2O | Seré generoso.

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El romance debía continuar, ¿cierto? Era complicado. Cada día, Queenie tenía menos dudas, y Marco ganaba más. Todo era un sinfín de emociones, pero primero, hay que poner al tanto la cosa.

Al llegar a su casa, mientras Sirius Minho se sentía realizado creyendo que Marco había captado la indirecta, durmiendo plácidamente, acostado en su suave cama, tranquilo y cómodo, seguro y pacífico; Marco Vitale no podía estar peor.

¡Había pasado toda la jodida noche dudando y sintiéndose horrible! Se golpeaba internamente, preguntándose qué clase de amigo utiliza la imagen de su otro amigo para hacer cosas para nada amistosas.

Lo había imaginado besándolo, y se había sentido tan pecaminoso ese acto. No había pegado un ojo en toda la noche, parecía un zombie combinado con una bolsa de basura y un alcohólico sin afeitar. ¡Desastroso!

Llegó como de costumbre a la escuela, lleno de ojeras, un malhumor impresionante y un fuerte deseo por darse la cabeza contra el muro de ladrillos.

Era molesta tanta luz, era quejosa la mañana. El moreno sólo quería las cosas ya, hechas y derechas, no estaba aquel día para juegos o vaivenes fastidiosos.

Era todo gris y lúgubre.

Hasta que llegó por aquella puerta un chico de rosados cabellos y sonrisa pegajosa.

Cielos, Queenie era tan bello. Marco se acomodó en su asiento, algo entusiasmado, solo que aún no llegaba a sonreír. Entonces, mientras Sirius se acercaba, él reaccionó.

¡Sirius estaba enamorado! Y Marco también, pero todo aquello era un alboroto.

Sirius amaba a alguien más, y Marco tardó demasiado en darse cuenta de que sentía algo pequeño por Sirius.

No podía mostrarlo, claro que no. Haría sentir culpable a su amigo por rechazarlo, arruinaría la amistad, lo perdería para siempre. Aquello le causaba tanta angustia. Si Sirius sabía que él tenía un ligero crush en él, todo se iría al carajo.

El ojiverde se sentó rápido y contento junto al rubio, quien le sonrió con incomodidad.

«Está bien, solo no lo mires a los ojos. No... Te... Muevas...»

──Olerá el miedo...──susurró para sí mismo.

──¿Dijiste algo? ──preguntó el mayor con desconcierto.

──¡No! ¿Quién? ¿Yo? ¿Decir algo? Prácticamente soy sordo... ¡Digo, ciego!... Digo, mudo. ¡No puede ser! ──quejó elevando su voz mientras cerraba los ojos con reproche.

En su cabeza debatía si era mejor saltar por la ventana o cortarse las venas con el sacapuntas.

«Marco Vitale, dieciséis años, su primer balbuceo fue confundiendo sordera con mudez y ceguera, en una sola oración», repetía el rubio en su interior.

¿Era demasiado rogar que la tierra lo tragase? Respiró hondo, decidido a dejar de pensar con el corazón. ¡Basta de nervios, debía alejarse de Sirius! Sino, ¿cómo él encontraría la felicidad?

Recordó el libro que le leía su madre cuando era niño, tanto a él como a Jacobo. Una frase de él vino a su mente.

«A veces tienes que dejar al amor de tu vida, para que encuentre al amor de su vida.»

Oh, el protagonista era tan poético en esa historia.

Pensaba ser benévolo. Dejaría de lado aquel latir tan fuerte para que su Queenie encontrara la felicidad, aún si esta era lejos de él.

──Queenie ──llamó algo decaído, planteando si estaba bien lo que quería──. ¿Podemos hablar en mi casa el sábado? ──consultó.

Sirius solo pudo sonreír tiernamente al verlo tan apenado, resultándole adorable la miradita que hacía hacia abajo, frunciendo su labio inferior, haciendo resaltar sus mejillas.

«Impresionante la manera en la que me haces enamorar cada día con solo una mueca», pensó y sonrió nuevamente. Marco era tan bello. Por un segundo, creyó oler su esencia, la cual transmitía un ligero aroma a fresas.

Queenie esperaba que fuera hereditario y que todos los hijos de Marco lo tuvieran, así como heredarían las pecas que por su color de piel apenas se veían, y su castaño y rizado cabello, el cual él se había teñido.

Marco... Marco sin duda era arte.

Y él pensaba exactamente lo mismo de Sirius.

──Seré generoso y aceptaré esa propuesta ──consideró el de rosa violáceo en su cabeza, acomodándose en la silla. Estaba más que de humor──. ¿De qué quieres hablar? ──cuestionó.

El moreno realmente no sabía qué decir. ¿Qué iba a decirle? ¿«Queenie, sé feliz, pero si no es conmigo no quiero ni verlo»? Eso sería de lo más insensible.

Sin embargo, era justo lo que sentía. Era justo lo que quería decir.

──Es importante, así que te lo diré entonces ──sonrió entrecerrando los ojos con falsedad.

Se sentía tan destruido eso. Se sentía tan descarado mentirle en la cara.

Aún si ya lo había hecho más veces.

Solo se quedó ahí, mirando a Sirius, hasta que este volvió su vista al frente y tomó la mano derecha de Marco, quien decidió escribir con la izquierda.

Corazón, fiel mentiroso que le hacía creer que estaba bien sentir eso. Por un momento, solo por un momento, quería olvidarse de todo. De quién era él, de quién era Sirius, y besarlo ahí mismo. Sentir sus labios, sin saber exactamente a qué sabían, y con curiosidad llevarlo lejos, a donde el mundo los dejara ir.

Bufó frustrado. Sirius era Sirius, y Marco era Marco. Nadie cambiaría esa realidad.

«También seré generoso, Queenie.

Te dejaré ser feliz.

Aunque no sea conmigo.»

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Bailando con una estrella (BL) | ✔Where stories live. Discover now