CAPÍTULO XXIII

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Un esfuerzo vacío

—¡Esto no está funcionando!

‹‹Claro que no. Eres una decepción, un verdadero chiste... sin gracia››.

—No te veo aportando algo a la causa—mascullo con los dientes tan apretados que incluso aquí puedo sentir el dolor.

‹‹¡Porque no me permites salir de esta maldita prisión!››

Estoy agotada, como nunca lo he estado. Estos últimos días no he recibido más que órdenes disfrazadas de guía o sugerencias; miradas suspicaces y preguntas incisivas de parte de Alanna. Sin mencionar que para mantener las apariencias debo fingir que todo está bien y que sigo enfocada únicamente en las clases, cuando no puedo estar más de cinco minutos sin pensar en lo que está por venir, y en el poco progreso que he hecho.

Llevo tres noches intentando salir de este bosque. Ni siquiera sé de dónde ha salido; por alguna razón, mamá, quien adora estar rodeada de naturaleza, nunca nos permitió ir más allá de la linde de un bosque. Por lo que este maldito bosque, siempre en penumbra, no tiene ningún sentido.

Y solo he conseguido estar consciente en el sueño gracias a Nath. No voy a engañarme y creer que ha sido cosa mía. El único logro en tal caso es cómo retengo atisbos de la energía que él deja en mi cuerpo en los breves momentos que compartimos lejos de Alanna; para luego usarla como base en la contención de los sueños lúcidos.

—¿Cómo esto me va a ayudar con lo de Alanna?—le pregunté entre respiraciones entrecortadas la primera noche. Mantenerme consciente en el sueño no fue tan sencillo como pensé.

Su respuesta sí que fue simple y concisa.

—Jamás podrás modificar la mente de alguien más si no puedes ni controlar tu propio subconsciente.

‹‹Pues quizás se equivocaron y no soy quien creen que soy››, pensé con una mezcla de mordacidad y esperanza inútil. Una sonrisa cómplice le curvó los labios, y no por primera vez pensé que podía escuchar lo que pienso.

Una cortante ráfaga de viento helado zigzaguea entre los enormes árboles, dispuestos como incansables gigantes, resguardando la noche; o manteniéndome prisionera, depende de cómo se observe.

Debería alarmarme lo real que siente todo esto, pero ya son tres días; a estas alturas sería absurdo de mi parte seguir esperando que no sea más que un mal sueño.

Sin embargo, cuando Alanna me acorrala, como lo hizo hoy en la tarde, no puedo evitar desear que todo sea una pesadilla de la que podré despertar y volver a la realidad a la que he querido adaptarme toda la vida, no importa lo desagradable que me resulte en ocasiones.

—¿Qué demonios es lo que está pasando?

—¿De qué hablas?—hacerme la desentendida es la mejor estrategia que tengo ahora.

—¿Qué hacemos aquí... con ellos?—susurró con demasiada fuerza cerca de mi oreja izquierda, mientras clavaba su mirada aguamarina en Raamiel y Dalkiel, quienes preparaban algo en la cocina de su apartamento.

Regresaron ayer en la noche, y ya desde antes no habían querido dejarme sola. Porque no permitirán que algo me pase bajo su cuidado; lo que creo es que los dos ataques que recibí lo sintieron en el orgullo, nada más.

—Estamos haciendo un proyecto para psicología.

Sentí la mirada de Alanna como una brasa volcánica contra el rostro. La sostuve con una convicción que surge de una decisión tomada.

—Puedo ser tonta muchas veces, Galadriel. Pero no pretendas engañarme. No los soportas ¿y ahora tenemos un grupo de estudio?—reprimí las ganas de lanzarle algo a Raamiel cuando nos dedicó una sonrisa torcida desde la cocina. El muy idiota...—¿Qué es lo que está pasando? Estás ocultándome algo, ¿qué es?

Empíreo. ✔. Where stories live. Discover now