42 | Ser eterno, ser efímero.

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El beso. Oh, el beso. El mejor y único beso que Marco había dado luego de un picoteo a una niña en tercer grado, picoteo que él ni siquiera consintió.

¿Eso era real? Los labios de Sirius y su sabor a menta sí parecían ser reales. ¿O el sabor a menta era suyo? Había estado tomando muchas pastillas de menta pero solo para su mal aliento, nunca creyó que también tuvieran ese sabor. Por un rato, creyó estar soñando, eso sí.

Pero cielos, la boca de Queenie sabía muchísimo mejor que lo que hubiera imaginado. Recordó brevemente su adolescencia menor, por allá de los catorce años, cuando se dio cuenta de que sentía algo por él. Fue y probó todos los sabores de bálsamo comestible para imaginar solo cómo se sentiría besar a Sirius.

Luego se sintió tan culpable, tanto pero tanto. Sirius era su amigo, no debía usar su imaginación para satisfacer un deseo así. No era normal para él y sentía que lo estaba utilizando de alguna manera.

Decidió reprimir esos deseos durante años, hasta que, por fin, a sus dieciséis, volvieron a despertar, gloriosos y llenos de consecuencias.

Pero esto ahora era real, ya no debía reprimir nada, podía seguir disfrutando del momento. Aquel momento en que estaba con sus manos en la espalda del mayor, apreciando su piel por encima de la tela, rozando sus labios con los propios, tomando su rostro con una de sus manos.

Una sola de sus manos era tan grande como media cara de Sirius. Sonrió al darse cuenta. Y eso que Sirius no era de cabeza pequeña, no, no; su mano era demasiado grande.

Mientras se fijaba en eso, también prestaba atención a sus labios. Formaban un beso lento, cálido y dulce, precioso, hasta infantil. Le encantaba el sabor, la textura de Sirius. Diablos, nunca pensó que su mejor amigo supiera así de bien. Era indebido, pero cómo le gustaba.

Ligeramente harto de lo inocente del beso, quiso agregar algo de promiscuidad, solo para saber cómo respondería el mayor, quien estaba demasiado concentrado en continuar como hasta el momento.

Evitando sonreír por los sentimientos de aquel entonces, dispuesto a ir más lejos, solicitó paso libre con la lengua, abriendo él su boca en cada beso, dando una especie de señal.

«¿Abrir la boca? ¿Este cree que estoy listo para eso?», resoplaba en su mente el pelirrosa, ruborizándose ante la idea. Tener a Marco jugando así le daba vueltas el mundo.

Abrió la boca, dio el permiso, dio el «okay, pase», así como también, ni bien sintió la lengua del moreno dentro suyo, se alejó con los ojos tan abiertos como dos platos, y la cara pálida como en Casper.

Marco, quien desprevenido lo miraba, había notado lo abrupto del alejamiento, preguntándose si había hecho algo mal.

Al inicio, el mayor iba a decir algo como «Sin lengua», que era lo más razonable para decir, pero con prisa se dio cuenta de lo sucedido. ¡Había besado a Marco! Y lo peor era que además lo había normalizado al punto de solo querer avisar que no quería lengua y así seguir besándolo.

Sonrojado, se cubrió el rostro, listo para recibirse como el despistado del año. Frente a él, un joven castaño estaba desbordando preocupaciones y ahogándose en un mar de dudas. Su barco mental se hundía, y Sirius parecía navegarlo hasta el fondo del mar con todo gusto.

──¿Estás bien? No volveré a ponerte la lengua, tranquilo. ──intentó arreglar, a lo que el ojiverde solo pudo abrir más los ojos, ¡cómo podía decir eso con tanta naturalidad, por el amor a Jesucristo!

Negó con la cabeza, sabía que si hablaba su voz se quebraría y se trabaría. Diablos, debió haber tomado ese curso de cómo hablar en público en momentos de crisis.

──Eh... ¿Quieres más lengua? Creo que eso ya es un beso francés doble o algo así ──supuso, haciéndolo reír por lo bajo──. ¿Ese es un sí a la lengua? Oh, mierda, no sabía que eso te prendía...

Sirius negó. Calmándose, respiró más en espera y con los segundos se destapó el rostro. A Marco se le escaparon todos los pensamientos al verlo así: descuidado, sonriente, todo ruborizado y nervioso. Su corazón, ¿podía acelerarse más? Su estómago sentía esos miles de revolcones y piruetas que daban las pequeñas mariposas.

Debía decirlo.

──Queenie. ──llamó como alguna vez le había dicho en el pasado. Casi no procesaba sus inhalaciones tan jadeantes.

El mayor paró de reír, lleno de paz y felicidad, y sólo se dedicó a mirarlo.

A mirarlo de esa forma, esa forma que le provocaba mil espasmos diarios.

──Siento mariposas. ──dijo asustado, muy, muy asustado, más colorado que dedo picado. Más agitado que avispero iracundo.

Entonces, Marco Vitale se dio cuenta de que ese revoloteo sabía a amor.

──Creí que era el único que las sentía. ──admitió viendo a lo profundo de sus ojos, mientras su sonrisa se desvanecía poco a poco.

Cuando la sonrisa se fue, supo que no era por incomodidad, o tristeza, o enojo, o cualquier sentimiento dañido que pudiera tener; era por calma, paz, tranquilidad, reposo. Marco le provocaba serenidad, y esa noche aprendió a apreciar eso.

Solo se quedaron viéndose un rato, admirando cada detalle el uno del otro. Aquel lunar debajo del ojo izquierdo de Queenie; el pequeño corte en el mentón de Marco que seguramente se habría hecho al afeitarse; el mechón caído en la frente del pelirrosa; el sonrojo en las mejillas del moreno.

Y luego de esa admiración tan duradera y a la vez tan pasajera, se acercaron de nuevo, y volvieron a juntar sus labios en un cálido beso, en un cálido baile.

Esa noche, Sirius supo que estaba bailando con una estrella.

Y pensó: «Sabe tan dulce, es tan dulce, que ya no me puedo resistir más.»

Oh, los labios de Marco sabían a fresas y menta. Tan satisfactorio, tan placentero. Tan bello. Era hasta tierno ver al menor sin saber qué hacer con las manos. ¿Debía abrazarlo? ¿Tocarlo? ¿Ser un poco más atrevido, lanzado, y subir el tono de la situación? Negó en su mente: era muy pronto para eso. Tenían todo el tiempo del mundo para esas cosas obscenas que Marco deseaba desde hace mucho. Disfrutaría la inocencia del momento.

Luego de un rato, él rió un poco, lo cual desconcertó al mayor. Y al separarse, pronunció gracioso:

──Esta vez, sin lengua. ──le avisó y prometió, para luego volver a ser tomado por Sirius, y volver a besarse.

Aquello fue tan lindo, que por un instante fueron felices, y se sintieron eternos, aún siendo efímeros.

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Hoy estoy excepcionalmente contento, así que subiré otro capítulo además de los que ya subí. Gracias por leer, y a quienes votan, muchas gracias. Me alegran la tarde <3

Bailando con una estrella (BL) | ✔Where stories live. Discover now