Prejuicio | Dos | Nueva edición.

138 38 8
                                    

...

Facundo

Ups! Tento obrázek porušuje naše pokyny k obsahu. Před publikováním ho, prosím, buď odstraň, nebo nahraď jiným.

Facundo.

No tengo clara la forma en que me enamoré de ti, si te lo estas preguntando; creo que, como las cosas más preciadas de mi mundo, solo apareció de repente. Aunque, en el fondo, sé que no es así, sé que este sentimiento que brota a mi ser, lo construimos ambos, con nuestros momentos juntos, con las tristezas y alegrías vividas, con las experiencias, con los errores y aciertos que hemos tenido en la vida. Nuestro amor, sin duda, nació de nuestras diferencias, de como yo amaba correr y saltar desde que aprendí a caminar y tu odias hacerlo y prefieres sentarte a componer o a leer.

Me lo he preguntado muchas veces, sobre todo, como el destino nos unió, como tú eras la familia que yo necesitaba y yo fui el consuelo en tus momentos más tristes. Sé que somos el uno para el otro y no me importa lo que los demás digan, yo sé que tú y yo seremos el uno para el otro siempre.

Creo que una de las cosas que más me hace amarte es la felicidad con la que puedo leerte, con que puedo verte tan solo de soslayo y saber que estas mal, que algo te está pasando por la cabeza. Eso me gusta de ti, que seas más claro que el agua, que me dejes ver a través de ti, sin miedo, sin dolor, sin ningún obstáculo.

Éramos unos niños el primer día que te vi siendo vulnerable, tu padre llevaba una semana sin llamar, recuerdo que me dijiste, son siete días, recuerdo que lo dijiste hasta el cansancio como si no pudieras creer que llevara siete días sin llamarte. Con el paso de los días, nos sentábamos cada tarde, esperábamos a que llamara y pronto los siete días se convirtieron en más y más, en quince, en veinte, en cincuenta. Esperabas con tantas ansias que te llamara, que yo sentía que dejabas de respirar cuando sonaba el teléfono y luego sentía tus lagrimas como mías, tus dolores como míos, tus lamentos como si fueran propios me dolían en el alma.

Después de un tiempo, entendimos que ya no pasaría nada, entendimos que él no volvería, pero seguíamos esperándolo, esta vez en la puerta, luego en el portón de la casa e incluso sentados frente al parque al lado de la terminal, donde tantas personas llegaban y se iban, entre esos soldados de guerra, algunos, como nuestro vecino, con una pierna de menos, con un brazo o incluso, en ataúdes que nos robaban la alegría.

¿Quieres que me confiese esta noche? ¿Quieres que te diga que te amo como no pude decirlo antes, ante tus amados ojos azules, mi mariposa perdida? Pues no te lo diré, porque hay ciertas cosas entre los viajes de la vida, que solo se pueden decir mirándose a los ojos, y tú no quieres verme, apenas y me respondes las cartas que te envío, así que, si quieres que te lo diga, tan solo, dame la oportunidad de verte, déjame decirte cuanto te amo y si no es suficiente, lee y canta cada una de mis canciones, te las dedico todas y cada una, porque en el fondo tu eres mi única inspiración, siempre lo has sido.

No te equivocas en una cosa, siempre fuimos tu y yo, y deseo que sigamos siéndolo, pero nos separan los prejuicios, mis prejuicios y ahora no sé, como enmendar todo el daño que nos hemos hecho, que te he hecho.

Te diré una última cosa antes de terminar, mi querida mariposa perdida, una sola cosa que, si no te hace volver a mí, dudo que algo lo haga.

Siempre fuiste mi felicidad, has sido desde que tengo memoria, mi apoyo, mi amigo, más tarde el amor de mi vida y tú eres la razón de todo. Recuerdas que una vez me preguntaste porque era músico y te dije que me gustaba la idea de vivir de la fama, pues te mentí, no es así.

Una de esas tardes eternas esperando a tu padre, descubrí que te gustaba cantar, que en el océano de dolores que consumía tu alma, la música era la única oleada de felicidad que iluminaba tus ojos y levantaba la comisura de tus labios. No creo que lo recuerdes, pero una canción emergió de una radio, una tarde de esas y sonreíste, después de días sin hacerlo y cantaste en susurros. Esa misma canción me la aprendí de memoria, luego la aprendí a tocar con la guitarra y si me preguntas si aún la sé, te diré que sí.

Tú fuiste la razón por la que soy cantante, la razón por la que me atreví a tocar el piano y la guitarra, fue para verte sonreír, para que nuestras tardes ya no fueran de espera eterna, sino de clases de piano y de guitarra con la profesora Melodía. Tu siempre fuiste la razón, lo eres y lo serás y sin ti, mi música es una porquería, la guitarra se me desafina y no puedo tocar el piano porque te recuerdo y lloro, sentado en esta fría silla, con una casa que era nuestra y ya no lo es, con una vida en la que era feliz y ya no estas, sin ti, ya no me queda nada.

Tan solo vuelve, por favor, vuelve.

Tuyo, Facundo.

:::

Los prejuicios, al igual que, los capítulos, son escritos por ambos y tienen una ubicación futura, A PESAR QUE NARREN SOBRE COSAS DEL PASADO.

No olvides seguirme en mis redes sociales :)


Nueva edición: mayo de 2024. 

 

Ups! Tento obrázek porušuje naše pokyny k obsahu. Před publikováním ho, prosím, buď odstraň, nebo nahraď jiným.
Los prejuicios de Facundo | Serie Épicos IKde žijí příběhy. Začni objevovat