse seguro.

— Ya entré -dijo-, ahora no es necesario.

— Claro que si -respondí cerrando la puerta con seguro igual- ahora no quiero que salgas.

— ¿qué tienes en mente? -Se apoyó en sus codos y una sonrisa picarona se dibujó en sus labios.

— Dormir contigo.

– Me gusta dormir -meditó.

— Entonces, durmamos.

Llegué nuevamente a mi cama. Vi que eran las diez y quince de la mañana. Aún tenía un par de horas para holgazanear. Me acosté junto a mi novio.

— Eres un desastre por las mañanas -se burló y lo golpeé con un cojín- pero me gusta. Me gusta tu cabello enredado, tu maquillaje corrido.

— Odio el desmaquillador -dije en mi defensa.

– Eres como un panda -se rió- ah, pero lo mejor es tu pijama, es sexy ¿Una polera de Mickey Mouse? Qué ruda.

— Mickey es rudo, cállate -abracé la almohada.

— Eres hermosa.

— Tengo los ojos hinchados por dormir tanto.

— ¿Tienes hambre? -Su mano llegó hasta mi cabello y lo acarició- ¿desayunamos aquí o en la cocina?

— Dijiste que dormiríamos -increpé frunciendo el ceño.

— Traeré de comer -si, él me estaba ignorando por completo.

— Te odio -gruñí, él negó con la cabeza y salió del cuarto.

Mi estómago sonó, y no de ganas de ir al baño. Así que me levanté, me puse los mismos jeans de ayer y tomé una polera beige del ropero. Me metí al baño y me lavé la cara. Mierda. Si que parecía un panda y estaba muy chascona. Quité el negro de mis ojos con un poco de papel higiénico y crema. Puse la cabeza bajo el chorro de agua en la ducha y desenredé mi cabello con acondicionador, lo enjuagué y envolví en la toalla de mano. Mamá odia que la ocupe para secarme el pelo.

Dame una razón.Where stories live. Discover now