Prejuicio | Uno | Nueva edición.

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Joaquín

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Joaquín.

Recuerdo la primera vez que te vi, como si tan solo hubiera sido ayer. No entendía la razón por la cual mi madre y mi abuela llevaban tantas prisas, corrían de un lado a otro cuando tu llegabas con tu hermano Fernando y entonces, solo había ojos para ti en esta casa.

Si te soy sincero, no me importaba que fueras el centro de atención, no me importaba porque yo tenía a papá, él era solo para mí. Papá llamaba todos los días a la cinco de la tarde, me decía que me quería y que pronto llegaría el día en que podríamos vernos, cara a cara y escuchar nuestras voces, esta vez no por un teléfono, sino saliendo de los labios del otro.

Yo no te tenía envidia, en cambio, tu hermano Fernando, sí.

No entendía por qué el odio con el que te miraba, casi como si te atravesara la piel. Un día le pregunte a él, porque te miraba así y él me dijo que tu habías asesinado a su madre. Esa noche, antes de dormir, cuando mi madre llegó del trabajo y mi abuela cocía, les pregunté qué quería decir la palabra asesinar, a lo que ellas fruncieron el ceño y me dijeron que aquella era una palabra muy fea para un niño como yo, y a regañadientes me explicaron que quería decir esa palabra.

Así fue como sucedió, todavía pasmado por lo que había dicho mi abuela y entendiendo que quería decir esa palabra, me subí a mi cama y te quité la cobija, estabas dormido. Pensé que debajo de tu cobija encontraría un cuchillo o alguna de las armas que guardaba mi padre celosamente en el estudio y que no me dejaba tocar, sin embargo, y para mi sorpresa, no encontré nada, solo encontré un bebé durmiente. ¡Vaya estafa!

Estaba por bajar de la cama de mis padres, lo recuerdo a la perfección, pero entonces abriste tus ojos.

Había visto bebés antes, eran feos y tenían la cara arrugada, pero tu no. Tenías los ojos más hermosos que había visto jamás, un color verde que nunca había visto tan de cerca, tu rostro era muy pálido, tus cejas rubias y tu cabeza no tenía un solo pelo, recuerdo pensar como los demás bebés que había visto antes tenían cabello y tú eras un bebé calvo.

Me he preguntado todos estos años, como es que te recuerdo a la perfección si tan solo tenía cuatro años y he llegado a la conclusión que ciertos recuerdos poderosos en nuestras vidas, como el recuerdo de mi espera infinita de un padre que nunca llegó, de un teléfono que nunca más sonó y los referentes a ti, permanecen en nuestra memoria por siempre.

Si me preguntaras cuando fue el momento exacto en que me enamoré de ti, no sabría decirlo, sabría decirte según este recuerdo, que esta fue la primera vez en que deseé estar todo el día con un bebé; que, a partir, de este recuerdo, se despliegan millones de momentos a tu lado. Que me evoco sentándome todos los días a tu lado, que, aunque ya no sé de qué hablábamos ni cuales eran nuestras conversaciones, nos recuerdo. Todos los días me acostaba a tu lado en las mañanas y te enseñaba a jugar con mis juguetes; al almuerzo, tomábamos leche caliente juntos; en la tarde, observábamos al pájaro de mi abuela cantar y en las noches escuchábamos a mi abuela contarnos cuentos antes de dormir.

Si retrocedo en mi vida ahí, siempre estas, si me devuelvo y quiero recordar cosas felices, me es imposible que no estés allí, porque tú siempre has estado allí, desde que eras un bebé que se reía de mis chistes malos, de mis bromas pesadas, de mis travesuras y de los cuentos o libros cuando aprendí a leer. Estas allí, plasmado en mi historia, en cada momento y a cada segundo, recuerdo sostener tu mano.

Y este es mi primer prejuicio sin duda, porque aun sin saber que era el amor, lo que significaba, yo te amé sin control desde ese día hasta el día de hoy, en que te escribo esta carta. Y eso duele, porque el amor fue perfecto hasta que llegaron los prejuicios que nos han traído hasta aquí, hasta yo aprendiendo a vivir sin ti y tu sin mí, o al menos intentarlo porque no sabemos vivir sin el otro, no sabemos lo que es o a que se parece, porque nunca lo hemos hecho.

Siempre hemos sido tu y yo y eso duele, porque ahora tengo que aprender a olvidarte, aunque no tengo idea de cómo, porque debemos separarnos del otro por una maldita cosa que no puedo, por más que quiero, controlar: tus malditos prejuicios, los prejuicios de Facundo.

Tuyo, Joaquín.


🦋🦋🦋

Un prejuicio es una serie de cartas que Facu y Joaco se envían entre sí en el futuro. La mayoría de cartas relatan hechos de su historia, sus recuerdos mas preciados y es una platica con el pasado que ustedes pueden aprovechar para ir conociendo su amor, ya que la historia ya parte de un enamoramiento de años, que se construyendo tras décadas.


Nueva edición: Mayo de 2023. 

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Los prejuicios de Facundo | Serie Épicos ITempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang