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Estrella llegaba todos los días al bar irradiando luz propia. Brillaba como si fuera un astro recíen nacido, caminaba y a su paso todos nos embobábamos contemplandola. Estrella era guapa, la mujer más guapa que jamás he conocido.

Yo, que no soy un hombre ni alto ni fuerte, nunca hubiera imaginado que ella se iba a acercar a mi con su dulce voz a preguntarme las tres palabras más bonitas que jamás he escuchado:

- ¿Quieres más café?

Y yo, hipnotizado, asentía sin mediar palabra con tal de verle sonrieir y acercarse de nuevo a mi. Quién iba a imaginar que sacaría las fuerzas necesarias para pedirle ruborizado la cosa más osada que jamás había hecho:

- ¿Cuál es tu película favorita?

Y ella, sorprendida, me contaba lo mucho que le gustaba "La vida es bella".

Y yo, que no había visto nunca esa película, la ví doce veces para al día siguiente poder hablar con Estrella de algo que le gustara a ella.

Me dijo que le gustaba la música jazz.

Empecé a convertirme en un fanático de Louis Armstrong.

Me contó lo mucho que le gusta la playa.

Le regalé un pequeño botecito con arena y algunas conchas de mar.

Y poco a poco ví cómo nunca había visto la vida tan bonita que haciendo todo lo que me recordaba a ella. Me convertí en adicto a su olor a frambuesa y sus ojos oscuros.

Ahora la miro, y ella no recuerda nada. Ella empieza a apagar su luz brillante y llamativa con la que siempre irradiaba el bar. Ya no recuerda nuestros paseos, nuestras cenas, nuestras cartas sobre París y todas las ciudades que ella quería visitar cuanto antes, y yo con ella.

Estrella no recuerda nada, porque hay cosas que yo nunca podré tener para volver a escuchar una de sus risas contagiosas. Porque, aunque no es tarde para estudiar medicina, yo nunca encontraré a tiempo de disfrutar con ella una cura para el Alzhéimer.

Letras Que Nunca EscribíWhere stories live. Discover now