Prefacio

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Alexander 

Miraba los cuerpos desnudos danzando frente a mí mientras me daba placer frotándome el pene con las manos empapadas en aceite. La mujer se arrodillo sobre la cama, me aparto las manos y comenzó a meter mi miembro en su boca mientras con su lengua lamia mi longitud. El tipo la penetro mientras ella me lo chupaba y podía escuchar sus gemidos entre cada succión. Disfrutaba del sexo sucio y los tríos mixtos me enloquecían. Ni siquiera pensaba en la monogamia como opción en mi vida eso era demasiado aburrido.

Tome a la chica del cabello con brusquedad y le propine una suave bofetada. Ella sonrió con malicia y yo frote mi pene sobre su boca con intensión de otra mamada, pero había llegado mi turno de penetrarla. El tipo se quedó de pie frente a ella acaricio sus labios y luego le metió su longitud en la boca; deje caer el lubricante sobre sus nalgas y luego lo frote por su ano. Comencé a deslizarme dentro de ella y sentí la tensión de su estreches solo por un segundo. Deje una nalgada sobre su culo y luego tome el estimulador para frotarlo sobre su clítoris.

Sus gritos llenaron la habitación y me deje cegar por la lujuria que me invadió en aquel momento, mientras observaba al tipo derramarse sobre la boca de la mujer. Deje un fuerte mordisco sobre su espalda y salí de su interior para venirme sobre sus nalgas. Solo necesitaba unos minutos para recomponerme y así volver a tener otra sesión. Porque disfrutaría esta última noche de ocio al máximo.

***

Mis malditas vacaciones se habían terminado y regresaba a la locura de ser el asistente del señor Lombardi. El primer encargo de Alessio fue que fuera a Nueva York porque las cosas volvían a tornarse oscuras para la señorita Genave Stevens y ahora su compañera también se encontraba en el foco de la familia Patrovick. Allison; que así se llama la susodicha, no podía arriesgarse a estar sola, así que me tocaba convertirme en su maldito niñero.

Mire el edificio de manera despectiva y busque el número de local en los datos de mi tableta. Subí las escaleras procurando no ensuciarme el traje, porque realmente aquel lugar estaba lleno de suciedad. La puerta estaba abierta cuando al fin llegue al piso correspondiente y me encontré de frente con un gran trasero inclinado sobre el piso.

—Buenos días—Salude con distinción. La persona se puso recta, se giró hacia mí y me miro de forma extraña.

— ¿Y usted quién es?—inquirió con desconfianza.

Sus mejillas estaba rojas por el esfuerzo y su frente sudorosa, quizás me había equivocado de puerta porque la mujer frente a mi parecía todo menos una abogada respetada de Nueva York. Aquel overol no le favorecía para nada a su gran cuerpo y el pequeño suéter debajo de este se le enrollaba dejando ver más de lo deseado.

—Busco a la señorita Dollister, soy Alexander Rizzo el señor Lombardi me envía para ayudarle durante algunos días—se quitó los guantes y me extendió la mano.

—Un placer. Allison Dollister—dijo y dude por un segundo en tomar su mano. Y al final lo hice por pura decencia—disculpa la facha y el desorden, hoy no trabajo así que aproveche para organizar. Las cosas aquí están algo locas desde que Genave no está—la observe acomodarse la blusa con disimulo y yo di un paso más dentro del local.

Los documentos se encontraban en pilas sobre los escritorios y comencé a sentirme abrumado. Estaba acostumbrado a que todo fuera perfecto, a tener el control absoluto de todo a mí alrededor y no podía imaginarme trabajando en un ambiente como este, mucho menos con semejante compañera. Había tolerado a Gina por el simple hecho de que al final ella me había librado de seguir limpiando el desastre de Alessio, pero no sabía si podría soportar compartir el mismo espacio con la mujer frente a mí.

El oscuro deseo de Alexander (Libro #4 serie Oscura +21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora