La Fiebre

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Mikasa ya estaba en puerto antes de la hora de llegada prevista para el barco de sus amigos. Esta vez no había sido Armin quien la había avisado de su visita, si no la propia Historia, pues los eventos se habían precipitado y a su amigo no le había dado tiempo de mandarle una carta por el correo ordinario.

Cuando llegó al puerto se quedó un rato absorta viendo a los marineros sacar sus redes del agua y como las gaviotas intentaban, muchas veces sin éxito, arrebatar alguno de los peces que estaban descargando de los barcos.

Esta vez si quería recibir a sus amigos a su llegada. Sabía que solo tenían intención de alojarse en la residencia de los Azumabito durante unos pocos días antes de dirigirse hacia el interior para iniciar las negociaciones, y no quería desaprovechar el tiempo.

Por fin empezó a divisar un barco a lo lejos.

Cuando el barco estuvo lo suficientemente cerca puedo distinguir a Connie y a Jean apoyados en la barandilla de la cubierta hablando entre ellos. Levantó la mano para saludarles y Connie respondió haciendo el mismo gesto efusivamente. Jean levantó la mano más discretamente y sonrió.

La chica había estado pensando en su última conversación y en como al día siguiente él se había marchado precipitadamente. Conocía lo suficientemente a Jean como para saber que no era la clase de persona que manifestara abiertamente sus sentimientos, por eso le había sorprendido su repentina confesión. Su comportamiento esquivo al día siguiente ya era mucho más propio de él, y ella no quería importunarle. Pero el caso es que le preocupaba que aquello pudiera alterar la complicidad silenciosa a la que se habían acostumbrado a lo largo de su amistad. Sin embargo, aquella sonrisa indicaba que probablemente los dos meses que habían pasado des de su partida le habían hecho olvidarse de aquello. O eso quería creer Mikasa.

Lo cierto es que Jean y Connie no se encontraban nada bien cuando llegaron a Paradise. Al subir al barco el día anterior los dos se sentían cansados, pero con el paso de las horas en lugar de mejorar la situación había ido a peor. Los dos estaban de acuerdo en que lo más probable era que se debiera al trastorno horario del viaje y al fuerte cambio de temperaturas que habían experimentado. Sencillamente no le dieron más importancia.

Al acercarse al puerto vieron que Mikasa les esperaba en el muelle. Jean sintió como de nuevo se le encogía el estómago. No, no había viaje, por largo y lejano que fuera que pudiera evitar aquella sensación cada vez que se reencontraba con su amiga. Pero aprendería a vivir con ello, algún día.

Connie le sonrió ampliamente a Mikasa cuando por fin estuvieron en tierra.

¿Han pasado de recibirnos con una comitiva a enviarte solo a ti? – dijo el chico burlón dándole un ligero codazo a Mikasa. Ella le sonrió. – Bueno supongo que eso quiere decir que valoran nuestra seguridad, no dejas de ser la soldado más fuerte de la humanidad...

Mikasa se volteó entonces hacia Jean.

¿Armin no ha venido? – preguntó entornando los ojos.

Armin llegará en el siguiente barco, dentro de un par de días – respondió el más tranquilo al ver que Mikasa seguía actuando con la normalidad de siempre. – Al parecer el señor Leonhart tiene problemas de salud y quería esperar junto a Annie hasta que un médico le pudiera visitar.

Vaya... - contestó la chica preocupada – Espero que mejore pronto...

Los tres amigos volvieron a ponerse en marcha hacia el carro que les llevaría a casa de los Azumabito. Cuando subieron Jean sintió un fuerte pinchazo en la cabeza y hizo una leve mueca de dolor.

¿Estáis bien? No tenéis buena cara ... - indicó Mikasa mirando a los dos chicos enfrente suyo.

Es el cansancio por el viaje – respondió Connie – Tenemos mucho que contarte Mikasa, no te vas a creer las cosas que hemos visto en la tierra de Onyankopon – dijo él entusiasmado pese al evidente cansancio – ¿Verdad, Jean? – y le dio un codazo a su amigo que se masajeaba las sienes con los ojos cerrados.

Natsukashii  (Jeankasa Storie)Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora