Nueve

290 18 4
                                    

Desperté antes que él. Está siendo mi almohada. Tengo mi cabeza apoyada en su cómodo pecho, que ahora es mío y me gusta. Me mantiene cerca con su brazo en mi espalda. Somos un manojo de piernas y brazos unidos. Nick es precioso. Sus ojos chiquitos, su boca apetitosa, su gran sonrisa, su cara, su cabello, su esencia única. Siempre a olido a vainilla y café, supongo.

Su mano empieza a hacer círculos en mi espalda.

- Buenos días -susurra despacito.

- Hola -respondo mirándole desde más abajo. Si, es precioso.

- ¿Dormiste bien? -Ahí está, su infaltable sonrisa.

- Mejor que eso -besé su pecho- ¿y tu?

- De maravilla -se ríe-. Lo de anoche fue mejor de lo que imaginé, lejos.

- Estoy agotada -suspiramos casi a la vez- Eso sí me hizo sentir viva. Gracias.

- Cuando se le antoje, señorita -me aprieta un segundo- ¿Tienes hambre?

- Un poco, pero debo volver a mi casa, no quiero que tus hermanos me vean así -confieso y salgo de la cama- o tu mamá, o que la mía se alarme si no estoy.

- Bieeen -dice a regañadientes.

Nicholas busca ropa limpia para ponerse. Un buzo. Mientras yo miro bajo la cama para hallar mi polera.

- Son como las ocho de la mañana ¿te levantarás? -Pregunté viéndolo abrochar un polerón deportivo azul.

- Saldré a correr -sonríe satisfecho de si mismo.

- Mmm -me acerco y robo un beso de su boca- te veo por ahí entonces.

Me escabullo por la misma ventana por la que entré anoche. Cruzo la calle y voy por el lado exterior de mi habitación. Espero que la ventana esté sin seguro.

¡Bingo! Igual debería ser más cuidadosa con eso.

Entro y alcanzo a meterme a la cama antes de que mi madre asomara la cabeza por la puerta para ver si todo sigue en orden antes de que vaya a trabajar. Es como si volviera a tener 15 años.

Esto podría ser mejor de lo que imaginaba. Mucho mejor.

Vuelvo a despertar para cuando es hora de almuerzo. Pongo a calentar agua para preparar fideos, es lo más rápido que se cocinar, mientras voy al baño a darme una ducha. Me siento revitalizada y dolorida también. Lo de anoche fue -wow- demasiado bueno. Nicholas logró engañarme con su carita de bueno, y su comportamiento intachable. Él es mucho más que eso, definitivamente.

Al rato, estoy acabando de almorzar y me doy cuenta de la nota pegada en el refrigerador, es de mamá:

"Cariño, se quemó la ampolleta de mi habitación ¿puedes ir a comprar el repuesto a la ferretería? Dejé dinero en mi velador.

Te ama, mamá."

Dejo la losa lavada y guardada, agarro el dinero que está justo donde ella dijo, mi bolso y las llaves de casa, y salgo para ir a comprar.

La ferretería no está tan lejos y el día está agradable para caminar ¿Nicholas estaría en casa? No, mejor voy sola, no quiero ser de esas parejas que andan juntas para cada lugar al que van, es desesperante.

Siento una brisa algo fría, pero me gusta de todas maneras. Voy en jeans, zapatillas y polerón, el cabello amarrado en una coleta, aún un poco húmedo.

Recuerdo que olvidé tomar el jarabe.

Estoy haciendo el recorrido que hice por primera vez con Nicholas, esa vez que le acompañé a buscar a Elvis por el vecindario y tuvimos que arrancar del loco hombre con la escoba. Fue una tarde divertida, claro, después me invitó a que le ayudara a bañar al perro, pero yo no quería relacionarme con nadie. Él no se dio por vencido tan fácil.

Dame una razón.Where stories live. Discover now