41 | Soy Queenie, dime así de nuevo.

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Arrecho, lleno de emociones mezcladas, rogaba a las deidades cósmicas de la jodida existencia que lo ayudaran a apurar el ascensor. Rápido, rápido, rápido. Lo necesitaba rápido. Necesitaba bajar e ir con Marco.

Subió al ascensor. ¿Y qué decirle? Presionó el botón. Sentía que una de sus venas se saldría y reventaría en cualquier momento. La tensión, las ansias, ¿había sido amor? ¿Todo eso que había sentido valía la pena?

Quería averiguarlo, quería sumergirse en ese mar de emociones llamado Marco Vitale. Quería probar, quizás, el sabor de sus besos. Quería bailar con una estrella como lo era él.

Quería ir y decirle que lo amaba, que se arrepentía por haberse ido y que todo había estado mal. Pero, ¿cómo hacer eso? En su mente, habían miles de escenarios posibles, y sólo uno acababa bien.

Uno contra novecientos noventa y nueve.

Ahora, ¿Marco lo aceptaría?

«¿Mi corazón volvería a ser tuyo?

¿Y el que está en tu pecho ya no tiene lugar para mí?»

Y entonces, la puerta del ascensor se abrió.

Y lo primero que vio fue al castaño.

****

Cielos, Sirius se había marchado. ¿Así como así? ¿No iban a hablar más? Desganado, Marco casi se golpea a sí mismo. Es más, si pudiera, tomaría un bate de béisbol, saldría de su cuerpo, lo llevaría a un callejón y lo apalearía con furia y pena ajena.

Se sentía un bobo, en serio Sirius se había ido y él no lo había detenido. ¿Sirius quería que lo detuviera? ¡Qué jodido desastre!

¿Y si sí quería que lo detuviera y como él no lo hizo perdió las esperanzas? ¿Y si Sirius le correspondía? ¿Y si ahora Sirius iba a aceptarle un anillo de diamantes a un surfista bronceado y sexy y no a él? Él tenía su pancita, ¿quién querría esa pancita? Porque definitivamente no Sirius.

Él no estaba bronceado, no sabía surfear.

Él no tenía un anillo de diamantes, tenía uno poco costoso y heredado.

Él solo tenía su corazón, ¿era muy poco eso?

Marco se detuvo a pensar de nuevo. Diablos, la adolescencia y el amor eran cosas complicadas, quería abandonarlas y no volverlas a ver. Era molesto, tedioso y...

Y malditamente placentero a veces.

Y tan dulce otras.

Y se sentía tan bello que, ¿quién se podría resistir?

Entonces, dispuesto a aceptar las posibilidades y los sueños e ilusiones que estaba teniendo, dejándose llevar, abierto al romance, se preguntó:

«¿Sirius quería que lo detuviera?»

──Debería dejar eso... ──se dijo.

Pero el fuerte león, hambriento de afecto que yacía en su alma, decidió rugir. Elevó los ojos y, lleno de dramatismo, reaccionó.

Claro que quería que lo detuviera.

Se encaminó, corriendo prácticamente, al hotel. Pateó muchísima nieve sin darse cuenta, dejando atrás a sus amigos.

──¡¿A dónde vas?! ──gritó Cassie, siendo abrazada por Hannah mientras todos veían al menor correr lejos.

──¡A buscar a Sirius! ──exclamó con alegría. Sabía exactamente lo que quería hacer. Estaba dispuesto a seguir a su corazón por primera vez en mucho tiempo.

James y Cassandra abrieron los ojos al mismo tiempo, asombrados, y miraron a Jacobo y Hannah, quienes estaban en definitiva en otra sintonía.

──¡Va a buscar a Sirius! ──hablaron al unísono── ¡Hay que ir! ──dictaron eufóricos, tomando de los brazos a sus parejas. Aquello era mejor que una serie de Netflix.

Mientras tanto, cierto pelirrosa estaba llegando al hotel, subiendo por un ascensor.

****

Parpadeó atónito y extrañado. No creía que fuera tan rápido.

──¿Jacobo? ──cuestionó al ver al castaño frente a la puerta del ascensor── ¿Tú qué haces aquí? Creí que estaban...

──Sirius... Yo... Tú... Marco es que... ──hablaba cansado el joven, entrecortando las oraciones debido a que James lo había hecho correr en la nieve──... Entonces... Sí... No me gusta el ejercicio...

Fue empujado por la ruda Cassie, quien eufórica, comenzó a parlotear.

──¡Marco vino a buscarte para confesarte su...! ──fue interrumpida por el pelirrojo, tapándole la boca.

──¡Que él se lo confiese, burra, no tú! ──castigó a la rubia.

──¿Cómo es... que ustedes tienen... tanta... energía? ──cuestionaba Jacobo mientras seguía suspirando con sus manos en sus rodillas, tirándose al suelo.

James restó importancia con su mano y comenzó a hablar, mientras que Jacobo lo miraba con una expresión de «Auxilio. Agua. Por favor. Díganle a mi madre que la quiero y a Marco que no le devolveré esos veinte dólares.»

──Tú. Ve arriba. Marco está buscándote. ──decidido, dio poca información así generaba más intriga, la cual se asomaba por los esperanzados ojos verdes de Sirius.

──¿Él me busca? ──cuestionó para que se lo repitieran. Hannah y Cassie asintieron── ¿Él me...?

──No te daremos más información, ve a buscarlo ──alentó su hermano con una sonrisa──. Anda. Por las escaleras, es más rápido.

Sirius asintió y corrió hacia aquellos escalones, sintiendo el corazón a mil por hora. Antes de subir, volteó a ver a sus amigos.

──Eh... ¿Él va a estar bien? ──preguntó señalando al mayor de todos, quien seguía tirado en el suelo.

──Dale tiempo, ya se va a recuperar. ──habló James.

──Veo... la luz... ──murmuraba el pecoso.

──Solo está siendo dramático.

──¿Abuelita...?

──¡Ahora ve por tu hombre! ──gritó Cassie con emoción.

──Agua... Por favor...

──¿Alguien puede callarlo? ──bromeó Hannah.

Con un mejor ánimo, Sirius se encaminó por las escaleras, sintiendo el alma rogar por afecto. Subió escalón tras escalón, cada uno con más ganas que el anterior. Llegó al pasillo, y lleno de ansias, fue hasta su cuarto.

Ahí, con la puerta abierta, rebuscando algo, posiblemente a él, lo vio.

El de rizos estaba con los ojos entrecerrados, cansado. Se volteó hacia él al oírlo llegar, y sorprendido, habló. ¿Cómo iba a explicar que estaba en su cuarto? En cambio, el mayor solo podía pensar en lo que sentía, esa chispa, ese impulso que lo hacía rogar por...

Por algo más.

──Sirius, yo... ──no pudo terminar su oración al ver al pelirrosa acercarse con una sonrisa.

──Soy Queenie ──lo abrazó y tomó su rostro, sabiendo exactamente lo que quería──, dime así de nuevo ──exclamó con alegría con sus manos en su cara, impulsándose con un saltito para subir y ser atrapado por los gruesos brazos del moreno.

Con un cariño envolvente, el ojiverde lo hizo cerrar los ojos junto con el impacto. Demasiadas emociones juntas, demasiadas preguntas. Pero la respuesta siempre había sido la misma: Marco y Queenie. Esto Marco lo entendió primero, cuando, por fin, cumplió su sueño.

Sirius Minho lo había besado.

Y ni siquiera le había dado tiempo a respirar del desespero.

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Bailando con una estrella (BL) | ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora