O2 | Hombre hediondo.

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Un día nuevo, un día viejo. ¿Cuál era la diferencia? No existía para él.

Los copos de nieve eran más grandes de lo habitual. Cielos, volver al distrito Celeste era un sueño. Hace años que no veía nieve allí. Suspiró, dejando entrar aquel aire congelado a su garganta, sus pulmones, sus fosas nasales y sus poros. A veces, olvidaba que estaba vivo y podía sentir todo eso. Olvidaba, por un momento, que su cuerpo era capaz de sentir.

«Sentir es hermoso de vez en cuando» confesó para sí mismo, elevando una de sus comisuras. Prestó cálida atención a la tela que tocaba su cuerpo con delicadeza, cerrando sus ojos, dejándose llevar en aquel estacionamiento lleno de jóvenes de su edad, relajándose por completo. Su bufanda verde oscuro protegía su cuello del frío, mientras que él sostenía su café con la mano izquierda.

¿Cuándo fue la última vez que prestó atención a aquellos detalles? Haber tenido vacaciones de invierno había sido lo que necesitaba para calmarse un poco. Tanto en su instituto como en su trabajo le habían dado un descanso, y él agradecía eso.

Sonrió y se descolocó al oír su nombre en los labios de su compañero.

──¡Sirius! ──llamó Marco, arrancando al pelinegro de su propia mente. ¿Era posible hacer eso? Él lo hacía y disfrutaba hacerlo── ¡Mi amor, mi tesoro! ¿Cómo ha estado el chico más deprimente de esta escuela? ──corrió hacia él y apoyó los codos en una baranda junto a Sirius, quien sonrió de lado sin verle a la cara.

Para cuando volteó, Marco estaba con una amplia y coqueta sonrisa, mirándolo con atención.

──El chico más deprimente está deprimido, pero eso no es sorpresa ──pronunció en tono de broma, siguiéndole el juego──. ¿Y cómo estás tú, mi querido drogadicto? ──curioseaba, jugueteando con las oraciones.

Marco se acercó para quitarle la bufanda y acto seguido se la puso él. El azabache lo miraba extrañado y ciertamente contento, hace semanas que no se veían. El moreno, decidido a continuar el juego, puso la bufanda en su rostro, oliéndola con profundidad, respirando hondo, gozando de aquel aroma que realmente le gustaba, aunque no fuera a admitirlo.

Sirius lo observaba con intriga. Hasta que Marco paró de oler (oler, gozar, ahogarse) y lo miró con su mejor cara de Poker.

──Huele a muerto, ¿hace cuánto no te bañas? Vamos, díselo a papi Marco ──envolvió al más bajo con sus brazos, estrujándolo, en medio de la multitud de estudiantes que esperaban por entrar a la institución.

Eran las seis de la mañana, y el inicio de clases no podía ser más vergonzoso para Sirius Minho.

──¡Suéltame! ¡Me bañé esta mañana! ──quejaba el ojiverde, queriendo alejarse, riendo por el sofoco── Estoy muy cerca de tu axila, tú sí deberías bañarte. ──quejó sin desistir.

Marco carcajeó por lo bajo, haciendo más calmo el abrazo. Se acercó a él. Ocultó su cabeza rubia en el cuello del más bajo, volviendo a oler.

──¿Puedes dejar de olfatearme? Pareces perro en celo ──apartaba la cabeza el pelinegro, con algo de nerviosismo. El moreno, sonriendo, puso una de sus grandes manos en la cabeza de Sirius, tocando su ondulado pelo, acercándolo a su rostro.

Dejó un largo y duradero beso allí ese día, aun con los ojos cerrados, aun acariciando aquella cabecita con sus dedos de uñas mordidas y pintadas de negro.

──Queenie... ──llamó de aquella forma en que solo él le decía── Me gusta tu aroma ──le sonrió, relamiéndose rápidamente los labios, algo ansioso──. Te extrañé tanto en estos días, Queenie ──posó su cabeza sobre la del más bajo, acostándose allí, sintiéndose en una paz incomprensible para la humanidad.

──Es muy temprano para decir cursilerías ──quejaba tratando de ignorar su corazón latiendo a la velocidad de la luz──... Marco, son las seis de la mañana ──levantó la mirada, encontrándose con los oscuros ojos del de menor edad mirándolo con cariño, ciertamente embobado por la idea de volver a verse──, es tan temprano, recién te veo. ¿Ya vas a ponerte mañoso? ──regañaba frunciendo el ceño.

Marco rió de nuevo, atento a las miradas del ojiverde.

Sabía perfectamente que él no iba a admitir ningún sentimiento.

Besó su nariz con amor y delicadeza, apreciando su rostro.

──Bendita sea esta nariz sin olfato, con razón no te hueles el hedor que desprendes ──bromeó, llevándose consigo un empujón de parte de Sirius── ¡Oye! ¿A dónde vas? ──le preguntó gritando al joven que se alejaba de él con su café en mano.

──¡Lejos de ti, hombre hediondo! ──rió, para luego aumentar la velocidad cuando el moreno de rubios cabellos comenzó a seguirlo a un trote suave.

Definitivamente Sirius había extrañado aquello.

Y nada lo podía reemplazar.

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Bailando con una estrella (BL) | ✔Onde histórias criam vida. Descubra agora