𝑻𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚-𝒏𝒊𝒏𝒆

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Secretos.

Todos tenemos secretos, ¿cómo no tenerlos?.

A veces creemos que no hay otra opción, así que mentimos, tal vez para cubrirnos, quizás para no traicionar a alguien o incluso para no herir a quienes amamos, pero...¿y si en lugar de protegerlos solamente empeoramos las cosas?.

Es tan fácil hacer que todo se derrumbe. Tan simple destruir en lugar de proteger, creíamos que construir un refugio era mejor que enfrentar la tormenta...pero ahora la tormenta azota con fuerza, el refugio cae sobre nuestras cabezas y nos quedamos atrapados bajo los escombros de las mentiras, porque nos guste o no, la verdad siempre surge, causando incluso, más caos que la misma tormenta.

Elizabeth había agarrado con fuerza la mano de Draco desde que el carruaje salió del castillo. Tanto que sus uñas estaban provocando pequeñas heridas en la mano del rubio, pero él no se quejaría. Ella estaba teniendo una noche difícil. Dumbledore les informó que dos mortifagos habían atacado a su madre cuando volvía a la mansión. Le dislocaron un hombro y le provocaron varias heridas menores. Según los médicos tenía suerte de ser muy ágil con la varita y haber evitado un hechizo de necrosis que apenas había rosado su ropa, tendría que estar en reposo durante cuatro días y usar un cabestrillo.
Por lo que Elleonor solicitó la presencia de Elizabeth lo antes posible y el director dio su autorización para que Draco la acompañara. Así que él no se quejó por como las uñas de ella se clavaban en su piel, en su lugar, la siguió abrazando mientras sujetaba con fuerza su mano, cómo si ella fuese a romperse si él aflojaba su agarre.

__Deberías descansar__ sugirió él__ aún queda un largo viaje...

Ella le dio una mirada llena de angustia. Tal vez nunca se había llevado bien con su madre, pero le gustara o no, era lo poco que le quedaba__ voy a intentarlo...__ suspiró cerrando sus ojos.

Ella sintió como besaba suavemente su frente y al quedarse dormida percibió como él susurraba sin cesar en su oído __somos tú y yo, nunca estarás sola...estoy aquí...

Elizabeth despertó varias horas después y observó como Draco dormía, contemplando como la luz del amanecer reflejaba en su platinado cabello.

Siempre le había gustado verlo dormir. Solía despertar a mitad de la noche únicamente para observarlo. Tenía una expresión tan relajada, como si dejara salir el peso que cargaba, entonces ella se acurrucaba entre sus brazos mientras susurraba en su pecho todas las cosas que harían juntos cuando escaparan, hasta caer dormida nuevamente.

Ahora Elizabeth disfrutaba de esa frágil calma que los envolvía cuando él se despertó y ambos se perdieron en los ojos del otro hasta que el carruaje aterrizó. Respiró profundo e intentó peinar su enredado cabello mientras que el rubio arreglaba su traje para luego tomar su mano y dejar un gentil beso.
Draco bajó ofreciéndole su mano y al salir del carruaje los ojos de Elizabeth se fijaron en la enorme mansión, percibiendo que había estado apretando su mandíbula todo ése tiempo.

__¿Lista?...__murmuró él entrelazando sus manos, ella asintió y comenzaron a subir las escaleras. Esas escaleras que tanto terror le provocaban.

Al llegar a la cima tocaron, pero nadie respondió. Ambos se miraron extrañados cuando la enorme puerta se abrió levemente, revelando a una muy preocupada Elleonor, quien los apuntaba con su varita__ ¿Elizabeth?...

__¿Madre?...__la preocupación inundó a Lizzie__ ¿Qué estás haciendo?...deberías estar descansando...__su madre la agarró del brazo haciéndolos pasar para poder cerrar la puerta. Al entrar, la sala era un desastre. Baúles de madera se apilaban por todas partes, los muebles estaban cubiertos con telas blancas y los elfos iban de un lado a otro cargando cosas.

𝑰 𝑳𝒐𝒔𝒕 𝒀𝒐𝒖 𝑫𝒓𝒂𝒄𝒐Where stories live. Discover now