Prejuicio | Diez | Nueva edición.

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Facundo

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Facundo.

A la suma incesante de hechos de los cuales me temo, solo puedo arrepentirme, se suma esa última carta. No creo que haya una explicación profunda para expresarte cuan arrepentido me siento de una vez más hundirte en mis desgracias, en mis dolores incesantes y tormentosos. Empiezo a comprender el porque me das dejado y es que siempre terminó arrastrándote conmigo, terminas detrás de mi tratando de salvarme de mis propios demonios, esos que no me dejan resurgir, que no me dejan siquiera vivir.

En estos momentos, mientras bebo el doloroso despertar después de una ensoñación insana en la cual me sumergí de manera automática, solo puedo pensar en recuerdos dolorosos, en noches de soledad preguntándome por qué no era suficiente para obtener el cariño de mi padre, en días festivos cuando todos estaban en familia y yo estaba con la tuya, en las graduaciones, los cumpleaños, las celebraciones en las cuales nunca hubo un padre. Me he puesto melancólico al pensar en tantas cosas esta noche, que me duele siquiera cerrar los ojos y que tan solo esos recuerdos vengan a mi mente, se evoquen de manera incontrolable.

Tu eres las nubes y yo soy el sol, pienso al recordar nuestra última carta, sosteniéndome en ese recuerdo melancólico.

En seguida, ante ese recuerdo siento el calor de las manos suaves y arrugadas de tu abuela, sus ojitos negros pequeñitos, las manchas en sus brazos, el olor de su perfume me invade la nariz y en seguida siento el olor de las empanadas que hacia los domingos por la mañana, después de salir de la iglesia. Si cierro los ojos puedo ver las margaritas en su jardín, imaginarla cantando canciones de Rubén Blades no me cuesta nada, como un recuerdo vivido la veo sentada en su silla corrediza haciendo figuritas de papel.

¿Recuerdas lo que nos decía cuando peleábamos? Facu es el sol y Joaco es las nubes. Casi puedo escucharla con su voz aguda, diciéndonos que mi cabello era tan amarillo como el sol y tus ojos tan azules como el mar, repitiéndolo hasta el cansancio, mientras nos obligaba a dibujar cielos inmensos con grandes soles y hermosas nubes. Ambos habitan el cielo sin obstrucciones, decía y seguía haciendo figuras de papel, viven en completa armonía, decía y hacíamos tantos dibujos que nos dolía la mano de colorear.

Al final, siempre volvíamos, pedíamos disculpas al otro y tu abuela sonreía, con sus dientes blancos de sonrisa cálida. Ustedes son como hermanos, deben amarse como ello, porque han crecido juntos, decía y nos abrazaba tan fuerte que sentía que no tener familia, no dolía tanto. Cuando estoy tan triste como este momento y no tengo salida, pienso en tu abuela y en sus abrazos, la siento abrazándome con sus manitas arrugaditas, su piel cálida y su respiración calmada. La imagino abrazándome tan fuerte que siento que vivir ya no duele tanto, que puedo seguir un momento más.

Evito pensar en ella durante sus últimos años, cuando ya no tenía fuerzas suficientes para reprendernos y hacernos dibujar grandes cielos. Evito de sobremanera, sentir que sus manos tibias están frías, que su sonrisa se le esfuma y el cabello se le empieza a caer a montones, su voz se hace tan pesada que las palabras se le esfuman y su memoria se ve tan fracturada, que la transporta a otros tiempos, donde ni tu ni yo existíamos, donde no logra recordarnos.

Uno de los hechos más dolorosos de mi vida fue perderla, sentir que se iba mi confidente, mi amiga, esa madre que me reprendía con el mismo amor que me hacía pasteles, me abrazaba y me decía que se sentía orgullosa de mí. El ultimo día que la vi, sentada en esa silla que había sido tan suya durante años, pero que sentía tan ajena, con la vista perdida en el suelo, sus manos temblorosas sobre su regazo, sin recordar su nombre, supe que algo la había trasportado a un recuerdo del cual no hacíamos parte. Su memoria que llevaba años jugándole trampas, ahora por fin se la había llevado.

Recuerdo llamarla, pero ella ya no respondió, porque ese nombre ya no era suyo, esa última memoria se había esfumado de su ser y había aprisionado su mente en un mundo paralelo del cual no poseíamos entrada. Cuando tu madre llamó esa noche a nuestra puerta, sin que siquiera dijera algo, yo lo sabía, ella ya no estaba, por fin se la había llevado.

A pesar de saber cuan irremediable es la muerte, es curioso que no estemos preparados para ello, que seamos incapaces de asumir que esa persona ya no estará nunca más junto a nosotros. Una parte de mí se fue con ella, cuando ni una sola lagrima bajó por mis mejillas, mientras en el cuarto contiguo velaban su cuerpo y yo seguía allí sentado en su silla corrediza, dibujando cielos inmensos con grandes soles y hermosas nubes.

Siento que esta noche no puedo dejar de pensar en ella, que los sueños me transportan a su regazo y que hundo mi cabeza en él, como un niño pequeño que solo desea que lo abracen hasta que la herida en su rodilla deje de doler. Cuando ella se fue, tú te quedaste junto a mí, pero ahora que tu no estas, no me queda nada, tan solo esta foto que sostengo en mi mano y una serie de recuerdos melancólicos que me transportan hasta ella.

Esta noche no paro de soñar y estoy tan cansado que no quiero despertar.

Siempre tuyo, Facundo.


🦋🦋🦋

Facu y Joaco escribieron una canción para su abuela cuando murió y hace parte de su primer álbum.

"Recuérdame, recuérdame una sola cosa antes de partir, que me amas y me amarás, que este amor te hará tenaz, que lucharas por quedarte a mi lado"

Siempre a tu lado, épicos.

Nueva edición: Mayo de 2024.

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