CAPÍTULO XXXII

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La historia de Gilda 

Estuve a un suspiro de perder el frágil control que había conseguido estos días en las condenadas lecciones después de aquella respuesta.

‹‹¿Nath no respondía? ¿Qué significa eso? ¿Dónde está Ali?››

Los pensamientos y emociones de la noche anterior se arremolinaron y estallaron en mi interior. El aire a mi alrededor onduló y se cargó con una corriente tormentosa que hizo temblar mis extremidades. Gracias a Raamiel no terminé en el suelo.

—Respira, chao meum. Una respiración, un latido, un pensamiento—es lo que siempre me repite en el bosque, cuando entrenamos—. Eres capaz de moldear tu esencia. Ella es tu aliada.

Poco a poco logré enfocar la cocina, poco a poco salí del vaho crepitante para enfrentar la verdad.

No se me permitió siquiera sugerir salir de la mansión. Al final Dalkiel, Olivier y Adriel dispusieron lo necesario para volver a la universidad y comprobar qué había pasado, por qué aquella señal repentina de Nath.

Según las palabras de Raamiel, Dalkiel es de los mejores rastreadores en el Ejército de Caídos; Adriel fue por su conexión con Nath —por eso de que ambos son celestiales—, quizás lograra comunicarse con él en el camino; y Olivier fue como una especie de mediador, para evitar cualquier conflicto entre los otros dos.

En cuanto la camioneta se perdió entre los árboles del camino de grava subí a la habitación. Debía intentarlo: tratar de contactar a Nath a través del mundo onírico. Pero nada pasó, ni el más mínimo eco de su presencia. Él no estaba.

Si seguía allí, solo acostada, viendo el techo, iba a terminar enloqueciendo. Así que bajé por un té. Sé que es una acción fútil en estos momentos, pero lo único que puedo hacer por ahora es tratar de engañarme de alguna forma.

Sin embargo, por segunda vez en el día, me detengo en las sombras del pasillo antes de entrar a la cocina.

—¿Qué es lo que estás pensando?—la seriedad no es algo que asocie con Raamiel, pero ésta impregna su voz como si siempre hubiese estado allí—¿Si quiera entiendes lo peligroso que es, lo difícil que será para ella?

—Lo dice quien cree que tiene algún tipo de derecho de estar a su lado—la rabia contenida en las palabras de Zadkiel me hace fruncir el ceño.

La risa sin gracia de Raamiel hace eco en la silenciosa casa.

—¿De eso se trata esto? ¿De tu ego herido? ¿Siempre necesitas competir para asegurar que eres el mejor en todo?—no hay respuesta, pero una onda furiosa se extiende por el aire, y tengo la certeza de que es suya: Zadkiel—Me sorprende que el magnífico líder de los serafines, el portador de la Llama de Deus, el ‹‹hijo perfecto›› esté cometiendo semejante error—cada palabra está cargada de un desdén y una amargura que pica en la piel.

Tienen que estar demasiado enfrascados en la conversación para no notar mi presencia. Siempre saben en dónde estoy.

‹‹Podrías evitarnos si quisieras. Solo debes esforzarte, aceptar lo que eres, lo que llevas dentro››; la voz de Dalkiel llena mi mente sin aviso. La hago a un lado cuando Zadkiel responde.

—Tú también fuiste un magnífico serafín. También fuiste un ‹‹hijo perfecto››. Hasta que caíste por ella.

—No te atrevas a hablar de Gilda—es más un gruñido que otra cosa.

Ante la mención de aquel nombre me inclino hacia adelante; los nudos a lo largo de mis músculos al límite. Hago un esfuerzo por controlar la respiración y los latidos del corazón.

Empíreo. ✔. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora