xxii. a soul in the middle of the wood

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capitulo veinte
"a soul in the middle of the wood"

capitulo veinte"a soul in the middle of the wood"

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DOMINGO , EL SOL ESTÁ EN EL PUNTO MÁXIMO DEL DÍA. El fuego del horno y el aroma de las recién horneadas galletas de limón de la señora Lynde inundan cada estancia de la casa,

Magie recogía alguna que otra hoja que encontraba en su jardín para luego utilizarlas de separadores para sus libros cuando inhalaba con disfrute la deleitable esencia que distinguían las inigualables galletas de Rachel Lynde. La mencionada y su esposo fue invitada a la casa de los D'Angelo para almorzar con ellos y de paso, chismosearle a Lía acerca de la futura boda del joven Dubois.

—¡Señora Lynde! ¡Esas delicias se pueden percibir desde el patio trasero!

Anunció la muchacha adentrándose a la sala con una montaña de libros que sus brazos rodeaban.

—Eso debe ser por mi receta especial de las galletas —explicó desde la cocina—. Ay, Lía, Magie no ha cambiado nada.

—En lo absoluto, Rachel —afirmó la mencionada, quien, controlaba el horno—. Sigue siendo la misma niña dulce de hace años.

—Y la misma sediciosa de siempre —añadió con gracia y la ojiazul carcajeó levemente—. No quiero sonar entrometida, ni nada...

—Pero, lo serás —la interrumpió con una mueca y la mujer suspiró antes de continuar—. Prosigue.

—¿Es posible que ella esté... enamorada?

¿Cuándo no, Rachel Lynde siendo la persona más curiosa de Avonlea?

—¿Por qué lo preguntas? ¿Te ha comentado algo? —inquirió la mujer con el ceño fruncido.

Lía tenía las mismas sospechas que su vecina, pero no quería insinuar nada sin la afirmación de Margot. Y aunque ella estaba segura de que el joven Dubois rondaba en la cabeza de su hija, no quería meterse en sus asuntos del corazón.

—No, lo supuse —aclaró—. Pero la veo cercana de ese joven de la casa misteriosa, ¿cómo se llamaba...? Ay, no lo sé, aunque sabes a lo que me refiero.

—En realidad, no —la canosa chisteó la lengua—. Además, si ella está enamorada, tiene todo el derecho —afirmó ganandose el asentir de la sra. Lynde.

Mientras que estas lidiaban con el almuerzo (y el postre), el sr. D'angelo estaba leyendo el diario junto al esposo de Rachel, pero se distrajo observando a su hija, la cual lucía inquieta paseando de lado a lado en el patio, indecisa.

Este frunció el ceño, dobló el diario y lo dejó a un costado para luego ponerse de pie y dirigirse hasta ella, la cual ni siquiera notó su presencia a pesar de haber carraspeado su garganta.

—Lo siento, papá, estaba pensando —dijo quedando frente al hombre, quien se cruzó de brazos—. ¿Sucede algo?

La inglesa sabía que el hombre quería saber que ocurría, lo conocía desde el pelo más pequeño de su cabeza hasta la punta de sus pies.

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