CAPÍTULO XVI

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El mundo se ahoga

No creo que alguna vez Alanna Fernández se haya molestado conmigo de la forma que lo hizo después de mi excursión bajo la lluvia. Estaba furiosa y todo como resultado de su preocupación.

—¡No tenía ni puta idea en dónde estabas!—El uso de palabras soeces ya era un indicador relevante—¡No contestabas el móvil! Luego se desató ese aguacero ¡y se fue la luz!... Si no es por Nath creo que habría entrado en crisis. Hubiera salido a buscarte.

Al parecer tenía el móvil en silencio, porque no escuché ninguna de sus llamadas, y esto antes que la lluvia calara hasta mis huesos y se llevara el móvil. Por fortuna puedo conservar el mismo número. No es que lo use con regularidad, pero mamá debe tener cómo contactarme... y Ali.

Alanna me lanzó toda la furia que hervía en sus venas al día siguiente, cuando estuvo segura que estaba bien después del repentino desmayo. Aguanté sin pronunciar palabra alguna, no tenía ningún argumento en mi defensa a decir verdad; había sido irresponsable y egoísta.

No tratas a tu soulmate como otra persona más. Desde el inicio Ali no solo se ganó mi corazón y confianza, también lo hizo con mi familia. De hecho, los Fernández y los Black prácticamente nos volvimos uno cuando nos conocimos. Piezas que se encontraron y encajaron la una en la otra.

Que esté molesta conmigo se siente como un jalón en la columna vertebral, que amenaza con hacerla trizas. Y sé que no soy la única que se siente así. Pero tampoco puedo decirle que deje de estarlo, porque tiene razón.

Estoy sentada en la cama, leyendo, cuando su melena rizada se asoma por una abertura en la puerta de la habitación. Ayer, domingo, y lo que llevamos de hoy, la furia seguía rodeándola como un halo mortal.

—¿Puedo?—La furia sigue allí, pero ahora hay algo más.

—No tienes que pedir permiso.

Dejo el libro a un lado cuando entra. Sus labios son una línea fina en un rostro circunspecto. La sigo con la mirada mientras se sienta en el borde de la cama, doblando la pierna izquierda sobre ésta; por unos segundos clava los ojos en la mesa de noche.

—Estaba muy asustada—dice girando hacia mi rostro. Lo que vi antes está más claro en sus facciones: miedo. Un golpe directo en mi pecho— ¿Y si te pasaba algo? ¿Qué le iba a decir a la tía Eileen?

—¿Le tienes miedo a mamá?—Un intento inútil de relajar el ambiente.

El agua de sus ojos se agita, pero ya no hay rastro de ira.

—Me aterra perderte, Galadriel. No podría...

Me inclino y agarro sus manos entre las mías, apretando.

—Lo sé. Lamento haber sido una maldita. No volverá a pasar.

—¿Lo prometes?—Inquiere con voz afectada.

Una repentina punzada entre las costillas evita que responda de inmediato.

—Siempre estaremos juntas.

‹‹No prometas cosas en las que no tienes control››

Reprimo las ganas de gruñir. Es como tener a un enemigo susurrándome en la mente.

***

Despierto con una melodía que conozco muy bien. Las cosas que vives, de Laura Pausini. La voz de ésta envuelve la habitación en una magia, que por los breves minutos que dura la canción, es capaz de alejar el dolor, la duda y el vacío.

Sonrío sin abrir los ojos.

Percibo el calor de Alanna en mi costado izquierdo, del mismo modo que escucho cómo le hace coro a la canción. Casi al final de ésta, sus brazos me envuelven con la fuerza de aquello que nos une y siempre nos unirá, mientras deja suave besos sobre mi cabello y rostro. Rio a pesar del crudo nudo en mi garganta.

Empíreo. ✔. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora