Prejuicio | Once | Nueva edición.

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Joaquín.

A veces trato de olvidarte, pero se me convierten en eternos los pocos minutos que trato de hacerlo. Eres esa adicción a la cual soy incapaz de olvidar, a pesar de desearlo con todas mis fuerzas.

Son las tres de la mañana, por si te lo preguntabas y estoy escuchando nuestra canción, cantándola a todo pulmón, mientras malgasto mis fuerzas dibujando mariposas azules, no sé cuánto llevo siendo una mariposa perdida, pero sé que es el tiempo suficiente para ya no malgastar mi voz con gritos de frustración o reproches.

Empiezo a sentir realmente la paz.

Sé que piensas que te olvido, pero sería una mentira decirlo y no puedo mentirte a ti, ni siquiera estando a miles de kilómetros de aquí. Te mentiría si negara que vives en mi memoria, que te busco cada día en rostros ajenos, que tu recuerdo me mata, me frustra estar tan lejos de ti, recordarte, pero no sentirte, cerrar los ojos para soñar contigo y que mi mano se quede en el aire, helada al rememorar que no estás aquí sentado a mi lado. El encontrar la paz, tan solo me ha dejado la extraña sensación de una añoranza que no cesa, que me impide respirar, comer, cantar o escribir, es la añoranza de estar a tu lado.

A veces, tan solo a veces, deseo dejar todo y correr a ti, pero no puedo, porque los recuerdos me duelen en el pecho, mi corazón se aprieta cuando decido que no puedo buscarte, cuando he sido yo quien he huido. Al dormir, solo pienso en ti, en los veranos a tu lado, en los inviernos de tu mano, en esa historia que nos une y que ahora me pesa tanto, porque al cerrar los ojos ahí estas tú, sonriéndome con tus ojitos verdes y tu cabello incontrolable.

Estoy cargando las consecuencias de negarme a tu olvido.

Esta madrugada me he despertado de golpe, pensando en las noches eternas después de la muerte de la abuela, cuando cansados y melancólicos, dormíamos abrazados después de charlas que se tornaban interminables, en las cuales uno de los dos se rendía antes que el otro ante el sueño y acabábamos ahí, tan juntos en esa misma cama que nuestras respiraciones se mezclaban.

Rememorar aquel recuerdo esta noche, me ha erizado los vellos y me ha hecho soltar un par de suspiros, al recordar con exactitud aquellos momentos en que sin aun intuir que te amaba, yo luchaba de manera incomprensible, incluso para mí mismo, contra el sueño y esperaba de manera eterna que cedieras ante el cansancio, para poderme regalar unos cuantos minutos para admirarte.

Cierro los ojos y te siento ahí, tus respiraciones relajadas, tus pestañas largas y tus cejas rubias, alguna que otra vez, recuerdo pasar el dorso de mi mano por tu mejilla y que tu cedieras ante el sueño y oprimieras tu barbilla contra ella. Me invade la melancolía al pensar en ello, porque para mí esa era una cuenta regresiva antes de irme la ciudad a estudiar. Me pasaba minutos eternos admirándote, preguntándome a mí mismo que sería de ti sin mí, pero aún más preocupante, preguntándome que haría yo, sin ti a mi lado. Es inconcebible que aun siga pensando lo mismo, que me cueste noches en vilo, el tratar de predecir que harás tu sin mí, estando a miles de kilómetros.

El dejarte fue una de las peores sensaciones que había sentido en mi corta vida, el irme y dejarte, al igual que, a mi hermanita y a mi madre, no lo puedo comparar con una sensación que no sea la muerte de mi abuela, porque sentía el mismo escozor, cuando me subí al autobús y los vi perderse en la inmensidad del camino, cuando este arrancaba. Las noches se me hacían eternas, ansiaba estar en casa bebiendo chocolate en la sala, tanto como ansío hoy tus besos; me tentaba la posibilidad de volver un fin de semana y olvidarme de mi carrera Universitaria, esa que tanto odiaba, pero al igual que hoy, algo me detenía, no me permitía olvidarme de las decisiones que me habían llevado hasta allí, hasta sentir que el agua me había llegado hasta el cuello y no podía respirar. La sensación hoy es parecida, aunque ya no sea una carrera Universitaria truncada, ahora lo es una carrera musical destrozada, los sueños rotos, la felicidad convertida en tristeza.

Recuerdo sentir durante aquellos meses como moría, por dentro el organismo me quemaba, las manos me temblaban, seguía moviendo mi cuerpo por inercia, pero lo hacía sin felicidad, sin soñar, deseaba que ser médico se sintiera como tocar una guitarra, que las manos me picaran, que el pulso se me acelerara, que el corazón me batiera con fuerza y la emoción vibrara en mi ser, pero no era así, no se sentía para nada igual. Y seguir haciendo algo que no me provocaba felicidad, que realizaba por compromiso, ante los sueños de otra persona, sumado a esa soledad absoluta, me estaba matando, casi como ahora, es solo que esta vez tu no estas para pararlo, tu no estas, estas tan lejos que duele sentir que no podrás correr a socorrerme cuando tenga ataques de pánico y me sienta morir.

Porque tu no lo sabes, pero tú me salvaste, con ese grito de ayuda que diste cuando fuiste recluido en el centro de rehabilitación, tú me diste el mejor regalo, la más hermosa excusa para poder abandonar esa carrera que me agobiaba, que me mataba y correr a ayudar a mi hermano. Mi madre no lo sabe, pero ser médico nunca fue mi sueño, fue realmente el suyo.

Ahora, otros son los problemas que me agobian, entre ellos que tu no estés aquí, el querer que lo estés, pero el saber que no puedes. Quisiera olvidarme de todas las cosas malas, que en un suspiro se vaya todo lo malo, pero es que aun el pecho me duele al pensar en todo lo que perdí por ti, en el camino de sueños rotos que me llevó el seguirte y abandonar quien era yo, en tu búsqueda.

No sé qué duele más, si el añorar que estés aquí o el luchar por enterrar cada recuerdo sin lograrlo, porque soy incapaz de decirte adiós, aunque duela, una parte de mí se niega a olvidarte.

No sé cómo controlar el meollo de sensaciones que me invaden, pero sé una sola cosa, en este momento me siento morir, siento que una parte de mi muere, que las manos me sudan y ya no sonrío sino es por inercia.

Quisiera correr a socorrerte de tus demonios, pero ni siquiera sé cómo controlar los míos.

Indeciso, Joaquín.



Nueva edición: Mayo de 2024. 

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