xvii. 𝑒𝓁 𝑜𝒹𝒾𝑜 𝒽𝒶𝒸𝒾𝒶 𝓊𝓃𝑜 𝓂𝒾𝓈𝓂𝑜

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capítulo diecisiete
"el odio hacia uno mismo"

El sábado por la tarde, luego de una charla y una cena con sus padres, Magie se encontraba en su cuarto haciendo gestos extraños (los cuales le darían vergüenza realizar frente a alguien) y sonidos, estaba practicando

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El sábado por la tarde, luego de una charla y una cena con sus padres, Magie se encontraba en su cuarto haciendo gestos extraños (los cuales le darían vergüenza realizar frente a alguien) y sonidos, estaba practicando. Solía hacerlo antes de un show en realidad, pero estaba aburrida y realmente no sabía que hacer, en realidad estuvo pensando en Hunter la última semana, no se atrevía a hablarle luego de lo que ocurrió en su cumpleaños, quizás se sentía muy culpable, sí, eso era.

La castaña terminó sus deberes y extendió la ropa que su padre lavó esa mañana en una soga en su patio trasero, pensando. Sabía que Hunter estaba triste, no había asistido al comedor esa semana, pero tenía derecho a estarlo, aunque le hubiera gustado conversar sobre el tema e intentar ayudarlo, pero no podía.

[suena "sign of the times" -
harry styles]

— ¡Magie! Ven un momento —pidió su padre desde el interior de la casa. La castaña obedeció y corrió hasta la misma—. Tengo algo que mostrarte, ven conmigo —avisó, luego la guió hasta la entrada de la casa. La inglesa frunció el ceño cuando el mayor cubrió sus ojos, acto seguido sonrió sabiendo que se trataba de una sorpresa, amaba las sorpresas.

— ¿Ya puedo abrirlos? —inquirió emocionada y el hombre chasqueó su lengua desaprobandola y esta obedeció.

Magie mordió sus labios inquieta, los ruidos pesados la obligaban a imaginar que tipo de sorpresa seria, dudaba que fuera un caballo, tenían suficientes. El hombre le pidió que se descubriera los ojos, y a pesar de toda su emoción acumulada, lo hizo lentamente.

— No puedo creerlo —fue lo primero que salió de su boca. Abrió sus ojos como platos y cubrió su boca, estaba más que sorprendida —. ¡Es un piano, papá!

La muchacha corrió a abrazar al hombre con todas sus fuerzas, no esperaba algo así.

— Es... perfecto —expresó analizando cada detalle del instrumento. El mismo era un piano de pared o vertical. Su color negro opáco lo hacía ver mas elegante (según Margot, quien amaba ese color). No era muy grande como los pianos de cola que veía en los teatros en Italia, pero era bellísimo, era perfecto.

— Tu madre y yo pensamos dartelo el día en que llegaste, tu cumpleaños —explicó mientras esta no le sacaba los ojos de encima al instrumento—. Pero este es especial, Magie.

La mencionada volteó al oír su nombre, su voz se oía seria, así que decidió prestarle atención.

— Este piano era de mi abuelo, en realidad —dijo—. Fue mio durante unos años, ninguno de mis amigos sabía que tocaba, ya sabes, antes no era tan genial.

— ¿Lo trajiste de Inglaterra? —preguntó sorprendida y el hombre asintió— Juro que voy a cuidarlo hasta el día en que muera.

— Se que lo harás, hija.

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